Destacado fotógrafo profesional Arturo Morales Romo, desde su lecho de enfermo, repasa su vida y la historia reciente de Chile
Crónicas 30 enero, 2023 Edición Cero
Anyelina Rojas Valdés.- Sin duda que cuando la enfermedad nos sobreviene, especialmente de golpe y pone en jaque nuestras vidas, es que la recorremos y repasamos los distintos episodios; y sentimos que aún nos falta tanto por vivir, por aportar, por cumplir sueños… en fin. Quienes lo han vivido, entenderán ese momento de máxima inflexión en la trayectoria terrenal de un ser humano.
Eso es lo que hoy vive nuestro querido amigo y destacadísimo profesional de la fotografía; y además un libre pensador, crítico del sistema, poseedor de un humor muy distinguido, quien atraviesa un grave problema de salud, que afecta su sistema vascular, generándoles complicaciones “complicadas”. Y aunque salió del estado crítico que lo mantenía hospitalizado, hoy se encuentra en casa, junto a Keyla y su hijo, tratando de recuperarse, pero sabe, que el camino es cuesta arriba, porque como sea su vida cambió de golpe, en lo físico, ya con menos fuerza y mucho cansancio. Y muchos sedantes y antihipertensivos también.
Pero, en su mente y la lucidez preclara que lo caracteriza, sigue siendo el mismo. Pausado al expresarse, profundo en su voz, sin muchas inflexiones; mantiene ese humor típico y sus ideales inclaudicables, que se empezaron asentar en él, cuando era muy pequeño.
En su lecho de enfermo, Keyla, su ecuatoriana compañera, espera que todos los astros se conjuguen a su favor para ver alternativas que le permitan recuperarse, en algo al menos, en Santiago. Su traslado, es difícil por lo riesgoso que es, porque su organismo está muy debilitado; pero, además, esto es muy costoso. Sabemos que en este sistema en el que habitamos, la salud se torna inalcanzable cuando la enfermedad es compleja y somos personas comunes y corrientes.
Además del schok físico, Arturo está en un estado de alta sensibilidad emocional, la que ha afrontado, hilando su vida. En esta nota, nos comparte de manera cronológica, estos casi 59 años de vida, que partieron en Santiago, pero que se desplegaron en Iquique. Y como Edición Cero, nos sumamos para apoyarlo en este desafío.
Aunque Arturo no nació acá, en Iquique tiene una respuesta contundente para su iquiquiñez, emulando a la gran Chabela Vargas, artista mexicana, nacida en Costa Rica, señala: “Los iquiqueños nacemos donde se nos pega la regalada gana”.
La misma respuesta que escuchó de la artista al responder a un periodista cuando le preguntó por su origen costarricense: “Los mexicanos nacemos donde se nos pega la regalada gana”.
LOS PRIMEROS AÑOS
Sus primeros recuerdos de Iquique vienen del Barrio El Morro, allá en calle Covadonga 1070, donde ahora hay un edificio. “El lugar tenía un portón grande, como las antiguas casas iquiqueñas, de pino oregón, donde mis padres arrendaban un cuarto. Eran muy jóvenes en esa época y yo ya tenía un hermano mayor”.
Su mente de niño, de entre 3 o 4 años, grabó que ese, su primer hogar en Iquique, ensayaba un baile religioso de La Tirana, un baile de Chunchos. Desde esa época, los tambores retumban al son de su corazón, el mismo que hoy, quiere recuperar.
Allí, una familia que era parte de ese baile, era amiga de la suya y le consigue al clan Morales-Romo, que arriende las instalaciones de un Club de Tiros que ya no funcionaba. Así, la casa de la administración se transformó en su segundo hogar iquiqueño. Se ubicaba en el sector de Cavancha, por un lado, y por otro miraba a Playa Brava.
“Recuerdo que los polígonos de tiro y las caballerizas, que estaban en desuso, fueron utilizadas por mi papá como una especie de taller automotriz”.
De esa época dice que “en mi memoria recuerdo que todas las tardes, tipo 3 o 4, pasaba un señor que venía caminando de Iquique, era el papá de Mario Zolezzi. Vestía con su terno negro italiano, camisa blanca, sin corbata. A veces usaba un pañuelo, así como un camafeo; y con un diario bajo el brazo. Creo que debe haber sido El Tarapacá. Ese señor se iba a la Playa, se tapaba la cara con el diario y dormía su siesta; y luego regresaba a Iquique”.
