A cinco años de la catástrofe…Terremoto en Iquique y Psicología de la Emergencia
Opinión y Comentarios 2 abril, 2019 Edición Cero
Yisel Zarricueta Rojas, Psicóloga
Escuela Ignacio Domeyko, Chañaral (*)
“Psicología de la Emergencia y el terremoto de Iquique, una mirada a través de la experiencia dentro de un campamento de damnificados”- A cinco años de la catástrofe…
Durante los días 1 y 2 de Abril del año 2014, las regiones de Arica y Parinacota y de Tarapacá, se vieron afectadas por dos movimientos telúricos de gran magnitud que alteraron la salud mental, el bienestar psicológico y el diario vivir de gran parte de la población. Más allá de los daños materiales, ambos sismos junto a las alarmas de tsunami, afectaron emocionalmente a gran parte de la población, causando un alto temor y, como era de esperarse, dificultades para conciliar el sueño.
La mayoría de las personas, como medida precautoria, optan por abandonar sus hogares y evacuar a zonas de seguridad; por esta razón, y también pensando en las personas damnificadas, las municipalidades de las distintas comunas habilitan centros de albergue y hospitales de campaña.
Ante estos fenómenos, la Psicología de la Emergencia, con el fin de responder a estas situaciones, postula la implementación de políticas de prevención, intervención y recuperación tanto de personas como de zonas afectadas.
El manejo de situaciones de emergencia requiere especialistas y organismos que planifiquen acciones y estrategias que busquen disminuir las consecuencias de siniestros en forma activa. Como esquema de trabajo en catástrofes naturales se sugiere tener presente cuáles son los recursos humanos con que se cuenta; los locales o albergues destinados para dichos efectos y la implementación adecuada de ellos. Pero el aspecto más importante es la organización previa mediante ejercicios permanentes.
Una situación de emergencia puede definirse como “una situación inesperada que irrumpe de manera violenta el curso normal de nuestras vidas”. La emergencia afecta de manera integral nuestra existencia como personas, como comunidad e, incluso, como país, obligándonos a redefinir nuestros proyectos de vida.
El carácter imprevisto, violento y masivo de la emergencia desborda la capacidad de los individuos y grupos para responder de una manera efectiva, generando miedo, angustia y diversas reacciones a nivel emocional y afectivo.
La emergencia provoca rupturas en el diario vivir de los afectados; fragmentando los vínculos sociales y alterando de manera radical nuestra vida cotidiana. En ocasiones, una situación de emergencia nos obliga a desplazarnos hacia otros lugares y a convivir con personas a veces desconocidas. De este modo, a las pérdidas directamente producidas por la emergencia, se suma el desarraigo de la comunidad de origen; produciéndose una ruptura en las redes de apoyo mutuo (familiares, vecinos, amigos, etc.).
Sin embargo, el desastre no afecta a todos de igual manera. Su impacto varía dependiendo de diversos factores tales como: nuestros recursos personales, el tipo de pérdidas sufridas a raíz de la emergencia, el momento de la vida en el cual ocurrió la emergencia, las redes sociales de apoyo activadas antes, durante y después de la emergencia, los recursos materiales disponibles, los recursos psicológicos y afectivos, etc.
Durante y después de una emergencia, las personas y los grupos reaccionan de modo activo para apoyarse mutuamente con el fin de salvar sus vidas y bienes materiales. Las personas no permanecen como víctimas pasivas. Sin embargo, en ocasiones, el carácter inesperado, violento y masivo de los sucesos desborda la capacidad de respuesta de la gente y hace difícil una coordinación efectiva de los esfuerzos por responder a la emergencia. Es por esto que en el plano emocional, las emergencias provocan una serie de reacciones que son completamente normales ante la situación vivida. Dentro de estas reacciones, generalmente se cuentan: tristeza, dificultad para conciliar el sueño, miedo, etc.
“La vida en el Campamento”
Tras estos sucesos en el 2014 y como estudiante en práctica, enmarcándome dentro de un Enfoque Comunitario, decido trasladarme a uno de los campamentos habilitados por el municipio con el objetivo de apoyar a las víctimas de este fenómeno natural. Este trabajo en terreno fue realizado a través de una mirada integradora desde la que sujeto y comunidad se abordaron como expresiones de un mismo proceso, como realidades integradas que se influyen mutuamente.
