Edición Cero

Daniel Ramírez G. / Ingeniero Comercial –  Economista. Este es un tema que nos perseguirá durante toda nuestra vida, hasta que se le dé solución.... El Mar de Bolivia

Daniel Ramírez comDaniel Ramírez G. / Ingeniero Comercial –  Economista.

Este es un tema que nos perseguirá durante toda nuestra vida, hasta que se le dé solución. Y la única manera de darle solución, es dársela en la forma en que se solicita. No hay otra.

Estamos ante una situación muy similar a la que el Estado chileno ha enfrentado en los reclamos de reparación por violación a los derechos humanos, en este caso, la violación es más masiva y por lo tanto, el reclamo tiene una voz más fuerte. Es una nación la que se siente victimizada por la nuestra y las víctimas y sus descendientes, no dejarán de reclamar justicia.

El  nacionalismo que aflora en  nosotros, como respuesta a la solicitud de nuestros hermanos, tiene mucho que ver con esa actitud tan propia de los mestizos que están aún en búsqueda de identidad étnica, pero que al hacerlo, menosprecian aquella componente étnica que la cultura imperante, heredada de los conquistadores, ha relegado a un segundo plano.

No nos gusta reconocer nuestra raíz nativa americana, nos  agrada creernos más europeos  que indígenas. Aún  pesa sobre nosotros la feroz subyugación de las colonias.

El nacionalismo y el racismo van de la mano. No es extraño que el chileno  se crea racialmente superior a nuestros vecinos del Norte y que nuestra conducta refleje ese sesgo racista. El hecho de que esas naciones son mayoritariamente indígenas y el haberles ganado una guerra que no se deja olvidar, nos permite sentirnos más fuertes y mejores.

Somos verdaderamente miserables al sentirnos importantes presionando a quienes creemos más débiles.

Esta es una conducta que viene principalmente reforzada por la conducta centralista de la metrópoli. Los que viven alrededor de la moneda llevan el nacionalismo a flor  de piel. Se vuelan cuando ven flamear la inmensa bandera con que se regalaron, o crujen de emoción cuando escuchan los sones del himno patrio.

Nadie se pregunta el porqué de la guerra a que nos llevaron, ni quién sacó beneficios de ella. Yo no conozco ninguna historia, que señale que alguno de aquellos valientes soldados chilenos, que tuvieron la suerte de no morir en esa guerra, haya mejorado notablemente  su condición de vida cuando volvió a casa. No. Aquí sucedió lo mismo que ha sucedido en todas las guerras y  que sigue sucediendo hasta ahora.

Antes eran reclutados los  esclavos y ahora son los trabajadores y estudiantes. Ellos son los que ponen los muertos. ¿Y quiénes son los  que “lucran” con la guerra? Los  de siempre, el imperio de turno (los ingleses en esa época) y la clase empresarial nativa, los grandes empresarios chilensis en esta ocasión.

Aún quedan algunos castillos en la metrópoli y en otras capitales regionales, que muestran el esplendor de las familias que resultaron beneficiadas con el resultado de la guerra del Salitre. Que yo sepa, ningún soldado pertenecía a alguna de estas familias.

Aquienes lucharon y murieron, cuando más se les hizo un mausoleo y a algunos sobrevivientes, se les “rindió honores” haciéndolos desfilar un 21 de Mayo.

La guerra es el más alto grado de irracionalidad humana que pueda existir, es cuando la pasión sobrepasa a toda razón, es la decisión de asesinar a miles de personas desconocidas, de destruirles sus hogares y sus familias. Es sin duda un acto irracional e injusto, que nunca lo pagan los que toman estas decisiones o los que manipulan y arman estos escenarios.

Derrotamos a Bolivia en una guerra, la  invadimos y le arrebatamos territorios cuya riqueza ha sostenido las finanzas de nuestro país hasta hoy.

El Salitre y el Cobre han pagado con creces los costos, los daños y los intereses sanos y malsanos de la guerra. Además, pagaron fácilmente un periodo sin impuestos y otro de créditos regalados del Estado chileno a la oligarquía criolla. Muchas familias se enriquecieron a la sombra de un Estado rico.

Gracias a este territorio que expropiamos a Bolivia por la fuerza, la economía chilena tiene la solidez que tiene actualmente. Sin Antofagasta en nuestro mapa, otra sería la realidad de Chile  en estos momentos. ¿Cómo es posible que esto no nos lleve a pensar, con un mínimo de gratitud y solidaridad para con un pueblo hermano americano, al que los apetitos capitalistas de nuestras clases dirigentes, han sometido a un enclaustramiento territorial?

Cuando reclamamos la legitimidad de nuestra soberanía sobre los territorios anexados por la guerra, estamos ejerciendo el mismo derecho que tiene el ladrón a disfrutar de lo que nos roba.

Bolivia ha renunciado a reclamar por la validez del tratado y su demanda se basa, en que las innumerables negociaciones llevadas a cabo con Chile, demuestran que nuestro país tiene la intención de solucionar el problema boliviano, pero que lo ha dilatado y lo sigue dilatando innecesariamente.

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