Cavancha en esa época tenía una fabrica de hielo, Recuerdo a la Escuela 27, donde estudiaba mi hermano. El director era el Sr. León, esposo de la señora Amanda Peric, que creó el Colegio American College.
En ese tiempo, a fines de la década del ´60, circulaba un transporte público entre Iquique y Cavancha, una especie de combi, recuerda Arturo. “A Iquique, a Iquique, a Iquique”, voceaban los conductores cuyo llamado está grabado en mi recuerdo auditivo. “Cavancha en esa época era una caleta totalmente independiente. Estaban los Cavanchinos y estaban los iquiqueños”, recuerda.
Y aquí ocurre el episodio que lo llevó a Iquique, en los sectores altos, donde la familia aún mantiene el hogar. Dice que “una mañana nosotros despertamos con el agua al borde de la cama, en la casa de administración. No entendíamos nada, pero era agua de mar. Recuerdo que bomberos hicieron caminos con escaleras y empezaron a trasladarnos a nosotros. Es una imagen que tengo muy clara y que nunca he podido olvidar. También estaba la familia Seguel que vivía por ahí, con quienes hasta ahora tenemos contacto, éramos como las única dos familias en ese lado.
“Ellos, los Seguel, tenían gallinas y para la ´salida de mar´ como se decía, porque no se ocupaba el término japonés de tsunami…. que debe haber sido como consecuencia del terremoto ocurrido en el sur del Perú”. Junto al natural susto, “lo que más me impresionó fue la inteligencia de las gallinas. Había una lavadora de esas antiguas, rectangulares a lo alto y cuadradas arriba, que arrastraba el agua; y allí e iba llena de gallinas, que se metieron en la lavadora para salvarse. Era como un arca de Noé”.
ENTRE QUINTAS Y CHACRAS
Después de la salida de mar, la familia se traslada a la zona este de la ciudad, rodeados de quintas y chacras. Recuerda a los Sciaraffia, los Martínez y los Evans, que hoy tienen su terminal de buses en el lugar. En esos tiempos allá se apreciaban las dunas del Cerro Dragón y grandes rocas donde jugaban los niños; hoy todo está construido.
Recuerda Arturo que lo que hoy es la Calle Salvador Allende, era 11 Oriente. Su familia vivía entre 13 oriente y la última que era 14 oriente, donde Iquique terminaba. Durante la Unidad Popular 11 Oriente se llamaba Elías Lafertte (sindicalista pampino); en la dictadura fue Pedro Prado y en democracia cambió a su nombre actual.
Arturo recuerda que jugaba en donde hoy se levanta la Escuela Croacia. Había cerros y rocas muy grandes. “En tiempos de la dictadura a alguien se les ocurrió dinamitar estos cerros de roca”, recuerda. En este lugar hoy está el Cesfam Aguirre.
En 1970 ingresa a la Escuela Domingo Santa María, en tiempos en que era director Luis Sepúlveda y subdirector Pedro Moreno (Padre del Dr.). Aún recuerda que sus primeras letras las aprende de la profesora “señorita” como se le decía, Inés Espinoza Meza.
“Profesora que por coincidencia también había sido profesora de mi papá. Era muy jovencita, cuando salió de la Escuela Normal. Ella era pianista y tenía un sistema muy entretenido. Puedo decir que antes de aprender a leer, me sabía las notas musicales, negra, blanca, corchea…. Ella no era una profesora, era una maestra”.
Desde muy pequeño tuvo inquietudes políticas. Así, al mirar su vida hacia atrás, recuerda que a inicios de la dictadura empieza a acunar su pensamiento crítico, inquietud profunda que refuerza con grandes profesores como Osvaldo Acevedo y el “Negro” Zárate, que le incentivaron la crítica.
“Imagínate, que en una clase, el profesor hizo un debate, porque eso también era trabajar con el lenguaje. Y eso fue en plena dictadura, lo que ya era algo subversivo”.
