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Iván Vera-Pinto Soto, Cientista social, pedagogo y escritor Iquique está poblado de gente esforzada en los diversos campos disciplinarios, a veces, lamentablemente, poco reconocidos y... Santander Project

Iván Vera-Pinto Soto, Cientista social, pedagogo y escritor

Iquique está poblado de gente esforzada en los diversos campos disciplinarios, a veces, lamentablemente, poco reconocidos y valorados por sus propios coterráneos. Con todo, los verdaderos creadores continúan su senda con tenacidad y pasión, aportando lo suyo para el desarrollo social, económico y cultural de la región tarapaqueña. Algunos de ellos forman parte de nuestra memoria colectiva; otros, aún en ciernes, construyen sus futuros imaginados.

En el campo de las artes, tenemos una diversidad de inventores que día a día forjan sus particulares formas estéticas, estilos y poéticas. No pocos lo hacen en el silencio de sus talleres, en la intimidad de sus pequeños territorios, habitualmente copados de herramientas y artefactos que acompañan su vida diaria, y que les permite plasmar sus sueños y conceptos elucubrados a partir de su entorno social.

Precisamente, uno de ellos es el profesor y músico Mauricio Santander Cortés, quien forma parte de esa camada que, con legitima originalidad y autonomía, tanto en la música como en las producciones cinematográficas, está empeñado en dejar huellas indelebles en la tierra que lo vio nacer y crecer.

Con curiosidad y asombro, hemos seguido su trayectoria y logros desde hace muchísimo tiempo. Para muestra un botón: el año 2017 puso en el pináculo del Festival de Cine de Nepal el documental “El Palero”. Otros productos audiovisuales dignos de mencionar son: “Iquique sintonizado” y “La ciudad de los niños”, cuyas temáticas están asociadas con la memoria histórica y la identidad de la zona. De igual modo, es pertinente establecer su cuantiosa producción musical plasmada mediante su proyecto “Santander Project”, entre las que sobresalen: “Julio Miralles: Ángeles”, “El Palero”, “No llores por amor” (con Lalo Espejo), “Crying Tears”, “Tierganten 2017”, “Rastros del cielo”, entre tantas otras.

Hace un par de años atrás, tuvimos la fortuna de escuchar el demo de “Pampa Prog”, álbum que incluye 15 temas originales. Ahora, gracias al preciado presente que nos entregó su autor, tenemos en nuestras manos la producción citada y “Desert Bound”, su última realización. Ambos trabajos sonoros son el resultado de un extenso ejercicio de exploración y experimentación musical, complementado con la intervención de músicos locales y del extranjero.

Al respecto, no tenemos la menor duda que, estos artefactos artísticos son el fruto de su inagotable y cautivante afán de interpretar nuestra realidad desde una perspectiva renovada, incorporando tramas y sonidos privativos, los cuales simbólicamente generan una suerte de encuentro natural y profundo entre el arte y el territorio.

Un aspecto interesante de destacar es el hecho que sus discos presentan la visión de un artista regional frente a cómo la tecnología digital ha transformado su forma de hacer, pensar y comunicar la música. Desde el prisma cultural, advertimos cómo sus creaciones se integran a un proceso dialéctico de intercambio y construcción de significados, cuyo impacto se acrecienta toda vez que aprovecha las tecnologías digitales para modelar sus creaciones.

Como sabemos, en esta circunstancia no se requiere tener de modo presencial a todo el equipo humano para componer, ensamblar los arreglos musicales e interpretar una pieza musical. Por el contrario, podemos apreciar de qué manera las tecnologías nos abren una gama de posibilidades en las artes, en especial en el ámbito musical. Por citar: tenemos el sampling, el cual se apropia de fragmentos de obras musicales para construir nuevas canciones, así como el desarrollo en opciones de software para producción musical y el recorte en los costos de producción de audio gracias a los DAW (digital audio interface). Todo aquello hace posible que, para hacer música, sólo se necesite una idea bien concebida, un computador y una interfaz de audio.

En esa línea, “Desert Bound” (grabado en Sanderfilms en 2020), incorpora a eximios músicos, tales como: Pablo Aguirre, arreglos de bajo y solo en teclado; Federico Olivares guitarras acústicas y guitarra sintetizada y Jorge Vizcarra, guittars acústicas, slide guitar, mandolina y armónica.

Es indudable que los actuales hacedores en esta área del arte están permeados de la influencia digital en sus formas de hacer, pensar y comunicar sus creaciones. A partir de esa premisa, suponemos que la clave está en cómo aprovechar las tecnologías digitales para hablar de una región y elaborar una imagen identitaria de la misma. Allí está el dilema central, el que con talento debe resolver cada autor.

En el caso de nuestro músico, observamos una arraigada necesidad de reconocerse desde lo identitario, este rasgo se expresa en algunos títulos de los temas y también en ciertos compases rítmicos que nos retrotraen al “latido” nortino chileno; empero, no tensiona la interconexión de su territorio musical con otras tendencias modernas (término vago y genérico), e incluso con otros orígenes de pensamiento. En consecuencia, la pequeña aldea (Iquique y la pampa) se manifiesta en cada pieza, tomando como referencia a otras tendencias musicales, géneros y formatos no tradicionales, con el fin de lograr fusionar imágenes identitarias con disímiles entornos y discursos, tal vez más universales.

