Armonía para la vida humana.
Opinión y Comentarios 15 junio, 2021 Edición Cero
Pedro Oróstica C.-
Considerando las permanentes conductas de indisposición y disputas entre las personas, organizaciones, países, continentes, hemisferios, etc., el título de esta nota, pareciese una cuestión difícil de conquistar. O al menos, de comprender sin un previo entrenamiento en las mentes de hombres y mujeres, agobiados por las incertezas de una dinámica social muchas veces violenta e insegura y por el descontrol de la propia mente.
De ahí la pregunta que surge en relación a que si las manifestaciones de violencia pueden ser neutralizadas por la mente humana o no. Esto, dado que cultural y socialmente, han sido establecidas creencias que no podrían ser controladas. Hay planteamientos asegurando que son arraigos irrenunciables a la raza humana. Igualmente pasa con el miedo, que junto a esta violencia, finalmente se encuentran cumpliendo el objetivo final de facilitar el dominio de algunos sobre los otros, como lo ha sido desde el inicio de la civilización hasta el día de hoy.
En este contexto, tenemos el caso de las guerras, las revoluciones, y todo lo implicado en el derramar sangre, cuestiones que tienden a ser consideradas como leyes naturales, sin posibilidad de eludirlas. Pero las mil caras de la violencia, no constituyen leyes naturales, arrancan de la psiquis humana, correspondiendo a construcciones mentales provenientes de hombres y mujeres actuando; es decir creadas por nosotros mismos
Pero no hay educación para intentar la posibilidad de trascender el estigma de Caín y Abel. La raza de los hombres, desde el inicio, nunca ha conocido la paz permanente, a pesar que cuenta en su propio ser interior, con los elementos esenciales para alcanzar estados superiores de existencia y de conciencia, donde puede encontrar libertad, paz, armonía.
Se ha escrito la historia y la cultura sin que faltaran jamás las guerras, revoluciones, entuertos, razias y genocidios y siempre con sufrimiento para quienes ocupan el rol de dominados. Se ha cumplido “la ley de la selva” en versión bípeda. Esto es, depredar, aniquilar, acumular, destruir, para excluir. Pero también por la otra parte, se vivifica el quehacer humano, se coopera, se construye, se distribuye, se solidariza, para incluir. Y es así como la ley de la polaridad está presente en nuestro actuar social.
Entonces y dado que las inseguridades, indisposiciones, rencillas, odiosidades, tienen su base en nuestras propias estructuras mentales, es perfectamente posible discernirlas y neutralizarlas o eliminar del quehacer individual y social. Es decir, son posibles de enmendar o rectificar. Para ello, solo se requiere del discernimiento, para procesar cambios en ese modo excluyente de pensar, sentir y actuar. Pero la educación ciudadana no se da en este sentido.
El ser social ha sido educado en el sentido excluyente. No se le socializa en el perfeccionamiento moral ni mental, por cuanto queda como tarea personal, alcanzar armonía, paz y libertad para la vida humana.