Es que sin duda siendo tan pequeño y crítico de lo que se vivía, era porque tuvo tres tíos prisioneros políticos, -dos en Pisagua y otros en el Estadio Nacional en Santiago-, y otro que logró escapar.
“Por esa época fuimos a Santiago. Mi abuela contaba que tenía que ir todos los días al Estado Nacional, para saber si mi tío, su hijo mayor, seguía vivo… leía la lista con el corazón estrujado y veía cómo una señora al lado, por ejemplo, se desmayaba”. Y todo eso lo fue absorbiendo a sus 9 años.
JURAMENTO A LA BANDERA
Tras las primeras semanas del golpe, se reinicia el año escolar. Y todo era distinto, para el inquieto Arturo. “Recuerdo que al volver teníamos que hacer el juramento a la bandera, lo que no me gustó y se lo dije a la profesora. ´Señorita, yo no voy a hacer eso, no me lo pida; no voy a jurar ante esos milicos. No creo en Dios y no creo en ellos´. La profesora me abraza y me dice que diga que estoy enfermo y que me quede en la sala. Así con 9 años, no juré a la bandera”.
La vuelta a clases se tornó terrible para Arturo, principalmente, porque vió lo que después entendió como discriminación. “Lo que se vivía en la Escuela era como las películas nazis y el desprecio a los judíos. Los hijos de militares llegaban en buses y llegaban escoltados; algunos usaban guantes blancos, que después se usaron para las brigadas escolares. Todo hijo de miliar tuvo privilegios”.
“Fue tremendo cuando un día llega a saludarnos Carlos Forestier Haensen. (Comandante de la Sexta División de Ejército). Él va a saludar a una escuela, la Escuela Domingo Santa María. Y llegó con un nivel de prepotencia. Los guardias abren las puertas con piernas y botas. Y allí aparece Forestier con tenida de combate, casco y con granadas en el pecho. Es una imagen que nunca olvidaré”, dice, afirmando que ese año y el siguiente “en Chile se respiraba mucho temor” y que “todo era un tema muy traumático”.
“Años después, ya adulto, cuando vi la película Machuca, me trajo a la memoria este episodio y muchas cosas que viví, pero la película queda corta, porque el temor era mucho más grande, que lo que muestra la cinta”.
Después, ¿Qué fue lo peor? “Que van pasando los años y Chile se va acostumbrando a la dictadura. Nunca asistí a esas fiestas de toque a toque, pero las recuerdo. Durante la hora del toque de queda, nadie podía salir a la calle y dentro de la casa, no podíamos acercarnos a las ventanas. Fue un periodo muy traumático, que parece que Chile ha ido olvidando”.
En ese sentido, dice que cuando se habla de los años de dictadura, especialmente de los primeros años, se habla de hechos puntuales, “pero se habla muy poco, cómo le tocó a esa infancia, vivir esa realidad en dictadura”.
LLEGADA A LA EDUCACIÓN MEDIA
Al salir de octavo año, ingresa al entonces Liceo de Hombres de Iquique. Cree que en esa época era como se dice hoy, un nerd. Y se juntaba con otros como él.
“Pepe Báez, fallecido recientemente. era mi profesor de matemáticas y profesor jefe. Era un viejo choro, muy crítico. Si bien nunca asumió un rol político directo, antes que el Atenea fuera colegio, era una academia preuniversitaria donde también estudié. Y le dio trabajo a profesores que no tenían acceso en el sistema educacional por su filiación política”.
Un episodio entre anecdótico y de alto impacto al momento de egresar del Liceo, que recuerda hoy, es cuando su profesor jefe le dice ´¿y se van a ir de colegio sin pena ni gloria? Hagan algo entretenido´. Algo como una “cagadita”.
Le comenta a sus compañeros, especialmente a uno que tenía mucho liderazgo y que era hijo de un alto jefe policial. “Acogió de inmediato el desafío y nos citó a todos los cuartos medios a la playa, y nos pidió que lleváramos huevos, lo que hicimos. Y nos fuimos a atacar a la salida, a los chicos del Don Bosco. Al día siguiente se unen los terceros medios y van a atacar a otra escuela. Así en una semana, se armó una guerra de huevos en casi todos los colegios de Iquique. “Todavía recuerdo una fotografía que salió en La Estrella, donde salía la hija de un general de la Fach, con huevos en sus manos”.
