Edición Cero

Serie: Relatos, reflexiones y otros aportes para rescatar la Memoria, a 50 años del golpe de Estado en Chile. El autor que suscribe este... Crónica de una infamia, séptima parte: La bifurcación de la Flecha Roja

Serie: Relatos, reflexiones y otros aportes para rescatar la Memoria, a 50 años del golpe de Estado en Chile.

El autor que suscribe este articulo presentará una serie de artículos  en los que, a partir de una revisión bibliográfica, repasa los hechos ocurridos durante el periodo del Gobierno Popular de Salvador Allende. Acá dejamos el septimo capítulo.

Omar William López, Sociólogo.-  

Hay una proporción muy importante de chilenos

cuyos intereses concretos,

cuyas formas de participación en la vida social

y económica del país,

 cuyos ideales y cuya visión del porvenir

son contrarios a la derecha y al capitalismo.

Radomiro Tomic

 

El cerco que se trenzó sobre el gobierno de Salvador Allende abarco a los más diversos actores: organizaciones gremiales y empresariales, organizaciones de la sociedad civil, los partidos políticos de oposición, las Fuerzas Armadas, pareciera que la consigna fuera: TODOS CONTRA ALLENDE.

Lo que muchos de estos protagonistas anónimos, que se enfrentaban en las calles o que marchaban en las calles haciendo sonar sus cacerolas, ignoraban era que sus dirigentes, la elite de cada uno de estos grupos, la que actuaba en concomitancia con la CIA y que recibían financiamiento para todas estas acciones, como lo señala Mario Amorós en las páginas 64 y 65 en el libro que ya hemos mencionado.

El 7 de abril de 1973, según consigna Mario Amorós, en el Consejo Plenario de la Democracia Cristiana, Radomiro Tomic dijo: “La Unidad Popular había conquistado ocho parlamentarios más en la elección de marzo”[1]

Expresó su oposición firme a una alianza política o programática con la derecha, exclamando: «sería el beso de la muerte» y remarco la dificultad que históricamente presentaba la realización de profundas transformaciones políticas y socio económicas y dijo: ”No hay revolución dentro del orden. El Traspaso del orden económico., social e institucional capitalista a un nuevo régimen basado en nuevos valores, nuevas instituciones (que den expresión a esos nuevos valores) y nuevos grupos humanos que dirigen estas instituciones y las utilizan es históricamente un verdadero terremoto. La Democracia Cristiana debe plantear sus alternativas concretas para el Área social, la distribución de alimentos, en educación, en definitiva, construir la sociedad socialista, comunitaria, pluralista y democrática”

El 12 de mayo de 1973 Patricio Aylwin es elegido nuevo presidente de la Democracia Cristiana, en sus primeras declaraciones declaró: “Realizaremos una oposición categórica, clara y definitiva al gobierno de la Unidad Popular y no dejarle pasar ni una». En esos intensos días, Allende solicita al cardenal Raúl Silva Henríquez una reunión con Eduardo Frei a fin de buscar un nuevo acuerdo.

En una cena con Frei, el cardenal y otros dirigentes de la democracia cristiana, este último rechazó reunirse con Allende, después de escuchar al expresidente, el cardenal señalo:” Si yo tuviera que analizar cual gobierno ha sido más cristiano, en su cercanía con los pobres, si el anterior o el actual, me costaría elegir”, nos consigna Mario Amorós. Obviamente esto fue asumido como una bofetada por parte del expresidente.

El 12 de septiembre de 1973 la dirección de la Democracia Cristiana imputó a la Unidad Popular toda la responsabilidad de la destrucción de la democracia: “Los hechos que vive Chile son consecuencia del desastre económico, el caos institucional, la violencia armada y la crisis moral a la que el gobierno depuesto condujo al país, que llevaron al pueblo chileno a la angustia y la desesperación”[2]

Más adelante, el mismo autor nos recuerda.” Los propósitos de restablecimiento de la normalidad institucional y de paz y unidad entre los chilenos expresada por la Junta Militar de Gobierno interpretan en sentimiento general y merecen la patriótica cooperación de todos los sectores…”

Al día siguiente se reunió el Consejo Nacional de la Democracia Cristiana. Una de las personas que habló fue Bernardo Leigthton [3] quien afirmó: “la DC es corresponsable de lo sucedido y rechazó la declaración difundida el día anterior por la directiva. Palabras semejantes pronunciaron Renan Fuentealba y Radomiro Tomic.

En esa reunión Eduardo Frei dijo: “La catástrofe ha demostrado que estábamos en vísperas de que fuésemos sometidos a una dictadura marxista. Producido el golpe debemos actuar en relación a los hechos ocurridos y debemos trabajar frente a una situación anormal, si nos lanzamos en contra ¿Qué produciríamos? ¿Habría más paz o más sangre? Si la DC condena lo ocurrido está terminada en Chile y además ahondaríamos el conflicto en el país que nosotros no hemos desencadenado ni participado.”[4]

Aquel mismo día un grupo de trece dirigentes de la democracia, publicaron una declaración pública, cuyos principales contenidos exponemos:

“Hoy, 13 de septiembre de 1973, los abajo firmantes, dejando constancia de que esta es la primera ocasión en que podemos reunirnos para concordar nuestros criterios y explicitar nuestra posición política, después de consumado el golpe militar de anteayer, venimos en declarar lo siguiente:

1 Condenamos categóricamente el derrocamiento del Presidente Constitucional de Chile, señor Salvador Allende,de cuyo Gobierno, por decisión de la voluntad popular y de nuestro partido, fuimos invariables opositores. Nos inclinamos respetuosos ante el sacrificio que él hizo de su vida en defensa de la Autoridad Constitucional.

