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El “Once” golpista y tres sucesos que marcaron nuevo rumbo en mi vida Adolfo Vargas Jofré, Periodista UCN. Desde La Tirana El 11 de septiembre de... Segunda parte: El terrorífico viaje Antofagasta con el “Chino” Morales

El “Once” golpista y tres sucesos que marcaron nuevo rumbo en mi vida

Adolfo Vargas Jofré, Periodista UCN. Desde La Tirana

El 11 de septiembre de 1973 fue un día martes. El día anterior había concurrido a mi trabajo en la ex Universidad del Norte de Arica y nada hacía presagiar lo que ocurriría al día siguiente. Aunque todos hablaban del “ golpe” pero este no llegaba y muchos compañeros seguían su vida esperando ese “momento”.

El martes fui a trabajar como siempre e ingrese al recinto universitario minutos antes de las 8 de la mañana y el ambiente ya se notaba extraño. Le pregunto a la secretaria que trabajaba en la Dirección de Comunicaciones y me dice que “parece que llegó el tan anunciado golpe”.

Me comunico con todos quienes trabajaban conmigo y les señale que siguiéramos en nuestras actividades en forma normal y que iría hasta la Gobernación Provincial para averiguar que ocurría a nivel de la Santiago. Salimos con Raúl Morales Gaete, periodista que había asumido como jefe subrogante de la Oficina de Prensa de la Dirección de Comunicaciones.

Nos trasladamos en un vehículo de la Universidad y no pudimos ingresar a la zona donde estaban la oficina de la Gobernación, ubicada a una cuadra de la Plaza Colón de Arica. Nos bajamos y caminamos hacia el lugar y a media cuadra vimos que todo el sector estaba rodeado por militares armados y con uniforme de “guerra”. Frente a dicha plaza también se ubicaba el municipio ariqueño cuya autoridad era militante del Partido Comunista y el lugar estaba rodeado por uniformados y vehículos militares.

Nos miramos con Raúl y ya no hubo duda… el tan anunciado Golpe había llegado. Retornamos rápidamente a la Universidad  y le doy instrucciones al encargado de la radio universitaria que solo tocara música y que los locutores se fueran a sus domicilios, mientras trataba de comunicarme con las autoridades de la Universidad, pero no había nadie.

En la entrada principal se arma una verdadera batalla campal entre los que celebraban el Golpe y quienes defendía al gobierno constitucional de Salvador Allende. El caos comenzó apoderarse del recinto universitario y a eso de las 11.00 de la mañana llega una patrulla militar que ingresa a cargo de un teniente preguntando por “el responsable de la radio porque es de la UP”.

Su director no estaba y asumí la responsabilidad y le indique que la radio era de la Universidad, pero no me dejo terminar y con varios soldados apuntando con sus armas me dijo terminantemente: «Esta radio se cierra y se apagan sus transmisiones».

Así ocurrió y de allí en adelante debimos todos salir de la Universidad porque el militar nos señaló que el toque de queda en Arica se iniciaba a las 13.00 horas y ya eran casi a las doce. En mi hogar estaba mi esposa y mis dos hijas pequeñas sin saber nada de lo que estaba pasando.

El militar nos leyó un documento que era el Decreto Ley N° 4 de ese 11 de septiembre de 1973 y que definió a la ciudad de Arica y todos los pueblos cercanos como una “zona en Estado de Emergencia” y se nombra un jefe militar propio, el coronel Odlanier Mena, quien era el comandante del Regimiento Arica.

De retorno a mi casa, un tanto alejada del centro de la ciudad, en la noche solo sentimos ruidos de balas, gritos, vehículos que pasaban a gran velocidad. Después supe que hubo resistencia en la ciudad en la rotonda Tucapel, en la zona del paso bajo nivel que estaba en plena construcción ese año, en la avenida Diego Portales con Avenida Santa María y en algunas poblaciones.

Mi tema era mi aspecto personal porque como todo joven de esa época usábamos pelo largo, barba y bigote. Esa era la “facha” de un “upeliento” según decían los militares y civiles concertados en el  fatídico Golpe de Estado, cuyas consecuencias hasta el día de hoy las sufren miles de familias.

