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Profesor Haroldo Quinteros Bugueño.-  Como tanto el sentido crítico como el común no es precisamente lo que abunda en Chile, es necesario más que... El negocio de la teletón sigue viento en popa.

Profesor Haroldo Quinteros Bugueño.- 

Como tanto el sentido crítico como el común no es precisamente lo que abunda en Chile, es necesario más que nunca volver al tema de la Teletón. A quienes entienden bien lo que hay tras este “big business”, sus vecinos les dicen: “¡qué importa que las empresas o Kreutzberger ganen plata con la Teletón si así se soluciona el problema de miles de niños discapacitados!” Cierto, pero eso implica que la Teletón, una empresa privada, ha sustituido a la sociedad – o sea, el Estado- en una función que le es obligatoria. Veamos:

De partida, no creo que Mario Kreutzberger ignore la reiterada condena internacional que se ha alzado contra la Teletón. A raíz de la versión mejicana de hace unos años, la ONU entró en el asunto. No lo había hecho antes, porque al fin de cuentas, este show se realizaba en países relativamente pequeños, como Chile. Méjico, en cambio, es inmenso, con más de 100 millones de habitantes, y su capital dista de unas pocas millas de la sede de la ONU. Pues bien, el Comité de Expertos en Materia de Políticas de Salud de las Naciones Unidas (UNHPE, su sigla en inglés)  emitió una declaración señalando, a la letra, que la Teletón “promueve estereotipos de las personas con discapacidad como sujetos de caridad”. Vale decir, hay aquí una denuncia, en cuanto la actividad es ajena al Derecho –cuestión de Estado- en el trato de la salud pública, mientras que, en su lugar, consagra la limosna –cuestión de privados- como método para la resolución de los problemas sanitarios o de cualesquiera otros que pueden afectar a una sociedad.

A esa declaración oficial de la ONU, se sumó la Asociación Nacional de Discapacitados de Chile (ANDCh), a través de su vocero y presidente Alejandro Hernández, que señaló: “Luego de más de 30 años trabajando por la integración social y laboral en discapacidad, es necesario y urgente que el comité de la ONU (UNHPE) sugiera al gobierno chileno no seguir aplaudiendo esta campaña que se realiza en Chile desde 1978 (…) Aplaudir la Teletón es celebrar la discriminación y segregación en que viven las personas con discapacidad en nuestro país, ” rematando su acusación con la dura acusación siguiente: «Este es el negocio del siglo para algunos. La Teletón no alcanza a atender al 0,8% de la población con discapacidad, que alcanza más de tres millones de ciudadanos en Chile. Entonces acá hay un gran negocio y atropello a los derechos humanos de los niños.”

 Las declaraciones de la ONU y la ANDCh obligan al trato crítico de lo que en verdad es más un bullicioso espectáculo que una “campaña del amor.” A partir de ellas, por lo menos, hay que dejar sentadas dos premisas: Primero, la Teletón exalta la limosna sobre el deber del Estado de hacerse cargo de la salud de la población, y con ello perpetúa esta irresponsabilidad estatal; y segundo, es un suculento negocio en el que se utiliza, contra toda ética, la situación de nuestros niños discapacitados, y más específicamente, de los provenientes de los sectores sociales de perfil económico deprimido.

Lo que vende la Teletón no es otra cosa que el abandono en que se encuentran muchos niños discapacitados, lo que convoca espontáneamente a la población a actuar. ¿Y el negocio? Veamos un poco de historia:

El inventor de la Teletón no es Mario Kreuzberger, como mucha gente cree, sino el fallecido actor cómico estadounidense Jerry Lewis, que la bautizó en referencia a la conocida carrera olímpica (“Marathon”, en inglés). Las diferencias entre la Telethon de Lewis y la Teletón de Kreutzberger son enormes. Kreutzberger copió a Lewis, pero tuvo la astucia de circunscribir su show sólo a niños. La Telethon de Lewis, en cambio, cubría a todo tipo de discapacitados.

¡Qué duda puede haber que más plata entra en un negocio si en él se utiliza a niños sin brazos o piernas! Lewis, aunque quisiera, no hubiera podido hacer lo que Kreutzberger ha hecho en Chile, porque en Estados Unidos la Ley no admite usar a niños en ningún tipo de campañas que impliquen obtención de dinero, cualquiera sea el objetivo que se pretenda conseguir, lo que significa que la “Telethon” de Lewis no es más que una colecta pública. No es así en Chile.

Las “empresas patrocinantes” de la Teletón, que obtienen publicidad gratuita, son seleccionadas por Kreutzberger, y, por cierto, es un misterio cómo estas empresas obtienen su cupo en ella. En una versión anterior, el entonces alcalde de las Condes, el militante de la UDI Francisco Javier de La Maza, requerido por Kreutzberger para promocionar el show en su comuna, calificó de “fraude” a la Teletón,  señalando: “La Teletón no puede estar anexada a empresas que pagan por participar bajo condiciones que desconocemos, y no tengo por qué autorizar campañas publicitarias de empresas que hacen negocio con la Teletón.»