Esta guerra de huevos se extendió en todos los colegios generando una verdadera revuelta -obvio, sin ningún tipo de contenido político-, pero que para Arturo, era como una explosión social, que no tenía consignas, pero reacción por todo lo que se vivía y que se transformó en una tremenda liberación. Como resultado, un colegio suspendió la ceremonia de graduación y el Seremi de Educación, no siguió en el cargo.
ARRIBO AL IPI, HOY UNAP
Como las ciencias le apasionaban, ingresa a la UNAP, que en ese tiempo se llamaba Instituto Profesional de Iquique, IPI, luego que la dictadura eliminara las sedes regionales de la Universidad de Chile.
Fue bien inquieto en esa época universitaria. Incluso participó en una lista de un tinte más de izquierda, para enfrentar las primeras elecciones democráticas de la Federación de Estudiantes. Su lista no ganó. Fue la de Raúl Bagiolli acompañado de Carlos Barreto, ambos democratacristianos, la que venció. Sin embargo, hubo mucha colaboración con los vencedores.
Incluso, sacaron una revista estudiantil bien crítica, pero sólo dos números, porque el Rector, que era un coronel de Ejército, de apellido Ramírez, dio la orden que los contenidos debían ser revisado. O sea, debían pasar por la censura.
En la revista Arturo Morales escribía artículos y también era el diagramador. “Siempre me gustó lo gráfico. “Y Martita Dávalos era la compañera que nos organizaba”.
A poco andar tuvo problemas de persecución académica en la Universidad y decide viajar a Ecuador” buscando aires de democracia. No me expulsaron, me iba muy bien, pero me había ido mal en un solo ramo y tenía que hacer una solicitud a Rectoría para hacerlo de nuevo, pero me lo negaron”.
EN ECUADOR
Vivir la dictadura y lo que implica el ordenamiento de la vida cotidiana, era diametralmente distinto a lo que encuentra cuando llega exiliado, a Ecuador. “Todo era muy distinto. Imagínate que en la Imprenta Claridad había una cantidad de libros… El manifiesto Comunista, libros de Engels, Marx, de Marta Hoenecker… Imagínate lo que sentí al verlos en vitrina, porque en Chile eso era algo impensado”.
Se le abre otro mundo. En el centro cívico de Guayaquil, vio cantar a Isabel y Ángel Parra, “en una época en que eso era prohibidísimo en Chile”.
También recuerdo la Peña “El Rincón Folclórico”, que era de un Antofagastino exiliado, economista, don Mario Vega. “Nos hicimos amigos de él. Nosotros no teníamos plata, éramos muy jóvenes, pero le ayudábamos de mesero, de pasacables, de lo que fuera, pero ver al Pato Manns, o a Mercedes Soza y poder conversar con ellos, siendo yo un joven de 21 años, eso era un sueño. Más aún, al ver desde Ecuador cómo Chile continuaba en plena dictadura.
Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas. Hubo episodios que ayudaron a su lado crítico y le fue quitando su fanatismo.
“Para algunos estas personalidades y artistas famosos que llegaban a Ecuador, eran héroes, semidioses, y marcaban un contraste con Chile, donde compartíamos música y libros a escondidas, porque estaban prohibidos. Y verlos de carne y hueso, era una doble sensación. Por un lado, la emoción de estar frente de ellos y por otro, ver todas sus miserias humanas como cualquier persona”.
“A Isabel Parra la encontré pesada”, dice sin tapujos. También recuerda que “un tremendo dirigente chileno mundial de los trabajadores asociados de la OIT, que no podía ingresar a Chile, llegó a Ecuador y nosotros éramos invitados de primera fila. Y ver cómo al estar maravillados con el discurso de este dirigente internacional chileno, después de unos tragos, andaba tratando de agarrar el trasero a una compañera nuestra. Entonces ahí se empiezan a caer muchos ídolos, y se me empezó a caer el fanatismo. Mi esencia crítica aumentó mucho, con episodios como este”.
En lo político, relata que en esos años en Ecuador existían dos partidos comunistas y que no se llevaban entre ellos “Sin embargo nosotros por ser chilenos nos llevábamos demasiado bien con ambos y nos pedían para cualquier evento, porque de algún modo representábamos a la juventud que luchaba en Chile contra una dictadura”.
