Tercera Parte: ¿Cómo ingresar a una embajada en octubre de 1973?
A 50 años del golpeOpinión y Comentarios 10 julio, 2023 Edición Cero
El “once” golpista y tres sucesos que marcaron nuevo rumbo en mi vida
Adolfo Vargas Jofré, Periodista UCN. Desde La Tirana.-
Las primeras semanas posteriores al golpe cívico militar fueron de mucha desinformación y prácticamente lo que se sabía nos llegaba a través de los medios de comunicaciones que permitió Pinochet, por lo que muchas noticias nos resultaban casi inexplicables.
De los diarios de circulación nacional sólo llegaban a la ciudad de Arica El Mercurio y La Tercera de la Hora (hoy La Tercera) y de las radios en el aire en la práctica lográbamos escuchar a veces Portales, en manos de los militares y Televisión Nacional, que se conectaba con Santiago en el momento de las noticias.
Mucha información la lográbamos recoger en las calles, cuando podíamos salir por algunas horas en busca de algún conocido, pero la gente estaba atemorizada y escasamente salían a comprar al almacén de la esquina.
Así las cosas, igual pude conocer los problemas que estaba enfrentando Iván Barbaric Sciaraffia, mi cuñado en ese momento, quien a la fecha estaba por cumplir 19 años y había ingresado a la carrera de Economía de la Universidad de Chile, sede Valparaíso. De la “salvada” que tuvo Iván durante el golpe que lo pilla en ese puerto escribiré en otra oportunidad, porque fue algo casi increíble.
Pero de la que no se salvaría sería de su búsqueda en Iquique, donde aparece en el listado que publicó el diario El Tarapacá de esta ciudad, correspondiente los primeros bandos emitido por el Jefe Zona de Estado de Sitio, el general Carlos Forestier. Muchos de ellos fueron fusilados, otros lanzados presumiblemente al mar o enterrados en el desierto y en la zona del puerto de Pisagua.
Desde Santiago, donde había logrado refugiarse Iván, llama a su madre y ella se comunica conmigo para consultarme que hacía. El estaba en la casa de sus tíos, que apoyaban el golpe y que lo aconsejaban entregarse a los militares.
“Tú eres un muchacho joven, estudioso y que nos has cometido ningún crimen. Ándate a Iquique y entrégate, estamos seguros que te dejaran libre”, le decían permanentemente sus tíos, en la inocencia de quienes aún no le tomaban el peso a lo que ocurría.
Obviamente mi respuesta fue: “ por ningún motivo”. Y decidí viajar a Santiago para juntarme con Iván y ver alguna forma de sacarlo del país. A través de un primo, Manuel, que en ese momento hacía su servicio militar, supimos que había orden de dispararle en caso de no entregarse. Y obligaron a su primo hacer guardia 24 horas frente al hogar de la madre de Iván en las calles Errazuriz con Thompson.
Nuestro encuentro en la capital fue más de hermanos que de cuñados, porque como se iban desarrollando las cosas ya presentíamos que los hechos irían empeorándose cada vez más.
Pero eso no impidió que ideáramos un plan para lograr “meter” en alguna embajada a Iván y luego él vería cómo ayudar a la familia que se quedaría en Chile.
¿Cómo hacerlo? Se nos ocurre tomar la guía telefónica de Santiago y ubicar direcciones de algunas embajadas que no estuvieran muy lejos de donde vivíamos. Estábamos en casa de los tíos de Iván, en la Villa Santa Elena, Paradero 7 y medio de la avenida Vicuña Mackenna.
La más cercana, la embajada de Argentina, ubicada a la altura del número 45 de dicha avenida, casi a una cuadra de la Alameda. Salimos en micro hacia el lugar, pues el metro recién estaba en construcción la Línea 1 y tenía el despelote a la Alameda.
Llegamos al lugar y pasamos raudos por la zona, pues casi en la puerta de la sede diplomática había una patrulla militar, más allá un vehículo de la Policía de Investigaciones, hoy PDI, e incluso un jeep con metralleta y todo de la FACH. Ya deben imaginarse que nuestro paso por el lugar resultó casi un suicidio, pero salvamos la situación y terminamos caminado hasta casi donde estaba en ese entonces las oficinas del diario La Tercera de la Hora.