Tomando en cuenta a la persona como una totalidad dentro de un mundo social, se utilizaron estrategias que se orientaron en principios psicosociales que integraron, antes que nada, el vivenciar de los afectados, como los significados entregados a los hechos experimentados, las dinámicas sociales y los procesos colectivos que surgieron en este nuevo espacio vital.
Dadas las condiciones del lugar y al ser un estilo de vida temporal, se constituye un proceso comunitario que nace desde la emergencia por lo cual cada miembro de esta nueva comunidad se ve en la obligación de compartir y vivir con personas a quienes, en su mayoría, no conocía anteriormente. Es por esto, que tras esta situación de crisis se constituye la comunidad dentro de un espacio determinado.
Por otro lado, dentro del campamento, también surge un proceso de formación de identidad. Desde este punto de vista, se genera una identidad corta dentro del campamento AFI “Tierra”. Tras los sismos los miembros de la comunidad empiezan a compartir valores, emociones, vivencias, experiencias y una nueva forma de vida. Esto, permite que ellos se sientan como una nueva comunidad diferente a otros grupos de damnificados.
Debo mencionar que, mi intervención se centró, principalmente, en la recuperación del bienestar psicológico de los niños quienes fueron los que se vieron más afectados debido a que nunca había vivido fenómenos de esta magnitud. A pesar de ello, como futura profesional, debí realizar un sinnúmero de intervenciones en crisis a adultos y adultos mayores albergados en el Estadio Tierra de Campeones.
Fue de vital importancia la realización de orientaciones, ejercicios y actividades que promovieran el bienestar psicológico y la salud mental de los damnificados, sobre todo de los niños. Estas actividades se enfocaron en la recuperación y la reconstrucción de sus vidas cotidianas y en la potenciación de sus propias capacidades y recursos con el fin de que lograr superar la situación vivida, favorecer la autonomía e incentivar la participación.
Cabe destacar que, debido a que cada persona reacciona de manera distinta ante una situación de emergencia, es imposible diseñar a priori una estrategia de intervención válida para todos los casos. Por esta razón, uno de los ejes principales de esta intervención se centró en la organización de actividades en las que los afectados tuviesen la oportunidad de comentar lo ocurrido, narrar de qué manera se vieron afectados y cómo se sintieron en relación a la situación que experimentaron para, así, disminuir el estrés postraumático que, en muchos, generaron estos eventos.
Si bien, el principal objetivo fue brindar contención emocional a los damnificados, surgen diversas tareas tales como: mejoramiento del entorno alterado y de las relaciones sociales que se vieron deterioradas, recuperación de las redes sociales de apoyo como fuente de ayuda, talleres de recreación, apoyo pedagógico a niños albergados, fortalecimiento de habilidades sociales, etc.
Sin embargo, la actividad más potente, se enfoca en la realización de un cuento ilustrado, por parte de dos niñas, en donde relatan los sucesos vividos, cómo éstos les afectaron y cuál fue su experiencia dentro del campamento. Finalmente, este cuento más el trabajo en terreno realizado, se realiza una exposición en la Casa de la Cultura de la ciudad de Iquique en donde se muestra el trabajo realizado con los más pequeños; hecho que permite, a la población iquiqueña, visibilizar la situación que afectó a muchas familias.
A modo de crítica…
Por un lapso de aproximadamente tres meses, acudí, día a día, al Campamento Afi “Tierra”. Debo mencionar que, durante el primer encuentro con dicha comunidad, los afectados toman una actitud de desconfianza y lejanía llegando incluso, a una forma de expresión un tanto agresiva, todo esto dentro de un marco de respeto. El principal argumento de esta actitud de su parte fue que, durante los días previos a mi llegada, habían sido visitados por múltiples profesionales del área de las ciencias sociales quienes, tras ofrecer su ayuda, apoyo y orientación, no volvían a regresar.