“Uno era el PC, llamado los “cabezones”, que tenían un tema muy intelectual que eran pro rusos. También estaban los “chinos”, que se llamaban Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador, que eran de tendencia maoísta albanesa. Eran mucho más populares dentro de las universidades”.
“Fuimos muy bien acogidos. Hacíamos muchas actividades para enviar dinero a Chile. Y en Ecuador fuimos muy bien recibidos, incluso por gente que era casi de derecha, como un vicepresidente y Rector de la Universidad, León Roldós. En realidad, había gente de derecha liberal en Ecuador que apoyaba la democratización de Chile. Porque nuestro país en dictadura con Pinochet, era relacionado con un cuco, con un Hitler… El dictador era un personaje muy monstruoso. Creo que la imagen que se tenía de lo que ocurría en Chile, era mucho mayor de lo que realmente ocurría. En Chile había una represión más bien selectiva, pero desde Ecuador la visión era masificada”.
Arturo entró a estudiar periodismo en la Universidad de Guayaquil, donde existía un grupo paramilitar de izquierda, el “Alfaro Vive Carajo”, AVC, “que no era ni pro chino ni pro ruso, más cercano al Libro verde de Ghadafi, este movimiento hizo algunas acciones contra un gobierno, que, aunque fue elegido democrático, era de ultraderecha y hubo acciones, por ejemplo, robaron la espada de Eloy Alfaro, que era como el Manuel Rodríguez de Chile. Alfaro lideró una revolución liberal, a fines del Siglo XIX y también combatió junto a Martí en Cuba. Neruda lo nombra en su obra”.
“Este grupo tenía una relación fraterna con el M-19, de Colombia. Con la intervención de la Unión Europea, cuando aún no se constituía como tal, se consigue que el M-19 entregue las armas y pase a la vida política; entonces al poco tiempo en Ecuador ocurre lo mismo con “Alfaro Vive Carajo”, también con la intervención de la comunidad europea”.
En la mesa de negociación donde se acordó que “Alfaro Vive Carajo”, había representantes de la comunidad Europea, del gobierno del Ecuador y el negociador del M-19. Y por supuesto, estaba el dirigente máximo del movimiento revolucionario, recuerda Arturo, que, como joven chileno fue parte de esa importante mesa de negociación. “Ahí estuve como testimonio de ese proceso histórico. Miro para atrás y digo ´los gringos todavía me deben tener fichado y yo no mato ni a una paloma´. Con mucho honor recuerdo que fui invitado como testigo de este acontecimiento, como representante de los jóvenes de Chile”.
Por los años ´90 con las democratizaciones en América, siempre en Ecuador trabajaba muy cercano al Comité de Defensa de DDHH en Ecuador, que va transitando a la ampliación de sus apoyos. “Ya no estábamos sólo dando asistencia a perseguidos de conciencia, sino que también a otros y veo que DDHH empieza a meterse a defender delincuentes comunes y aquí como que mi bicho crítico de nuevo explotó. Me dice que no, que para mí no era lo mismo; no era el mismo romanticismo que defender a un perseguido de conciencia que a un delincuente común que ataca a un civil como nosotros”.
Así, desplaza su interés a otras áreas. “Empecé a ver que había otras cosas, que habían otras personas que la estaban pasando muy mal, por el tema del VIH-SIDA que empieza a matar a muchos jóvenes, en un país extremadamente católico. Recuerdo que Los Prisioneros estaba en boga en todo Latinoamérica, y en Ecuador habían tantas voces que solicitaban prohibir la canción “Sexo”: “Sexo vendo, sexo compro” … ese era el nivel de puritanismo. Entonces vi que el tema de las libertades sexuales era un tema pendiente muy serio. Con una amiga Peggy Ricaute, que en el Gobierno de Correa fue viceministra de Bienestar Social, siendo muy jóvenes, fundamos el Colectivo para las Alternativas Humanas, y nos metimos de lleno en la promoción de los derechos sexuales y reproductivos. No era fácil, porque esos eran temas tabúes”.
