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Prof. Dr. Haroldo Quinteros  Bugueño.- Hay chilenos que ingenuamente creen que la guerra de independencia fue entre Chile, que era colonia de España, y... Mitos y verdad histórica.

Prof. Dr. Haroldo Quinteros  Bugueño.-

Hay chilenos que ingenuamente creen que la guerra de independencia fue entre Chile, que era colonia de España, y los españoles. La verdad es que fue una guerra civil, entre “criollos,” los nacidos en la colonia. Estos estaban divididos entre patriotas y realistas. Los criollos patriotas preconizaban la idea que Chile debía alzarse contra el imperio español con el objeto de dejar de ser colonia y transformarse en una república independiente. Los criollos realistas, en cuya cabeza estaba la aristocracia de entonces, básicamente terrateniente agraria, y la Iglesia Católica, sostenían que la colonia debía seguir siendo tal; es decir, su autoridad mayor debía seguir siendo el rey de España.

Los ejércitos del bando patriota eran capitaneados por los criollos independentistas que bien conocemos, como los cuatro hermanos Carrera, O’Higgins, Manuel Rodríguez, Ramón Freire y otros. Los ejércitos realistas, si bien en sus filas militaban solamente criollos, eran dirigidos por oficiales militares profesionales españoles. En este nuevo aniversario de nuestra independencia (que, como lo hemos probado en artículos anteriores, no es de ninguna manera celebrable los 18 de septiembre), vamos a referirnos a Bernardo O’Higgins, uno de los patriotas fundadores de nuestra patria.

O’Higgins fue valiente hasta la temeridad, lo que registran nuestros más conocidos historiadores. Sin embargo, también cada uno de ellos lo describe como un político y militar dominable, voluble y de bajo criterio. Como es preciso eliminar mitos si queremos realmente conocer nuestra historia nacional, veamos:

En los inicios de su participación como revolucionario y político, O’Higgins fue un gran admirador de José Miguel Carrera, cronológicamente el primer Padre de la Patria. Bernardo no vaciló en ponerse a sus órdenes durante la Patria Vieja, cuyo fundador fue don José Miguel, al disolver el 4 de septiembre de 1811 la especie de ente parlamentario, continuador de la Junta Provisoria Gubernativa del Reino, real nombre de la falsa “Junta Nacional de Gobierno” (el nombre que se nos enseñó en la escuela), que criollos co – optados en su mayoría realistas, organizaron el 18 de septiembre del año anterior, con el único fin de expresar su lealtad al rey de España y, en su nombre, administrar la colonia hasta que éste fuese liberado por los franceses de Napoleón Bonaparte, que ocuparon España en 1810.

El primer gobierno de Chile, como nación, el de Carrera, fue depuesto por un breve tiempo cuando ya se venía la contra-revolución colonialista, en 1814, después de la derrota de Napoleón en Rusia y en la Europa occidental, en Waterloo. Los golpistas de entonces eran criollos honestamente convencidos que los hispanos volverían a América a recuperar sus colonias, una vez derrotado Napoleón. Pensaron que Carrera no podría resistir el ataque hispano, y había que entenderse con España y los realistas criollos. En otras palabras, según ellos la vuelta al colonialismo era inevitable, por lo menos durante un cierto lapso, lo que permitiría ganar tiempo para organizar un contra-ataque exitoso .

A la cabeza del gobierno que depuso a Carrera, estaba Francisco De La Lastra, a quien Carrera mismo designó como Director Supremo mientras él se ocupaba de la organización de la defensa militar del Chile independiente de entonces, el Chile de la Patria Vieja. Ya en el poder, De La Lastra se volvió contra su jefe, y sorprendentemente fue apoyado por Bernardo O’Higgins. Contra la voluntad de Carrera, O’Higgins firmó con el general español Gabino Gaínza el tratado de Lircay, que reconocía a Fernando VII, el rey de España, como la autoridad suprema de Chile y, por lo tanto, se volvía a 1810. El gobierno de De La Lastra-O’Higgins empezó por abolir la ley de libertad de comercio dictada por Carrera, una de las conquistas más apreciadas por los libertadores de todo el continente. También anuló todos los tratados comerciales firmados anteriormente por Carrera. Los textos escolares en Chile no dan debida cuenta de la acción contrarevolucionaria de De La Lastra, que llegó al extremo de eliminar la primera bandera y el primer escudo nacionales ordenados por Carrera en 1811.

Es decir, durante un año, flameó en Santiago la bandera de España, más otra de Chile-colonia. Sin embargo, lo que no calculó el gobierno de  De La Lastra y O’Higgins, fue que Carrera logró recuperar militarmente el poder. Los dos mayores patriotas de la gesta de la independencia nacional, O’Higgins y Carrera se enfrentaron en la batalla de Las Tres Acequias, en que venció Carrera. También sorprende que O’Higgins, derrotado por Carrera,  se pusiera de nuevo a sus órdenes. Carrera, con un criterio tan político como militar, confió en él y le entregó importante responsabilidad militar en el gobierno. Era la hora suprema de luchar unidos contra el imperio hispano.

En medio de una joven nación que había quedado seriamente dividida en ese año 1814 por el enfrentamiento entre De La Lastra-O’Higgins y Carrera en una guerra civil, las tropas realistas marcharon desde el sur contra Santiago para la recuperación definitiva de la ex-colonia. O’Higgins, en quien Carrera había confiado tanto, desobedeció su orden de atrincherar las tropas bajo su mando en la angostura de Paine, lugar en que podrían unidos no solo enfrentar, sino vencer, al ejército realista comandado por Mariano Osorio. Con la mayor parte de las fuerzas patriotas, O’Higgins se adelantó por su cuenta al sur, a Rancagua, con el desastroso resultado que se conoce. La colonia fue recuperada por España y la huida patriota a Argentina fue el trágico colofón de esa derrota.