Ante esta actitud defensiva, debí buscar estrategias que me permitieran un acercamiento real a la comunidad para que confiaran en que yo iba a regresar. Por esta razón, y a partir de mi práctica profesional, se genera un espacio de acompañamiento, de estar ahí, con sentido y pertenencia, para promover relaciones de colaboración desde la confianza lo cual se logró con mi asistencia día a día, con apoyo y orientación sobre decisiones o planes de acción a seguir.
De este hecho surge una de las principales críticas al plan de emergencia que se abordó. Existen muchos profesionales pocos comprometidos con el bienestar de la comunidad. Tal como lo mencionaron los mismos damnificados, hubo una gran cantidad de profesionales del área de las ciencias sociales que solamente iban a observar lo sucedido y no volvían a regresar, descuidando el bienestar de quienes, en ese momento, más lo necesitaban. Gracias a mi experiencia directa, logré comprender ese descontento, esa desmotivación, esa desconfianza ya que, tal como los mismos miembros de la comunidad señalaron, esperaban contar con el apoyo de aquellos “profesionales” que acudían constantemente y no sentirse como “objetos de observación”.
Además, también considero que, uno de los principales inconvenientes asociados a situaciones de emergencia, se distinguen en los planes de políticas públicas implementados para afrontar estas situaciones. Éstos no sólo incluían el tema de vivienda sino que también alimentación y abrigo. Lamentablemente, en los ámbitos de alimentación éstos fallaban en el horario que correspondían, llegando tanto almuerzos como cenas con horas de retraso. Por otro lado, en el tema vivienda, sobre todo en el ámbito de la reconstrucción, los progresos fueron bastante lentos no sólo para los integrantes del campamento AFI “Tierra” sino que para todos los damnificados de la ciudad de Iquique.
Tras mi experiencia, considero de vital importancia que los gobiernos trabajen mano a mano con profesionales de la salud y de las ciencias sociales con el fin de generar estrategias que nos permitan abordar estos sucesos de una manera eficiente con el fin de evitar repercusiones negativas en el diario vivir de los afectados.
Por otro lado, ante situaciones como estas, nosotros como profesionales y/o futuros profesionales, debemos generar una consciencia social que nos permita comprometernos al máximo con la recuperación del bienestar y la salud mental de los afectados y con la reconstrucción de este entorno social que se vio alterado, entregando herramientas que le permitan a la propia persona ser parte de su cambio.
Es importante que el profesional participe de manera intensa, que realmente se involucre con la comunidad en la que se está realizando la intervención; teniendo en cuenta factores que incluyan a la persona, su entorno, la comunidad y el ambiente para así, lograr la propia incorporación, del profesional, al entorno social en el cual se está interviniendo. Tras lograr esto, podremos ser capaces de crear estrategias que favorecerán el crecimiento individual y grupal de sus miembros, promoviendo sus capacidades, habilidades y recursos propios con el fin de potenciarlos a ellos mismos como el motor de lucha y, por ende, de su propio cambio. Así, el profesional logrará insertarse dentro de la comunidad y será capaz de generar un verdadero aporte para lograr el restablecimiento del entorno que se vio afectado.
Hoy, a cinco años de esta tragedia, reflexiono sobre la experiencia que viví, esa experiencia en la que viví más fuerte que nunca el centralismo en relación a las políticas públicas que se implementan ante catástrofes; pude experimentar, de manera directa, el dolor y la frustración de aquellos que, en algún momento, no tuvieron voz pero que, a pesar de ese oscuro momento, tuvieron la resiliencia de sobrellevar de manera positiva la situación que los afectaba.
Hoy, a cinco años, doy las gracias a cada una de aquellas personas que, en ese difícil momento, me acogieron como “una más del grupo”, gracias por compartir parte de sus vidas conmigo, gracias por colaborar de aquel proceso que era completamente ajeno a sus vidas, gracias por una experiencia inolvidable.
A cinco años, sólo puedo decirles: ¡gracias por todo queridos compañeros!, la lucha continúa…
*Durante su trabajo con los niños del campamento, la autora del artículo motivó a los niños y niñas para que expresaran mediante dibujos, la forma cómo vivieron el terremoto. Los trabajos, posteriormente fueron expuestos en la Casa de la Cultura de Iquique. En la fotografía de inicio muestra el libro en que el afiche de la exposición del terremoto, con dibujos de niños y niñas, es destacado por su originalidad.