Dice que, desde ese Colectivo, luchaban tanto para que la OMS -lo que nunca hizo-. Definiera al VIH-Sida y lo incluyera como una pandemia, “pero las presiones de la iglesia y de los sectores conservadores de derecha eran muy fuertes. Cuantas muertes no hubiésemos evitado en el mundo si se hubiese declarado la pandemia, como recientemente lo vivimos con el Covid-19 que se combatió con recursos y medidas especiales”.
El Colectivo se asocia con la ONG “Amigos por la Vida”, donde todos los miembros estaban infectados. También se asociaron con el primer Sindicato de Trabajadoras Sexuales del Ecuador. “Se trataba de quitar ese velo hipócrita de la sociedad y tratar de demostrar que las trabajadoras sexuales tenían un impacto en el PIB y además hacían un trabajo de altísimo riesgo, que necesitaban, salud, y de entender que su periodo de trabajo era muy corto y eso implicaba también tomar medidas de previsión social”.
Así se compromete con un trabajo de educación popular con las trabajadoras sexuales y jóvenes, para que fueran entendiendo bien lo que implicaba la enfermedad y tomaran medidas para minimizar los riesgos. “Que pensaran, además que no siempre iban a ser jóvenes y bellas y que la sociedad no les iba a tener un lugar, esperándolas”.
Es en ese momento, a inicio de los ´90 cuando una ONG de salud reproductiva del Ecuador, APROFE, le pide hacer un afiche y al revisar lo que ocurría, se percata que la prevención del VIH Sida, no era efectiva y que se leían mensajes que eran puras sutilezas, más para el cuidado de la imagen de los medios que de las posibles víctimas.
“Como siempre he sido medio rupturista, en Guayaquil había un barrio llamado la calle Salinas o la 18, que era la Zona Rosa, un barrio completo de pura prostitución, y a plena luz del día. Esa publicidad sutil, casi bucólica, de prevención del SIDA, no iba a llegar a gente del campo. Los campesinos lo primero que hacían era ir a buscar a las trabajadoras sexuales, cuando venían a la ciudad. No se usaba condón, ese era el gran problema. Y por eso moría mucha gente… se estaban infectando demasiados jóvenes; vi a muchos amigos a morir porque se infectaban con el VHI-Sida”.
En ese barrio rosa de Guayaquil, tomó una foto de una pareja que negociaba los servicios sexuales y la utiliza en el afiche donde se leía “Sin condón no hay trato”. Como había mucho analfabetismo en el campesinado, añade algunas iconografías para explicar el mensaje, algo así como los emotic de hoy.
“El afiche impactó por su crudeza, porque hasta ese momento todo era pura sutileza”, dice Arturo, recordando que su trabajo fue mostrado en u programa que era para toda América y que se editaba en Miami visto por 300 millones de espectadores. “No dicen mi nombre pero lo muestran por la crudeza del afiche y porque hay un cambio en la comunicación”.
“Creo que por ser tan joven, es uno de los hitos que me enorgullece y si por eso pude haber salvado una vida, me doy por pagado”.
EL REGRESO A CHILE
Como publicista y Artista visual, participa junto a grandes artistas como Hernán Zúñiga, Eloy Palacios, Aparicio y Joaquín Serrano y otros tantos, en el Movimiento Visual, que daría forma al renacer de las artes visuales de Guayaquil.
Con ese bagaje, Morales retorna a Iquique en 1998 y desarrolla dos proyectos artísticos: “Desierto, piel desnuda de la tierra” y “Dermis urbana”. Este último, incorpora fotografías, música, video, pintura y perfomance, siendo auspiciado por la UNAP, a través de Bernardo Guerrero, entonces director de extensión y Miriam Salinas de Ediciones Campus.
Por esa época se incorpora al grupo de El Mercurio. “Viene José Tomás Rebeco, que había sido presidente del Colegio de Periodista en dictadura. Era un veterano cabeza blanca, choro, con mando militar, absolutamente mercurial de la época, pero me entrega mucha confianza. Le gustó mi estética en la fotografía, y comencé como corresponsal de El Mercurio, hasta el 2.000, cuando volví a Ecuador para realizar unos talleres de fotografía”.