Segundo intento, un par de días después. Vimos en la guía que la embajada de Alemania Federal ( había dos Alemania, la República Democrática de Alemania, RDA y la Federal) tenía un consulado en el centro de Santiago, en la calle Agustinas frente al Teatro Municipal. Era un edificio pequeño, de 6 pisos y el consulado estaba en el cuarto. ¡Oh sorpresa!… no había guardia militar en las afueras y nos montamos en el ascensor rumbo al cuarto piso.
Cuando se abre la puerta del ascensor, frente a nosotros dos miembros de la Fach con metralleta nos quedan mirando y nosotros no sabíamos qué hacer; menos mal que iban otras personas en el ascensor y llegamos hasta el sexto piso y de allí volvimos a la calle con un terror de que alguien nos viniera siguiendo. Fue tanto, que caminamos hasta Recoleta y nos metimos a un teatro de variedades que había en las primeras cuadras de esa arteria: El Burlesque. Allí anunciaban a Daniel Vilches y algunas vedettes y otros artistas. La función se iniciaba a las 18.00 horas y duraba 60 minutos, pues el toque en Santiago era a las nueve de la noche.
Luego de un pequeño receso se reinicia la función, con un público calculado en unas 80 personas, cuando en la semioscuridad alguien grita: Viva el compañero Allende muerte a Pinochet. Se encienden las luces del teatro y queda la “arrancadera” del público asistente incluidos Iván y yo.
Salimos a la calle y nos subimos a una micro que presumiblemente iba por Vicuña Mackenna y pasaba por el Paradero 7. Comenzaba a oscurecer y la micro sale hacia la Alameda por San Antonio e ingresa por Santa Rosa. Avanzaba y nunca llega a Vicuña Mackenna. Nos bajamos en el terminal decididos a embarcarnos de nuevo al centro y nos dicen que era la última micro y ya eran las ocho de la noche. No sabíamos dónde nos encontrábamos ni cómo llegar a Vicuña Mackenna. Caminamos y preguntamos a los pocos transeúntes que nos encontrábamos y nadie sabía nada. Nos pilla la hora del toque y de las calles desaparece todo movimiento. Solo se sentía el ruido de balazos, gritos y el motor de vehículos presumiblemente de los militares patrullando la población.
Pasamos por varios hechos que hoy nos hacen reír con Iván, pero en ese momento no sabíamos cuál sería nuestro destino hasta que llegamos, no sé como, a la avenida Vicuña Mackenna y de allí a la Villa Santa Elena. Los tíos y primos todos desesperados por nuestra demora, pero al contarle lo ocurrido cambia un poco la situación y finalmente terminamos todos riéndonos.
Decidimos con Iván hacer un último intento y esta vez elegimos la Embajada de Italia, por tener un apellido de esa nacionalidad y a lo mejor nos podrían hasta abrir las puertas sin necesidad de ingresar por algún muro que rodeaba la delegación diplomática.
La calle era Clemente Fabres, a la altura del 1.000 en la comuna de Providencia y salimos muy tempano en la mañana con la esperanza de lograr el cometido. Uno de los muros que daba a un pasaje adyacente a la entrada principal medía por lo menos 3 metros de altura y era prácticamente imposible escalarlo. Tampoco había guardia uniformada, pero en la puerta principal estaban los militares, la FACH y Carabineros. En otras palabras, no había ninguna posibilidad y abortamos allí mismo la idea de buscar otra embajada.
Finalmente Iván pudo salir del país, en diciembre de 1973, gracias a unos amigos que conocimos en el matrimonio de una prima y que trabajaban en la CEPAL. Ellos buscaron una formula y finalmente mi cuñado, de apenas 19 años y sin saber ni una palabra de alemán se asila en la embajada de ese país, llega hasta Alemania Federal. Hoy vive allí feliz con su esposa. Trabajó por algunos años con el ex alcalde Jorge Soria Quiroga, en Iquique, retornando después a Alemania, hasta hoy.
Solo recordar, para los que sufren de muy mala memoria y que sostienen aún que no hubo golpe sino “pronunciamiento militar”, el bando N° 82 del 11 de octubre, firmado por el jefe de la zona de estado de sitio de la provincia de Tarapacá, informa de la muerte de varias personas que fueron fusiladas: Julio cabezas, Freddy Taberna, Juan Antonio Ruz, José Córdova, Humberto Lizardi y Juan Valencia. En esta misma lista aparecía llamado Iván Barbaric Sciaraffia.
“Aquí hay impunidad. Aquí aún se espera justicia”. Texto en la placa de granito ubicada en el frontis de la Escuela de Caballería Blindada, ex Regimiento Telecomunicaciones.
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