Por consiguiente, se aprecia en su propuesta una abstracción que trasciende el oficio musical y se sitúa en la concepción comunicativa del territorio en tanto espacio vivido, habitado. Así pues, la tecnología y las influencias musicales contemporáneas, se transmutan en una especie de canales comunicacionales, los cuales facilitan el viaje de los elementos identitarios locales por las redes sociales y plataformas digitales.

En lo que concierne al canon musical de Santander, podemos reconocer una línea experimental, cuyo gesto estético supera los modelos convencionales y comerciales, abarcando una variada vertiente de melodías suaves y acústicas, cuyos sonidos nos conducen a una atmósfera onírica y cósmica. De pronto, a mi juicio, sus composiciones se asemejan a las bandas musicales de películas, bajo una atmósfera intimista, suave, optimista, ágil y sugestiva, cruzando, a su vez, por algunas reminiscencias del género “New Age”, en una intuitiva, estilizada y compleja interpretación musical.

Así como sucede con otros prototipos musicales, escuchar a Santander Project, es un acto absolutamente personal e intransferible, puesto que aparte de los ritmos, melodías y mensajes que componen sus obras, cada persona establece su propia lectura a partir de las sensibilidades, conocimientos, sentimientos, estados de ánimo, capacidades, conflictos y otros factores individuales; entablando un diálogo con la creación, en donde la música y el receptor contribuyen, en igual proporción, a dotar de significado al conjunto. De este modo, las sensaciones y los contextos evocados, no sólo serán definitivamente únicos, sino que, casi siempre, difícilmente verbalizados.

Otro aspecto interesante de analizar en Santander Project, al igual como ocurre con otros artistas, es la tendencia hacia la auto-producción de discos, canciones y videoclips, originando un proceso de “desintermediación”, en el que los creadores y los consumidores tienen una relativa libertad de acción con relación a la industria discográfica y los productores para producir, consumir y difundir la música. Como es lógico, tal cuestión está en directa relación con la democratización de la tecnología digital, produciendo una nueva configuración socio-musical, en donde concurren las nuevas tecnologías y otras maneras de mediación, sin estar regidas por las normas del paradigma mercantilista que rompen con los vínculos y valores de la sociabilidad tradicional, convirtiendo las creaciones artísticas en objetos fetichistas. Por lo demás, el escuchar música también se ha democratizado.

En los últimos años, no estamos obligados a estar en una sala especial para oír y ver un concierto. Ahora podemos disfrutar de la música en cualquier espacio y momento, aun trabajando o conduciendo un automóvil. De ahí que, la música hoy en día está al alcance de todos y todas. Ni siquiera tenemos que visitar a una disquera para adquirir un disco, simplemente lo bajamos del internet. Ciertamente, esto conlleva a una mayor popularización de las producciones y al establecimiento de nuevas audiencias, transformando las condiciones sociales de la audición. Paralelamente, el público se ha puesto cada vez más exigente, debido a que se acostumbró a consumir música de calidad. Eso implica más preparación en la producción de los discos y mejor factura en su presentación, condiciones que con rigor cumplen los álbumes del artista iquiqueño.

Por otra parte, dicho fenómeno ha permitido la abolición de las divisiones, los privilegios y las exclusiones culturales. De modo que, los creadores aprovechan los circuitos alternativos de producción y distribución disponibles para divulgar sus productos, sin estar comprometidos a articular giras ni conciertos en vivo, tampoco a vivir sometidos a las redes de distribución y comercialización dominantes.

Más allá de esta enumeración dispersa y parcial de aquellos rasgos distintivos de Santander Project y del mundo musical supeditado a las industrias de masas; convenimos que este emprendimiento nos permite conocer y comprender nuestra y otras culturas, amalgamadas en las composiciones, construyendo y reconstruyendo nuestra propia identidad en el curso del ensamblaje creativo.

Pienso, qué bien les haría no solo a los artífices, sino también al desarrollo cultural de nuestra ciudad, si en el nuevo gobierno del presidente Gabriel Boric, contáramos con las demandadas “asignaciones públicas permanentes”, con el objeto de que los cultores, con legitimidad y experiencia dilatada, tengan la probabilidad de profesionalizar su quehacer. En lo posible, que existan aportes sustantivos otorgados a través de otros mecanismos diferentes a los concursos, para que los trabajadores y trabajadoras del arte consigan estudiar, investigar, crear y difundir sus artefactos a nivel regional, nacional e internacional. Desde luego, esto coadyuvará a la refundación de una urbe culturalmente rica, inteligente, empática, sensible y feliz; mejorando, de esta forma, la percepción externa y también la de sus propios ciudadanos y ciudadanas, en cuanto al territorio donde viven y trabajan.

Por el momento, felicitamos y agradecemos el aporte cultural que hace Mauricio Santander, quien propone una interpretación desde los usos sociales del patrimonio cultural regional, abordando con maestría prácticas musicales globales y locales, con lo cual su producto híbrido deja la abierta la perspectiva de superar la homogeneización predominante en el mercado de la música.

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