Edición Cero

Adolfo Vargas Jofré, periodista UCN jubilado, Desde La Tirana. Entre septiembre de 1983 y hasta noviembre de 1988 viví y trabajé en la ciudad de... Historias en Dictadura: Tres congrios “carreteros”

Adolfo Vargas Jofré, periodista UCN jubilado, Desde La Tirana.

Entre septiembre de 1983 y hasta noviembre de 1988 viví y trabajé en la ciudad de Copiapó donde desempeñé varias actividades profesionales en el campo del periodismo, las relaciones públicas y publicidad.

Luego de mi frustrado nombramiento como director de la radio universitaria de la Universidad de Atacama, gracias a mi amigo, compañero y colega Osman Cortés Argandoña ingresé a trabajar en el diario Atacama. Periódico dirigido por su dueño, de profesión contador, Samuel Salgado, quien nos permitió -tanto a Osman como al suscrito- trabajar sin sobresaltos y sin censura en cuanto al reporteo de las informaciones ocurridas no solo en Copiapó, sino que en las comunas de Chañaral, Caldera y Vallenar principalmente.

Como periodista del diario debía cubrir el sector policial, municipio, algunos gremios y otros frentes ligados a la incipiente agricultura de la uva, en ese momento, en Copiapó y Tierra Amarilla. En tanto mi colega tenía a su cargo la Intendencia y las seremías. También trabajaban en ese medio otros periodistas, como el caso de José Nicolás,  (don Pepe) y Samuel Ledezma, este último a cargo de la parte deportiva y también era el corresponsal de La Tercera. Ambos colegas ya fallecieron y fueron muy buenas personas y amigos. A ellos se agregaba el gráfico (fotógrafo) Segundo Gallardo. Ese era todo el equipo de prensa para confeccionar diariamente el medio informativo de lunes a sábado, ya que el domingo no circulaba.

Fueron muchas las anécdotas que tuve en ese medio y que me daría para escribir hasta un libro, pero voy a narrarles algunas, en especial aquellas que van a mostrar de cuerpo entero a ese tremendo equipo profesional.

Sin embargo, todo no fue siempre miel sobre hojuelas. Cada cierto tiempo los intendentes, que eran militares, le recordaban a nuestro director la molesta presencia de los “comunistas” y a veces de “los miristas”. La primera acusación fue hecha siempre por el teniente coronel Alejandro González Samohod y la segunda por el intendente teniente coronel Gabriel Alliende ( por suerte con una “i”).

El director del diario siempre nos defendió y cuido sin permitir que se inmiscuyeran en el manejo del impreso, situación complicada en la época más difícil de la dictadura. Es más, mientras trabajé en El Atacama, me nombraron corresponsal de la Radio Cooperativa de Santiago y del naciente diario La Época y que me significó un sinnúmero de persecuciones, por lo que al final decidí salir de Copiapó y viajar a Santiago, a fines de 1988.

Pero volviendo al titular de esta crónica, generalmente los fines de semana, los viernes, ya cercana a la medianoche cuando estábamos terminando nuestra tarea en el diario, hacíamos una “vaca” y nos comprábamos una botella de pisco, bebidas y compartíamos un rato los que nos quedábamos hasta tarde.

En una de esas actividades, que coincidió con el inicio de la semana santa, decidimos irnos a continuar esta actividad a un lugar público, que se había inaugurado algunos meses, de propiedad de españoles y que ofrecía un gran espectáculo tipo revisteril santiaguino. El Cortijo se llamaba y su estrella principal era Alfonso El Malagueño y su ballet integrado por hermosas damas.

En ese entonces nuestro transportista era Samuel Ledezma, propietario de un muy bien cuidado Fiat 600, pequeño pero capaz de transportarnos a todos los íbamos a pasarlo bien: Samuel, Osman, Segundo, Adolfo y una muy querida compañera de trabajo que solo mencionaremos su nombre: Adriana. Ella era la administradora del diario y fue una excelente persona con nosotros “los miristas y comunistas” del diario.

Viajamos en el “FITO” pero llevábamos a tres pasajeros extras. Como al día siguiente comenzaba la llamada semana santa, Osman había encargado a Caldera a un pescador amigo tres congrios, los que le llegaron el jueves por la noche y esperaba llevarlo a su hogar para consumirlos con su familia los días siguientes. Pero insistimos en que nos acompañara y por tal motivo a la envoltura que traía desde Caldera le agregamos varios ejemplares antiguos del diario Atacama, para protegerlos de la noche y el frío copiapino.

El recinto quedaba en las afueras de Copiapó, camino a Tierra Amarilla en el sector conocido como Pueblo de San Fernando, en calle Los Carrera 2483. Llegamos al lugar y una vez estacionado nuestro transporte Osman no quiso dejar sus congrios al interior y bajo su gran paquete traído del diario y al ingresar al lugar fuimos recibidos por uno de sus dueños a quien todo le decían “El tío”. Nos ubican en una mesa frente al gran escenario y que íbamos cinco puso ese misma cantidad de sillas, pero Osman solicita una extra, “para los congrios” le dice al garzón que puso una cara como diciendo: “estos gallos están locos o me están agarrando pal’ leseo”. Le aclaramos que ni lo uno ni lo otro, eran congrios que nuestro colega llevaba para su hogar.

Allí estuvimos un  par de horas los cinco mirando el espectáculo al igual que los tres congrios que comenzaba a salirse de su envoltura y ya eran alrededor de las cuatro de la mañana, cuando a mi querido Osman le da hambre y empieza alucinar con  comer un carbonada de lapas, era Semana Santa, pero nadie pensaba en la festividad sino la ocurrencia de nuestro colega.

Salimos del lugar rumbo a la población Pedro León Gallo, donde se ubicaban en aquella época muchos locales denominado “para el remate”, es decir donde culminaba la “tomatera” y se podía comer de madrugada, ya en la mañana propiamente tal. Uno de ellos era “Donde Sanderson”, que llevaba el apellido del dueño, que atendía con sus hijas y otros familiares. Desgraciadamente era ya muy tarde y la cocina del lugar había cerrado; decidimos beber unos tragos y volver al centro de la ciudad donde Samuel nos repartiría a nuestros domicilios. Sin embargo, Osman insistía en su carbonada de lapas y Samuel se recuerda que frente al terminal agropecuario había una casona donde alojaban  camioneros y tenía un restorán clandestino.

Llegamos al lugar y se baja Samuel primero para averiguar sobre la famosa carbonada de lapa y vuelve cabizbajo pero con una leve sonrisa y nos dice: no hay carbonada de lapas pero si podemos comer caldillo de congrio.

Todos dijimos al unísono “siiiii”. Entonces le dice a Osman que le pase dos congrios y se guarde el tercero, ya que había negociado con la dueña del lugar que nos cocinara un caldillo de congrio a cambio de otro pescado para ella y además nos ponían de regalo una botella de vino blanco. Ya eran las siete de la mañana y no solo teníamos hambre sino que también sed y sueño.

Bueno finalmente ingresamos al recinto y toda esta aventura culminó como a las diez de la mañana de ese viernes santo y todos camino a la casa para dormir un poco y volver al diario porque había que preparar la edición del día sábado.

Osman aún vive en Copiapó y solo decir que fue y es un tremendo profesional  (ha escrito varios libros, fue profesor de la Escuela de Periodismo de la ex UCN y la dictadura lo relegó por varios años en Chañaral), y que siempre estuvo para mí y mi familia cuando enfrentamos duros problemas en Copiapó.

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