Adiós, querida iglesia San Francisco
Opinión y Comentarios 16 octubre, 2024 Edición Cero
…A los miles que se bautizaron, casaron o participaron de las kermesses y obras de teatro en sus salones. A todos quienes alguna vez visitaron la parroquia convento, y especialmente a los vecinos que viven y vivieron en el barrio Latorre…
Ricardo Olivares Muñoz, Vecino nacido y criado en el barrio Latorre. Sociólogo de oficio.-
Mi abuela Teresa Vicencio Ríos (Q.E.P.D.), cavanchina, hija de pescador, llegó al barrio Latorre en la primera mitad de la década del 40 del siglo pasado, a vivir a la casa de la familia del abuelo Carlos Muñoz Olazábal (Q.E.P.D.), cuando se casaron, en calle Latorre 1408 (calle Almirante Latorre con calle 21 de mayo).
Mi madre, Hermelinda, nacida en 1945 en la casa con ayuda de una partera, como se solía practicar en la época, vivió la mayor parte de su vida en el barrio, cuya Iglesia con sus dos torres se levantaban imponentes sobre el Iquique de la década del 50. Mis hermanos y yo, crecimos jugando junto a otros niños del barrio en las veredas externas y patios interiores de la iglesia San Antonio de Padua, donde hubo una escuela y un convento Franciscano, razón por la que la comunidad iquiqueña la llamábamos Iglesia “San Francisco”.
En los tiempos de mi abuela y mi madre era común ver a los curas franciscanos belgas que usaban sotana, a la vieja usanza.
A mediados de los 70, durante la dictadura militar, funcionó un comedor infantil comunitario, donde un grupo de jóvenes del “grupo juvenil” de la parroquia oficiaban como monitores y guías en talleres de teatro y reflexión en torno a valores comunitarios.
Especiales recuerdos quedan en la memoria colectiva de las Semanas Santas en el barrio, antes de la aparición de la tradición de subir al cerro, cuando todavía se realizaba otra popular tradición, “El Encuentro”; procesión en que hombres y mujeres, portando velas, hacían recorridos distintos hasta encontrarse frente a la iglesia.
Cómo olvidar los martes y jueves de misas de San Antonio, al bonachón del padre Domingo (Q.E,P.D.) y al belga padre Lorenzo (Q.E.P.D.), quien, ya septuagenario y calzando su clásica sotana café y cordón blanco al cinto (cíngulo), recorría las salas del hospital de Iquique, cantando y pidiendo por la salud de los enfermos; hablando con ellos e insuflándoles ánimo.
Tampoco olvidaré aquellos días cuando, siendo niños, la iglesia abría todas sus puertas, incluidas las que daban a la calle 21 de Mayo, e instalaban canastas de mimbre con el llamado “pancito de San Antonio” (pan dulce de anís), que ofrecían gratuitamente a la comunidad.
Quedarán en los registros de mi memoria, para siempre, los bautizos en que mi hermano menor, “Carlanga”, y sus compinches, “Pato” Manzano y Rolo ”Aguirre”, se apostaban a la salida de la iglesia para gritar el clásico “¡…Padrino Cacho…”, luchando luego por hacerse de las monedas que el padrino de la criatura bautizada, según sus posibilidades y generosidad, les lanzaba.
También recuerdo cuando, en mi adolescencia, con mis yuntas del barrio, Marco y los dos Reinaldos, solicitamos permiso a los curas para subir a una de las torres. Reinaldo Araya, que tenía más acceso a recursos que nosotros, tenía una cámara fotográfica con la que capturó algunas fotografías en aquella torre, que hoy son un tesoro de vida.
En fin, el hecho es que hoy nuestra querida y patrimonial iglesia, con sus características dos torres, sucumbió ante el fuego, que todo lo consume, producto, quizás, del olvido de nuestros patrimonios y la falta de mantención y restauración que esto trae aparejado, o, por qué no pensarlo (ante la posibilidad de que el fuego haya sido intencional) debido a quién sabe qué intereses y apetitos corporativos sobre no sé qué parte del botín, por razones desconocidas, pero sospechables.
Para los Iquiqueños y la comunidad del barrio Latorre, sólo quedan recuerdos bajo las cenizas y escombros de esta magnífica obra arquitectónica, que funcionó y acompañó a las familias iquiqueñas desde 1904. Todo un monumento histórico y símbolo de la ciudad (junto a la Catedral, La Gruta de Cavancha y el Buen Pastor), del cual nos quedan también los diversos y profundos significados que tenía esta querida iglesia para cada uno de nosotros, que fuimos testigos de su presencia en el espacio urbano del barrio, experimentándola como parte de nuestras historias de vida e identidad colectiva, más allá de la legítima devoción religiosa que algunos profesan.
Adiós, querida Iglesia San Francisco, abatida por el fuego a los 120 años de edad (Q.E.P.D.)
Estimado amigo, excelente relato de nuestra historia de vida, forjada a los pies de la iglesia San Francisco. Mi madre Carmen Berríos (QEPD) junto a mi hermano Juan Cayazaya, en varias ocasiones colaboraron limpiando la iglesia. Como bien lo expresaste, como olvidar las jornadas «Del Encuentro» que regularmente se hacia en la madrugada (época de dictadura).
Un abrazo a la distancia.
Muy buena Nota, Don Ricardo. Nos arrebataron una parte de Nuestras Vidas, pero, por milagro de Dios, no hubo pérdidas humanas. También recordar al señor Montalva, cuya labor era tocar las campanas y mantenía el Aseo de nuestra querida Iglesia. Esperar, que la Autoridad, la Comunidad Franciscana e Iquiqueños nacidos en esta hermosa tierra, colaboremos y participemos, en la reconstruccion de esta Iglesia, que está arraigada en el corazón de todos nosotros. Gracias Don Ricardo
Son recuerdos, el pasado de muchos, también el mío, que no se olvidará jamás, junto a la testigo, la iglesia San Antonio de Padua, que ahora yace en las cenizas. Espero que se realicen las instancias para que la levanten, para continuar su legado, con ésta y las generaciones que vendrán.
Gracias Ricardo, por refrescar la memoria con tan lindos recuerdos, un abrazo.
Excelente comentario e historia de vida Ricardo, solo esperar que la reconstrucción sea en breve tiempo, respetando la estructura arquitectónica y visión a la que tanto estábamos acostumbrados.