“Hago una acción de arte muy importante. Fue un taller de fotografía con varios alumnos y se desbandan varios como artistas, entonces hicimos una locura que se llamó “Pervivencia y Mutación”, armamos un grupo de Arte gráfico. Pero luego más me dediqué a lo que fue la fotografía en el periodismo”.
HITOS COMO CORRESPONSAL
Siendo corresponsal, le correspondió cubrir la campaña Lagos contra Lavín. “Los conocí de cerca a ambos; Lagos era un tipo poco empático, autoritario. Recuerdo mucho cuando se acercan unas señoras lo van a abrazar y él les dice “ya ya ya señoras, Yo sé que ustedes están conmigo, pero su trabajo es ir a la población y convencer a sus vecinos”.
“Con Lavín, que al parecer pensaron que al ser corresponsal de El Mercurio, soy como del staff, ya que él era el candidato de El Mercurio. Era un tipo poco empático, pero de la sonrisa pepsodent ante el clic de la foto. Escuché que sus asesores le dicen; que el año anterior estuvo en una casa de Hospicio y que pasó la noche con tal familia. Que le hablaban de problema de delincuencia que habían tenido”.
Luego en el acto, en su discurso “dijo lo miso que le dijeron sus asesores, como que si los hechos los tuviera en la memoria, me preguntaba cuántos de esos cuentos similares habrá dado donde iba. Donde él hablaba como si fuera algo genuino, pero eran los asesores los que ponían el libreto. Bueno, ver estas realidades es uno de los privilegios de esta profesión y de ser testigos de primera línea”.
Otro hito creo que lo marcó fue el incendio de la cárcel de Iquique, donde mueren 26 jóvenes internos producto de un incendio que surge por un motín. Recuerda que mientras empezaba la revuelta, junto a un profesional de la prensa, Andrés Leyton, entonces corresponsal de canal 13, se parapetan en la terraza del edificio de contadores toda la noche, lo que les permitió tener las mejores imágenes.
Otro hecho importante fue cuando junto a otros colegas y amigos periodistas, Narciso Donoso Y patricio Iglesias, fueron al submarino nuclear norteamericano Montpellier. Lo recorrieron en casi toda su extensión. Tiempo después el Montpellier fue el primer submarino que inicia los ataques en la primera Guerra del Golfo de Irack.
La búsqueda en Pisagua de restos de detenidos desaparecidos, acompañando al juez Guzmán, también lo marcó. “Me acerqué mucho a él en esos pocos instantes. Era un caballero magnífico. Cuando te rodeas con gente así, aunque sea por minutos u horas, es gente que definitivamente te marca”.
De la sala de la corresponsalía de El Mercurio, pasa a hacer pionero de la fotografía corporativa en la Minera Cerro Colorado. “Se ganó plata en esa época, pero faltaba ese bicho del periodismo” y toma la decisión de regresar a Ecuador incorporándose como fotógrafo del equipo de GRANASA, Gráficos Nacionales S.A, que edita dos productos El Expreso, un diario tipo mercurial, muy político y “Extra”, un tabloide de gran tiraje a nivel latinoamericano.
Otros hitos marcan la segunda pasada por Ecuador como la caída del presidente Lucio Gutiérrez. “Estuve presente como editor jefe de fotografía, entonces me tocó viajar a Quito, que es una ciudad de altura, que tiene un casco colonial, con calles estrechísimas. En las revueltas súmale altura, gas lacrimógeno, neumáticos quemados… entonces la gente se empieza a asfixiar. Paso la cámara a uno de los reporteros que estaba a mi cargo y me dedico a rescatar gente. Desgraciadamente no vi, pero esa misma noche muere Julio García, fotoperiodista chileno, por problemas respiratorios y que se encontraba trabajando en Quito. No estuve en ese instante, me enteré después”.
El principal diario del país, El Universo, lleva a Ecuador al escritor José Saramago, quien da una conferencia. Y posteriormente al concluir, se reúne en una oficina con 5 personas. Arturo fue uno de esos ya que hablaron una hora conversando con él. “Ese un privilegio que tengo en mi mente, en mi corazón”.
Al desarrollar la línea de retratar, se fue transformando, sin proponérselo, en el fotógrafo de la farándula ecuatoriana. “Fotografié a casi a toda la farándula y la cultura ecuatoriana, a grandes artistas que pasaban por el país, hasta cubrí el Miss Universo 2004”.
