Abandono de la población migrante: El peligro de los nacionalismos e inacción de las instituciones
Opinión y Comentarios 27 septiembre, 2021 Edición Cero
Cristina Oyarzo, Historiadora Investigadora del INTE – UNAP
El pasado sábado, por la noche, niños y niñas deshidratados, en estado de desnutrición, cansados y con miedo cargaban pesadas maletas justo a sus madres y padres con las pocas pertenencias que les quedaban después del desalojo, quema de carpas y la amenaza de grupos neonazis que les obligaron a escapar de los lugares en los que se habían escondido, a la intemperie. La marcha en contra de las y los migrantes no hizo mas que agudizar la situación de horror.
Hasta pasado el toque de queda, diversas organizaciones de la sociedad civil se movilizaban intentando encontrar lugares para que pudiesen pasar la noche, pero muy pocos querían recibirles. Inclusive, con el dinero reunido desde la campaña solidaria, no fue posible encontrar hostales para gran parte de ellos. La crisis migratoria que está viviendo Tarapacá no tienen precedentes. Es dramática. Las instituciones del Estado no solo han sido negligentes, sino que están violando abiertamente los compromisos internacionales asumidos.
Esta crisis era esperada por los y las especialistas del área. Se sabía que la región estaba en un punto en el que pronto habría un desenlace catastrófico. No fue una sorpresa. Lo mas complejo es que esta situación implica dimensiones políticas, institucionales, culturales y humanitarias. En la marcha antiinmigrantes fue posible ver, unas al lado de otras, banderas chilenas, whipalas y wenufoyes, las banderas de pueblos originarios. ¿Qué implica esta particular imbricación de símbolos nacionales? ¿Qué consecuencias puede traer para la forma en que se construye la convivencia democrática en una región que, desde sus orígenes, ha estado constituida por un crisol de cuerpos heterogéneos, nacidos distintos lugares del mundo y que se instalaron en Iquique? ¿Qué ha implicado el histórico proceso de chilenización al que se ha visto sometida esta región?
Los nacionalismos son peligrosos. Según la clásica conceptualización de Benedict Anderson la nación es una comunidad imaginada que implica compromisos de adhesión y solidaridad construida a partir de dispositivos de homogeneización, de la lengua, la escuela y un relato de historia relativamente común. ¿Qué implica aquello en el contexto latinoamericano, considerando las modificaciones del concepto de frontera a partir del proceso de globalización, en comparación con su definición decimonónica europeo central? La trayectoria de un continente que apenas en el siglo XX ha logrado -de modo precario- sentar las bases del Estado nacional es endeble y anacrónica. Ello ha implicado una sistemática invisibilización y desprecio por las comunidades políticas originarias que han sido “extranjeras en su propio país” como dice Rivera Cusicanqui. La situación es grave y ni las instituciones ni parte de la población que habita el territorio está a la altura de los desafíos del presente.
Es indudable que la presencia masiva de migrantes en condiciones de desprotección absoluta genera conflictos político culturales. Muy pocos se están haciendo cargo. Hasta ahora, solo grupos de la sociedad civil y solidaridades individuales han tomado una actitud activa para contener la crisis y pensar en vías de solución. ¿Qué es lo que esperan quienes tienen la responsabilidad principal? ¿Dónde esta el Estado, el poder regional y local?
En la marcha de ayer fue imposible no recordar los relatos de Hannah Arendt donde habla de la situación de Alemania en la década de 1930, cuando ni siquiera la intelectualidad lograba tomar el pulso a los riesgos de los nacionalismos exacerbados. En América Latina y el Caribe las derechas nacionalistas, racistas y xenófobas están hace años apuntalando el giro conservador. La crisis que vive Chile y el continente va a continuar, el futuro se ve incierto y oscuro. Es urgente comenzar a hacer política en serio, desde una perspectiva de derechos humanos y relaciones interétnicas e interculturales democráticas y solidarias.