Familiares y amigos destacan legado de Mauricio Miranda Badani, quien falleció tras sufrir de ELA

Emotivas palabras de despedido entregaron familiares, ante el fallecimiento del destacado iquiqueño de corazón,  Mauricio Miranda Badani, quien falleció tempranamente, a los 62 años, dejando a su familia y amigos cercanos, sumidos en un gran dolor. Llegó a esta ciudad que la hizo suya, cuando lo trajeron sus padres, a la edad de 4 años. Y acá se quedó, hasta la eternidad.

Su temprana muerte se produjo este  28 de septiembre a causa de una enfermedad desbastadora, de nombre ELA, que le fue mermando sus fuerzas poco a poco, y que a pesar de tener un diagnóstico de expectativa de vida de 3 a 5 años, falleció un años después de ser diagnosticado.

Sus seres queridos destacan  el legado de Mauricio Miranda Badani: «Su gran espíritu solidario, su sabiduría de iquiqueño de adopción y su gran  fuerza nortina, adquirida por su experiencia en esta magnifica tierra de grandes personas, que lo hizo reflejar ese espíritu iquiqueño de gran ser humano».

Perfil preparado por su familia:

Mauricio Enrique Miranda Badani, nace en Santiago el 8 de noviembre de 1957. De muy corta edad, a eso de los 4 años, su familia compuesta por sus padres Jorge Hernán Miranda Barrera iquiqueño y doña Leonor Eliana Badani Álvarez, andina, quienes junto a su hermana Vivian Andrea, se trasladan Iquique, en un viaje larguísimo en el tren Longino, cerca de 5 días de viaje, hasta llegar a esta ciudad que fue su terruño, y se crio como un iquiqueño más. Ciudad donde nace su hermano menor Jorge Iván.

El viaje en el Longino, por relatos de su madre, fue un caos de movimiento del pequeño Mauricio inquieto desde pequeño. Dormía en una colchoneta puesta bajos duros asientos del famoso tren al norte. Su insaciable apetito lo hacía comer, toda comida que se vendía en las detenciones del tren, mientras que su hermana no comía nada.

Como anécdota de su más tierna edad fue recibido, a causa de un enfermedad de su madre que n0 podía cuidarlo, y a consecuencia de que su hermana estaba en el Liceo María Auxiliadora, fue recibido junto a otros dos niños de apellidos Fornazzari y Theodoluz, como únicos varones del kinder, en ese colegio solo para señoritas.

Sus estudios primarios los realizó en el Colegio Don Bosco, destacando se cómo un gran luchador, en épocas difíciles de nuestra historia política chilena y en especial iquiqueña, como un opositor incansable de la dictadura de Pinochet.

Su juventud inquieta lo llevó a desarrollar múltiples actividades, junto a sus amistades en el barrio de calle Bulnes, entre vivar y Barros Arana;  junto a sus amigos de la familia Castillo, organizaban los carnavales en época de verano, una costumbre que se ha ido perdiendo en nuestra querida ciudad y que sólo se mantiene en los barrios del Colorado y El Morro.

Su enseñanza secundaria es terminada en el Liceo de Hombre -hoy liceo Bernardo O’Higgins- etapa en que  muy a regañadientes tuvo que realizar el servicio militar, a pesar de su postura siempre rebelde, que lo hizo sufrir múltiples golpes propinado por de militares muy enérgicos y desmedidos en su actuar.

Fue padre cuando aún era un joven; naciendo su único hijo Mauricio Narciso, quien le dio la alegría de ser abuelo, de su hermosa nieta, Valentina Monserrat.

Ya adulto inicia una vida de  pareja con Violeta Angulo, con quien compartió una larga y bella historia de amor.

Waldo Aguilar Figueroa, parte de su familia y quien fuera muy cercano a don Mauricio, le escribió estas palabras de despedida:

Adiós tío Mauro

Y fue de un momento a otro que se apagó la ironía sarcástica de tu apreciación de la vida, y la interminable grieta de tu partida, comenzó su trazo fúnebre, indeleble en la pizarra inconclusa de mi corazón desconsolado y doliente.

Te fuiste así, sin anuncio. Tu despedida fue un sorpresivo viaje nocturno, cuyo trayecto comenzó cuando cerraste tus ojos un día cualquiera para descansar, y no los abriste más, emprendiste el último vuelo en sueño solitario hacia el regazo de Dios.

Cuanta alegría dejaste grabada en mi alma, cuantas carcajadas compartí contigo tío, cuanta esperanza, cuanta sabiduría sembraste en mi espíritu inquieto.

Cuanto amor entregaste a tu familia, que es la nuestra. La semilla virtuosa de tu paso por el mundo floreció amor sincero, abuelo querendón, viejo bonachón aventurero.

La luz de tu paso por el universo materializó consejo y ejemplo. Hoy y siempre llega tu recuerdo como guía y faro, en la tiniebla del mundo, en los instantes infinitos del tiempo.

Como si fuera tu definitivo vuelo mi puerto, te quiero viejo terco, tu mirada de la vida me aterrizó y lo agradezco, estarás para siempre viejo lobo, liderando tus lobeznos.

Tan simple como tu cenicero en la mesa, como tu vaso de whisky para celebrar tu abrazo desde el cielo, hiciste sagrado lo cotidiano, una fiesta cualquier almuerzo.

No sé cuándo volveré a verte viejo tierno, seguirás cuidándonos, guiando a todos tus nietos.

Duerme tranquilo viejo viajero, somos un poco mejores con tu ejemplo, cumpliste tu tarea como un guerrero.

Descansa en paz mi viejo hermoso, torbellino anecdótico, viejo loco, sabio y sereno.

Algún día te volveré a ver y nos reiremos como siempre de todo esto.

Mauricio Miranda Badani Q.E.P.D