Tres años después, los patriotas volverían a la carga desde Argentina, cruzando Los Andes en 1817. Carrera ya no estaba entre ellos. Hasta hoy se discute porqué tomó esa decisión, y porqué se volvió militarmente contra la logia Lautaro. En la colonia, sin embargo, su más conocido compañero de lucha en la Patria Vieja y seguidor, el guerrillero Manuel Rodríguez, fue cabeza de la resistencia armada contra los realistas durante la Reconquista. Su esfuerzo consiguió debilitar de tal modo al enemigo que, en 1818, los patriotas alcanzaron la independencia definitiva. En febrero de 1817, con O’Higgins al mando, los patriotas ya habían vencido a los realistas en Chacabuco, en una difícil batalla. En efecto, Chacabuco fue una batalla difícil, que por un momento se vio perdida. No obstante, don Bernardo probó ante Chile y el mundo su extrema valentía y terminó ganándola. El historiador Alejandro Chelén Rojas señala, probablemente con razón, que “su victoria se produjo por su arrojo, y no por su valía como estratega.”

 Fue un año después del triunfo en Chacabuco cuando O’Higgins proclamó la independencia de Chile; por lo tanto, a su vez, el 12 de febrero de 1818 fue nuestro primer día patrio. Ese mismo año, la contra – revolución realista probaría que aquella proclamación de independencia había sido prematura. Los realistas, bien pertrechados desde España volvieron al ataque, y una vez más, como en Rancagua, don Bernardo tomó una mala decisión militar. Pensando que las tropas realistas estaban en el sur, a la altura de Concepción, marchó hacia allá sin saber que el enemigo ya había avanzado hacia el norte. A la altura de Talca fue sorprendido por los realistas en Cancha Rayada. La victoria realista fue otro desastre para la novel nación. Herido en un brazo, O’Higgins y los soldados que lograron escapar del ataque volvieron diezmados a Santiago.

Los realistas anunciaron que don Bernardo había muerto en el combate y la desazón de los santiaguinos patriotas fue mayúscula. Afortunadamente, los ánimos volvieron a subir al llamado de Manuel Rodríguez con su famosa arenga que comenzaba con el grito “¡Aún tenemos Patria, ciudadanos!”  El ejército patriota se rearmó y con José de San Martín a la cabeza, venció en Maipú a los realistas el 5 de abril de 1818. El gobierno del país pasó quedó entonces en las manos de O’Higgins.

En su gobierno, O’Higgins demostró su personalidad dominable, como lo señala textualmente Vicuña Mackenna. Según este historiador, O’Higgins, “extrañamente,” tuvo de consejeros mayores a convencidos ex-realistas, como José Rodríguez Aldea, la exacta réplica contraria a los ideales liberales y republicanos que inspiraron la lucha de los revolucionarios independentistas de toda América, entre los cuales figuran precisamente los hermanos Carrera y Manuel Rodríguez. Sin la acción guerrillera de este último, durante los tres largos años de reconquista, no hubiese sido posible el triunfo en Maipú, como lo reconoció explícitamente San Martín. En la muerte de aquellos cuatro patriotas, estuvo indiscutiblemente la mano de O’Higgins. Carrera se había opuesto militarmente al gobierno argentino, la sede mayor de la Logia masónica Lautaro, la mentora ideológica de la revolución de la independencia de América.

Luego de ser vencido, fue fusilado, lo que O’Higgins -obediente miembro de la logia- celebró en Chile enviando una encomiástica carta al gobierno argentino. El tipo de Estado propuesto por la logia, a pesar de decirse inspirada en Rousseau, no era dar inicio a algún tipo de democracia en las ex – colonias, sino aquel sujeto a la égida indefinida de una dictadura. Por cierto, es comprensible que conspicuos contrarios a esta propuesta, como los hermanos Carrera, fueran finalmente eliminados por la logia, puesto que se alzaron en armas contra ella. No obstante, este no es el caso de Manuel Rodríguez, que, a diferencia de los Carrera, no abandonó la logia ni se rebeló contra el gobierno de O’Higgins, aunque fue crítico a él. Rodríguez fue abruptamente encarcelado y luego asesinado en Tiltil, de manera tan secreta como vil, obviamente por orden de O’Higgins.

En esa convulsionada época, era imposible proclamar la democracia como el tipo de Estado que debían regir las nuevas naciones, pero Rodríguez, como el primer precursor del ideal democrático nacional, propuso a O’Higgins gobernar la naciente nación si no de manera conjunta, en forma alternada cada cierto tiempo que se acordara. Por supuesto, la respuesta de O’Higgins y, de la logia, fue negativa y, por añadidura, la decisión fue eliminarlo. No terminaría aquí esta tragedia. Muertos sus cuatro más importantes detractores, O’Higgins persiguió sin tregua a otros patriotas a los que acusó de «carreristas.» Las primeras víctimas fueron doña Javiera Carrera y su padre don Ignacio, a quien, para humillarlo, obligó a pagar los gastos del fusilamiento de José Miguel. O’Higgins también persiguió a otros dos patriotas, como a los dos hermanos de Manuel Rodríguez, Carlos y Ambrosio, sobre quienes decretó el despojo de sus bienes y su expulsión del país.

La verdad es dura, pero es ésta, y no otra.

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