En el 2010 retorna a Chile, y se reincorpora a El Mercurio. Le tocó cubrir el terremoto de 2014 y mientras todos corrían al cerro, él y su partner periodista, iban a la búsqueda del tsunami que se venía. “Creo ser el único que hizo fotos esa noche en la caleta Riquelme, totalmente inundada con los barquitos pesqueros destrozados. El agua estaba hasta la ex Aduana y el terminal terrestre. También vi el incendio al lado del correo, en la histórica Librería Porcel y otro en El Morro, donde fotografío a un solo carabinero con un pistón tratando de apagar el incendio”.
ESTALLIDO SOCIAL
Sin duda, que, siendo un hombre y profesional de sensibilidad social muy alta, el estallido social le removió todos sus años de lucha por mayor justicia e igualdad. Era corresponsal de El Mercurio, Soychile y el último fotógrafo de planta de La Estrella de Iquique, y en esa función, más su propio compromiso, aquel 19 de octubre de 2019, acude a la marcha.
Sigue todas las expectativas, hasta que los manifestantes llegan al cuartel de la Sexta División de Ejército, frente a Cavancha. En la revuelta, mientras unos jóvenes sacan los viejo cañones que ornamentaban el ingreso al cuartel militar, corre para captar la mejor imagen, pero en medio de la muchedumbre y la oscuridad, cae al suelo y uno de los cañones con la coruña pasa por sobre su pierna izquierda.
Los manifestantes se percatan y lo sacan de la zona. Sin embargo, las lesiones fueron tan graves, que estuvo años con tratamientos y terapia, perdiendo parte de la movilidad de la pierna. Fue despedido de su trabajo y decidió reinventarse.
Junto a Keyla y su socio Patricio Clery, empiezan con el proyecto techos verdes, cultivando en el techo de su propia casa y del vecino. Parten de a poco, pero la idea prende y empiezan a vender productos saludables. Iba viento en popa, cuando le sobrevino el problema vascular severo, que pone en jaque la vida de Arturo Morales Romo.
Sólo espera tener la oportunidad de tener una atención médica especializada en Santiago para reiniciarse una vez más. Y tener vida para ver crecer a su pequeño hijo, a quien, en la medida de su desarrollo, ha ido traspasando su visión de la vida. A Arturo Morales Romo, le queda mucho por recorrer aún, en esta aventura terrenal.
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*NOTA DE LA AUTORA: Este extenso trabajo sobre la vida de nuestro colega Arturo Morales Romo, tiene por finalidad compartir con la comunidad parte de lo que ha sido su valiosa vida -como él mismo lo desea- y construido en conjunto con su propio relato y el apoyo de su compañera Keila. Principalmente, acompañarle y animarlo en este proceso de salud, con altibajos y recaídas, pero con la fuerza que le da su ser interior y el amor por su familia y los ideales que abraza.
NOTA RELACIONADA
Fuimos compañeros del quehacer periodístico en Diario Expreso de Guayaquil. Juntos cubrimos una semblanza de Chile a través de Iquique. Allí el colega se convirtió en amigo y el comunicador en ser humano diferente del que guardo aprecio, admiración y respeto por su pensamiento, actuar y lealtad a lo que cree. Pronta recuperación Arturo Morales, el mundo te necesita.
Muy completa su publicación ,espero se mejore para que siga escribiendo y salga a terreno. FELICITACIONES.- Realmente muy detallado el texto y ayuda a recordar calles, lugares, hechos al recorrer el texto
Buenas tardes, soy Jose Báez Carvajal, hijo de PEPE BÁEZ, me emociono mucho saber que mi padre, con su lenguaje ambiguo y traslúcido generó en sus amados alumnos la necesidad de transgredir las normas ante la injusticia y el abuso. Hoy yo estoy a cargo del ATENEA tratando de mantener la ese espíritu rebelde apoyando a todos aquellos chicos que no tienen cabida en este sistema competitivo, aquellos que nadie quiere pero que nosotros consideramos nuestro gran tesoro.
Un gran saludo a ti Arturo, y a todos los que ganamos a diario sin ser los primeros.