2 Señalamos que nuestra oposición a su gobierno fue siempre planteada para preservar la continuidad del proceso de cambios que tuvo el honor de iniciar en nuestro país el gobierno de la Democracia Cristianay al mismo tiempo para impedir su desviación antidemocrática. Mantenemos en todas sus partes las críticas que en dicho contexto formulamos al gobierno de la Unidad Popular y al Presidente Allende. Reiteramos, por eso mismo, que, en conformidad a nuestras convicciones personales y a las repetidas determinaciones de la Democracia Cristiana, jamás tuvimos otra actitud parlamentaria o particular que no fuera la oposición dentro del cauce democrático destinada a obtener la rectificación de los errores cometidos por el gobierno del Presidente Allende e impugnados por nosotros.

3 La falta de rectificación, que en definitiva nos llevó a la tragedia, es responsabilidad de todos, Gobierno y Oposición, porque el deber de mantener una democracia no puede ser eludido por nadie. Pero a nuestro juicio hubo quienes tuvieron mayor responsabilidad.

En primer lugar, el dogmatismo sectario de la Unidad Popular, que no fue capaz de construir un camino auténticamente democrático para el socialismo adecuado a nuestra idiosincrasia. Especial condenación merece la irresponsabilidad de la ultraizquierda.

En segundo lugar, la derecha económica que, con fría determinación, aprovechó los errores de la UP para crear un clima de tensión, de ceguera y de pasión política que, unido a lo anterior, hizo imposible un consenso mínimo al descalificar a quienes lo buscábamos con objetividad y con cordura.

Estos sectores extremos alienaron psicológicamente a la opinión pública e incluso a numerosos dirigentes políticos y jefes militares, creando la sensación falsa de que no había otra salida para la crisis chilena que el enfrentamiento armado o el golpe militar. Reiteramos hoy, igual que siempre, nuestra convicción profunda de que, dentro de los cauces democráticos, habríamos podido evitar en Chile la implantación de un régimen totalitario, sin necesidad de pagar el costo de vidas y los excesos inevitables en las soluciones de fuerza.

La Junta Militar ha manifestado su intención de restituir el poder a la voluntad del pueblo y respetar las libertades públicas. Esa intención la recogemos como positiva para la restauración democrática y la paz social. Y esperamos que se cumpla sin demora al tenor de las declaraciones formuladas.

En cuanto a nosotros, consideramos que nuestra suprema responsabilidad en esta hora, la que asumimos por encima de toda otra consideración, reside en proseguir la lucha por los principios de la Democracia Cristiana y por la restauración de la democracia chilena, fuera de la cual aquellos carecen de vigencia. Los hechos que hoy lamentamos señalan que solo en libertad, sustentada por la mayoría del pueblo y no por minorías excluyentes, se puede aspirar a la transformación humanista y democrática de Chile que constituye nuestra meta y fortalece nuestra voluntad.

Entre los firmantes se encentraban destacados políticos y profesionales como Bernardo Leighton Guzmán, José Ignacio Palma, Renán Fuentealba Moena, Sergio Saavedra, Claudio Huepe G., Andrés Aylwin Azocar, Mariano Ruiz-Esquide, Jorge Cash M., Jorge Donoso, Belisario. Velasco, Ignacio Balbontín, Florencio Ceballos y Fernando Sanhueza Herbage.

Amorós aporta la siguiente información: “A fines de 1973 y principios de 1974, la CIA y el gobierno estadunidense debatieron sobre si debían seguir aportando dólares a la DC chilena”

Peter Kornhbluh señala. «El 18 de abril de 1974, Eduardo Frei y el nuevo embajador de Estados Unidos en Chile, David Popper, mantuvieron una reunión y el expresidente se refirió a este oscuro asunto. Tuvo éxito, porque después de ese encuentro la embajada envío un cablegrama especial para solicitar el abono a la DC de las cantidades que este partido había gastado entre el 1 de julio y el 10 de septiembre de 1973».

—–

[1] Se refería a la elección parlamentaria de marzo de 1973, donde la Unidad Popular obtuvo el 44,23 %, es decir mostró un crecimiento electoral respecto a la elección de Allende.

[2] Mario Amorós. Op. cit

[3] Bernardo Leigthton Guzman. Varias veces diputado por la DC. Ex ministro del Interior de Frei- El 6 de octubre de 1974, él y su esposa fueron víctimas de un atentado organizado por la CNI, mientras estaba exiliado en Italia.

[4] Mario Amorós. Op. cit.

 

NOTA RELACIONADA

Crónica de una Infamia, sexta parte: Traidores

Los comentarios están cerrados.