La pregunta que quedó sin respuesta oficial fue a quién pagan esas empresas por participar en la Teletón, y en qué condiciones. Obviamente, Kreutzberger, el primer sospechoso, no se querelló contra De la Maza por sus dichos, y lo más importante:  el alcalde no se retractó de su acusación. Eso, sin mencionar la comisión sobre lo recaudado que se deja Kreuzberger por el espectáculo, que denunció la revista “Caras” en los años 90, y que el animador nunca refutó. Lo indesmentible es que, hasta el final de la jornada, la Teletón promueve los productos de las “empresas patrocinantes,” y la población, conmovida por la visión de niños sin brazos o piernas, los compra selectivamente. Llega la noche final y su show… con sus cantantes, orquestas y bufones, además de algunos políticos profesionales que también hacen sus payasadas (cómo se van a perder la oportunidad de cazar votos para las próximas elecciones), y las empresas abren sus chequeras.

¿Donaron o lucraron las empresas? Por supuesto, sólo lucraron, fieles al principio de Adam Smith “el único fin de una empresa es la obtención de utilidades.” Para empezar, por donar dinero a entidades “sin fines de lucro”, como está legalmente calificada la Teletón, se beneficiarán con una importante rebaja en sus impuestos al Estado. Como es obvio, este “sacrificio” estatal por la Teletón – de miles de millones- nos perjudica directamente a todos. Sin embargo, la ganancia empresarial mayor reside en el incremento adicional de sus utilidades en el período de promoción, un secreto muy bien guardado, aunque sería muy fácil averiguarlo: Simplemente, audítese públicamente el promedio general de las utilidades mensuales de las empresas desde la última Teletón, y compárese ese promedio con el de los meses del período de promoción. Si fuesen tan generosos los dueños de estas empresas, lo lógico sería que el plus comparativo de utilidades lo donaran íntegramente.

Como esto no se hace, sumada la exención tributaria, es de colegir que las empresas patrocinantes no dieron un centavo, porque sólo entregaron, para la foto, una ínfima parte de lo que ganaron gracias a la Teletón. En otras palabras, lucraron sin ningún escrúpulo con nuestros niños discapacitados, el Estado y el bolsillo de los ciudadanos comunes.

La verdad más innegable de todas es que mientras el Estado no se ocupe de nuestra población discapacitada, deber que le es natural, la Teletón no solucionará nunca de verdad el problema de la discapacidad, tal como lo señaló Hernández. En medio de tanta corrupción y cinismo que embarga a nuestro país, la Teletón no entra al baile como la “cruzada del amor,” sino como el “negocio del siglo,” como también acotaba Hernández.

2 respuestas a “El negocio de la teletón sigue viento en popa.”

  1. GUSTAVO VERGARA dice:

    Estimado Haroldo. Absolutamente en desacuerdo con tu crítica a la Fundación Teletón. Parcialmente de acuerdo en como obtiene su financiamiento. Es sabido que el Estado en Chile ha sido siempre un mal administrador y como tal no es capaz de cubrir todas las necesidades de los habitantes del país. Es por ello que existe Salud, Educación y Sistema Previsional administrado por privados que es mucho más eficiente que lo que el Estado hace o pueda intentar hacer al respecto .Lo mismo ocurre con la ayuda a los niños discapacitados. Al no existir un Organismo estatal que pueda atender a estos niños en su rehabilitación, felizmente esta función es asumida por la Teletón. Pero nada es gratis y necesita financiarse y es allí donde participan las empresas y el ciudadano común que hace su aporte, directamente poniendo plata de su bolsillo o indirectamente comprando los productos que están en la campaña. Hay que motivar e incentivar a la gente para que done, tocarle su fibra sentimental y a la vez mantener durante 27 horas permanentemente la atención en ella a través de un show televisivo que también tiene sus costos. Lo que las empresas donantes saquen de provecho es también un incentivo para que participen y sería absurdo que tuvieran que pagar impuestos por sus donaciones, castigarlas en lugar de premiarlas. Se dice que Don Francisco saca una tajada de lo recaudado y por supuesto si fuera así no estoy de acuerdo, no sería algo altruista, sería ensuciar algo tan lindo que se supone debe ser voluntario y sin remuneración. Finalmente profesor cuál es su propuesta o alternativa para atender a estos niños ? Me parece que no hay, pues si lleva 40 años funcionando gracias a este según usted tan mal modo, ya se habría creado otra alternativa distinta o complementaria. Saludos.

    • Haroldo Quinteros dice:

      Estimado Gustavo. Empecé mi artículo aduciendo que efectivamente la Telefónica realiza una función social i.portante, solucionanddoa el problema de la discapacidad en el país. Sin embargo,lea bien. Primero?solo lo hace en parte, y segundo, esa es tarea que debe umplir el Estado. Que el Estado funciona mal es otro asunto
      Finalmente, es indiscutible que es un negocio, cuyo sello no es ético. Piense en los dichos de Hernández como las críticas de la ONU ,que merecen la mayor atención. Saludos
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