Lo primero que lleve a cabo fue ir a una peluquería y cortarme el cabello, la barba y el bigote lo hice desaparecer en el baño de mi casa. Mis hijas me miraban entre asustadas y con el desconocimiento que provocas en dos pequeñas de 2 y un año respectivamente. Luego concurrí al Registro Civil a obtener un nuevo carnet de identidad, ya que en el anterior aparecía en la foto con pinta de upeliento.

Y aquí empiezan mis primeros dramas y que aún no me explico cómo transité de Arica hasta Antofagasta con dicho documento, que presentaba irregularidades, las que conocí mucho después.

A fines de octubre retornamos a Antofagasta con el Chino Morales, donde ambos teníamos a nuestros padres y familiares más cercanos. Viajamos en bus, aunque no recuerdo de que empresa era porque en ese entonces no había muchas (Fenix Pullman Bus, Ramos Cholele, Chile Bus). Pero el tema era que estos transportes que salían de Arica debían controlarse primero en el regimiento local.

Ahí comenzaron nuestras primeras angustias. Se sube un oficial acompañado por dos soldados armados hasta los dientes y solicitan los documentos de identidad y se los llevan al interior del recinto militar. Una hora después regresan y preguntan:  ¿Quién es Adolfo Vargas? Por mi cuerpo corrió sangre, sudor y lágrimas, mire al Chino Morales y le dije en tono bajo “ avisale a mi familia”. Levante mi mano e hizo acercarme a él y me dice: Vargas tiene problema su documento ya que fue sellado como corresponde pero no le pusieron el timbre del Registro Civil, así que apenas llegue a su destino vaya para que se lo corrijan. Sentí como una corriente que recorría mi cuerpo y volvía sentarme sin saber cómo lo hice.

La segunda estación y sufrimiento fue en Cuya. En ese entonces era una Aduana de mucho movimiento y ya era de noche cuando arribamos al lugar. Maletas abajo abrirlas y retirarse del lugar. Debíamos dejar el carnet de identidad a la vista sobre el equipaje.

Nuevamente un llamado que esta vez nos afecta a mí y a Raúl Morales. Viene un soldado y con los documentos en la mano nos llama y que vayamos a la zona donde estaba el equipaje. El oficial a cargo tenía en sus manos dos gruesos cinturones de cuero con hebillas metálicas que en la noche brillaban.

Nos dice: “sabían ustedes que estas son armas mortales y que usan los upelientos y los comunistas para golpear a los Carabineros durante sus protestas?” Nos miramos con Raúl y sacamos la voz como de ultratumba y le dijimos que era la moda para cuando nos poníamos los pantalones de mezclilla hoy denominados jeans.

Quizás que cara le pusimos que el militar se río y dijo que lamentablemente tenía que requisarlos y a lo que por supuesto no nos opusimos.

Cuando reiniciamos el viaje hacia Antofagasta ya nos relajamos y nos quedamos dormidos, cuando de pronto el bus frena de improviso y suben varios soldados armados y a punta de garabatos nos hacen bajar a todos. Estábamos frente a María Elena, eran las tres de la mañana y un frío que calaba los huesos. Todos con las manos en alto pegadas al bus. Nos revisan y hacen bajar todo el equipaje y preguntan por algunas personas pero ninguna de ellas viajaban en el bus.

Luego de un par de horas nos dejan continuar el viaje y al fin llegamos a la Perla del Norte, cerca de 11.00 de la mañana. Nuestros padres esperaban ansiosos y desesperados nuestro arribo, el que finalmente se produjo y creo que allí recién con Raúl nos percatamos que el tema del Golpe no era nada como para irnos a  las casas de nuestros viejos y descansar. Todos saben que ocurrió en los meses posteriores y en los años siguientes.

La tercera y última parte de este “Once” golpista se relaciona a como intenté ayudar a un familiar para ingresar a una embajada. Y le he añadido una cuarta historia, que tiene relación con el Coronel Mena y el Arica industrial de los años setenta.

“Si es muy justo que los países desarrollados pisen la luna, es más justo aún que pongan los pies en la tierra y vean las injusticias, el hambre y la miseria”. Salvador Allende (del libro Frágiles Suturas” de Francisco Zapata)

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