Humberto Lizardi Flores
Opinión y Comentarios 11 abril, 2017 Edición Cero
Haroldo Quinteros Bugueño/ Profesor.
Este 10 de abril de 2017, Humberto Lizardi Flores habría cumplido 69 años. Escribo sobre él, precisamente en esta fecha, porque sé que muchos iquiqueños no lo conocieron o no lo conocieron bien, y si son jóvenes, quizás no hayan oído siquiera mencionar su nombre. Fui muy cercano a Tito. Debo ser una de las personas que más compartieron con él en su vida. Al recordarlo, no siento que sería leal con Tito si sólo lo evocáramos como un buen muchacho, bien inspirado, y que por mala suerte, fue asesinado en Pisagua.
No, claro que no. Tito fue un combatiente social, y siento que está presente y actuando en primera línea en cada manifestación gremial o política que se realice en su Iquique por más justicia social. Pocas horas antes que a Tito lo sacaran de su celda para asesinarlo, me dijo, casi textualmente: “no tendrá ninguna razón mi vida ni mi muerte si la lucha en la que estoy empeñado, no continúa, y si otros no la continúan.” Es decir, en una semblanza a Tito, es de respeto a él, en primer lugar, hablar de sus ideas políticas, y difundirlas, puesto que la política fue la principal razón de su vida, y también la de su muerte.
Tito fue uno de los tantos jóvenes mártires cuyas vidas fueron tronchadas luego del advenimiento del cobarde, traicionero y sangriento golpe militar fascista de 1973. El ideario de Tito y de todos ellos es exactamente lo opuesto al régimen instaurado en Chile por la fuerza bruta en 1973. Me refiero, obviamente, al esquema económico neo-liberal, que condiciona la vida entera del hombre a los impredecibles avatares de la circulación del dinero. En él, lo que no reporta beneficio financiero inmediato no sirve, y los valores humanos fundamentales e imprescindibles como la solidaridad, la compasión y el compartir de verdad, son inexistentes.
El neo-liberalismo es la etapa siguiente que siguió al tradicional régimen capitalista chileno, interrumpido por sólo tres años, entre 1970 y 1973 por el gobierno nacional, constitucional y popular del Presidente Salvador Allende. La reposición del sistema fue sangrienta, porque se había dado inicio a una nueva época. Era un cambio demasiado atrevido para la vieja lógica del capital y del aliado externo, el imperialismo de los Estados Unidos, y su respuesta, que siempre ha sido sanguinaria, finalmente llegó. Entre los jóvenes mártires de ese fatídico 1973, destaca el brillantísmo joven intelectual y político de izquierda Humberto Lizardi Flores.
Algunos años antes, con Tito y otros amigos de entonces, estuvimos entre quienes iniciamos la Universidad de Iquique, en l966; él era alumno, y yo tuve el honor de ser su profesor. Tito fue un brillante estudiante, poeta, gran exponencista y polemista. Era, además, un excelente amigo, honesto e incapaz de la más leve deslealtad con nadie, ni siquiera con sus contrarios en las ideas. En el fondo, todas aquellas cualidades no eran sino la expresión de su vocación de servidor y reformador social. Me consta que estudió Educación con gusto y gran amor, porque, como el decía, esa era la única profesión que le permitía el contacto humano con grandes grupos de personas, y con los mejores y más sanos, los niños y los adolescentes. Tito era, desde lo más profundo de su alma, un maestro: buen expositor de su ciencia, orientador y consejero sin par.
En su espíritu, marchaba junto a ello una ansiedad irrefrenable por cambiar el mundo, como el mismo decía, parafraseando a Cervantes, «por enderezar entuertos». Leía y releía el Quijote, y seguía paso a paso, y fielmente, la ruta de Ernesto Ché Guevara en el mundo, en Africa y en Bolivia. Esa permanente actitud de lucha, fue la característica que más lo identificaría. Las primeras expresiones importantes de llevar a la práctica su ideario, se dieron precisamente en la universidad, en sus tiempos de estudiante.
La Universidad local de entonces, gratuita y popular, apenas se insinuaba como tal, en un mundo en que había que hacer muchas cosas. Lo primero que hizo Tito, una vez elegido por sus compañeros Presidente del Centro de Alumnos, fue establecer una definición de Universidad para países como el nuestro, dependientes y en desarrollo. La Universidad, declaró mil veces, debe estar al servicio de la sociedad, tal como lo declarara su fundador Andrés Bello en 1843. La Universidad, si es verdadera, decía, debe identificarse claramente por el cambio social, particularmente en favor de los pobres. Publicó en hojas mimeografeadas opúsculos sobre temas sociales y literarios, organizó periódicos, diarios murales y revistas universitarias proclamando ese principio. A la vez, a pesar de una porfiada asma que con cierta frecuencia lo agobiaba, organizó y participó en trabajos voluntarios y cursos de extensión universitaria. Sus ideas tomaron forma definitiva cuando se declaró públicamente creyente cristiano y a la vez marxista.
Hablo de l966, en que los movimientos socialistas cristianos apenas tenían una breve expresión en revistas jesuitas o en círculos de curas obreros. En muchas de nuestras conversaciones, a solas o con otros amigos, repetía que los conceptos explotación, alienación y lucha por la Justicia social proclamados en la filosofía y doctrina política de Marx están claramente antedichos en el Evangelio, en el apóstol Santiago e, incluso, en pasajes del antiguo Testamento. Poco tiempo antes del golpe de 1973, su convicción que la vía revolucionaria era el único método para alcanzar la sociedad nueva, lo condujo a las filas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. La decisión de Tito puede discutirse, pero lo que es incontestable es que tenía razón en que al fin y al cabo no puede aspirarse al cambio social sin resolver el problema de la respuesta armada de la clase económicamente dominante y demás sectores reaccionarios, de dentro y de fuera del país.
Tiro fue consecuente siempre con lo que creía. Hoy, en que el decoro y la falta de consecuencia parece filtrarse por todas partes; cuando las claudicaciones a los principios, el oportunismo político, las volteretas y las ambiciones por el poder son cosa de todos los días , digamos que la consecuencia, verdadera convicción y generosidad constituyen el legado moral de Tito, especialmente para la juventud.
Humberto Lizardi, al igual que todos aquellos jóvenes mártires, creyeran o no en esa vía revolucionaria, no alcanzaron ni siquiera a defenderse del embate del fascismo. La derecha, que ya contaba secretamente entre sus filas a la camarilla militar sediciosa, ya había organizado y con mucha antelación el sangriento golpe contra el gobierno constitucional de Salvador Allende.
Este día 10 de abril, día del cumpleaños de Humberto Lizardi Flores, reafirmemos la certeza que su nombre, así como el de Freddy Taberna, José Sampson, Juan Antonio Ruz, Luis Toro, Rodolfo Fuenzalida, Germán Palominos, y tantos más jóvenes buenos, valientes y llenos de ideales nacidos en Iquique, que no querían otra cosa que no fuera la felicidad de su pueblo, serán objeto habitual de homenaje y ejemplo a seguir. Ello sólo será posible si seguimos manteniendo vivo su recuerdo y su ejemplo.
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