Edición Cero

Adolfo Vargas Jofré, Periodista (UCN). Desde La Tirana (Primera parte).  Hubo tres hechos ocurridos en mi vida durante el fatídico 11 de septiembre de 1973, que... El “Once” golpista y tres sucesos que marcaron nuevo rumbo en mi vida

Adolfo Vargas Jofré, Periodista (UCN). Desde La Tirana

(Primera parte).  Hubo tres hechos ocurridos en mi vida durante el fatídico 11 de septiembre de 1973, que a través del tiempo marcaron mi vida, tanto en lo familiar como en lo profesional.

El primero de ellos fue mi cumpleaños número 27. Yo nací el 12 de septiembre de 1946 en Antofagasta y como ustedes podrán deducir ese día, pero en 1973, fue fatídico. El segundo fue nuestra salida de Arica porque el dueño de la casa me aviso que tenía plazo para estar allí hasta el 31 de octubre de ese año. Y el tercer hecho tiene relación de mis intentos de ayudar a un familiar a ingresar a una embajada en Santiago, porque era buscado en Iquique y había orden de disparar si se oponía a esta medida.

Y comenzamos con el cumpleaños infeliz.

Estando en Arica, quien era mi esposa en ese momento se había concertado con algunos matrimonios amigos para celebrarme esa importante fecha para mí. Después supe todo lo que iban a preparar, desde la compra de un pequeño lechoncito como de 8 kilos aproximadamente y que mantenía en el refrigerador muy escondido.

Evidentemente que ese día no llegó nadie a mi hogar, pues el Golpe Cívico Militar ya estaba en proceso y había un toque de queda estrictísimo y que por el terror y miedo existente en ese momento nadie se atrevía a visitar a nadie.

Bueno, comimos cerdo durante dos semanas con mi ex esposa y mis dos hijas, Daniella que tenía dos años y Mandiza que tenía un año. Estuve un par de años sin siquiera acercarme a un trozo de cerdo.

Vivíamos en una población cuyas viviendas se habían entregado ese año, llamada Pueblo Nuevo y que se ubicada detrás de la Universidad del Norte, sede Arica, donde me desempeñaba profesionalmente. Era jefe de la Oficina de Prensa y Publicaciones de la Dirección de Comunicaciones de esa entidad. Y en agosto había asumido como Director subrogante de la Dirección de Comunicaciones porque el titular había sido nombrado Vicerrector de la naciente sede Vallenar de la ex Universidad del Norte.

La verdad que el miedo, el terror y la incertidumbre de esos días nos quitó el apetito y apenas probamos bocado, pensando cuando vendría a golpear la puerta del hogar para llevarme detenido. En tanto, mantenía una gran cantidad de libros y documentos que demostraban mi opción política. Por mencionar solo uno de ellos: la Colección Siglo XXI de una editorial mexicana que había adquirido en junio y que la conformaban 100 textos de sicología, comunicaciones, filosofía, literatura, sociología muchos de los cuales ni siquiera los había abierto. El problema que dicha editorial era manejada por editores con orientación marxista-leninista y los textos llevaban ese contenido.

¿Cómo iba hacer desaparecer ese valioso material? Cada día en las noticias de radio y la televisión mostraban los allanamientos de casas, empresas, industrias, donde requisaban principalmente literatura “marxista”, según el lenguaje militar de la época. Y yo tenía una colección de 100 ejemplares en mi casa, además de muchos otros libros que editaba la Editorial Quimantú a muy bajo precio, que era parte del programa de la Unidad Popular impulsada por el Presidente Allende, de permitir que todos leyéramos y la cultura se masificara.

El baño de la casa tenía una pequeña tina y comenzamos a romper los libros y mojarlos para luego convertirlos en pequeñas pelotas, meterlos en bolsa de basura y salir a  botarlos lejos de donde vivíamos. Mientras lo hacíamos con quien era mi esposa en ese momento, nos caían lágrimas de rabia, impotencia y pena… y aún no había terminado de pagar esa colección que  compré en 10 cuotas. Solo había cancelado 3 y quienes nos cobraban las cuotas desaparecieron y nunca más supe de esas personas.

Ya casi a fines del mes de septiembre de 1973 me llega una notificación a mi casa de la Universidad, donde la nueva autoridad me informaba que mi contrato había caducado y que debía concurrir a las oficinas de la Vicerrectoría a firmar el finiquito y retirar un cheque con la cantidad de dinero correspondiente. Estuve varios días dándole vuelta a la decisión de ir o no. Finalmente no fui y supe de varios que llegaron inocentemente a cobrar lo que les correspondía y a la salida lo esperaba una patrulla militar y se los llevaba detenidos.

Así actuaba la “justicia” de los golpistas, muchos de los cuales hoy hablan de democracia y critican el aumento de impuestos a sus empresas que fueron adquiridas con sangre, asesinatos, desapariciones y torturas.

Ocurrieron muchas situaciones más, pero contarles finalmente que pude poner a salvo a mi familia de ese momento: mi esposa y mis dos pequeñas hijas que las envíe a Iquique donde mi querida suegra Berta que ya dejo este mundo y de quien solo tengo palabras de agradecimientos y amor.

En el próximo artículo conoceremos el terrorífico viaje a Antofagasta junto a mi colega y amigo Raúl Morales Gaete, el Chino.

“ El devenir de Chile no descansa en el olvido, en el punto final o en una reconciliación falaz, sino en la toma de conciencia cabal acerca de todo lo ocurrido entre 1973 y el presente” ( Francisco Zapata, Doctor en Sociología por la Universidad de Paris y se desempeñó a cargo de las Relaciones Laborales en Chuquicamata durante el Gobierno de la Unidad Popular en 1972-73).

Los comentarios están cerrados.