Pedro Oróstica Codoceo
Reescribir la Constitución será la tarea de los 155 constituyentes que se elegirán entre 1.191 candidatos y candidatas. De ellos solo 47 de Santiago, los 108 restantes serán de regiones.
Por cuanto, para los territorios regionales, de este largo y angosto Chile, se espera, un nuevo amanecer, donde comiencen a entregarse las respuestas adecuadas a sus heterogéneas e históricas necesidades y demandas.
Por cuanto, y para cuando quede instalada esta nueva instancia administrativa, interesante será preguntarse ¿cuanta será la real representación de las regiones en la convención para sacar adelante la esperada descentralización? ¿O todo será instigar algunos cambios para que nada cambie?
Esto significaría continuar funcionado con los conocidos diseños institucionales y procesos políticos que se han aplicado desde los inicios de la república, cuestión que ya cumplió un importante ciclo en la vida país. Así funcionó por siglos Chile en los ámbitos administrativos, políticos y de los recursos financieros, solo que regiones y comunas no fueron favorecidas del mismo modo como la capital y sus alrededores.
De acá surge, entonces, la importancia de la representación regional de los constituyentes. Y que no, una vez más desde Santiago, se trasladen a las regiones sin tener cercanía con la zona y solo para ocupar cargos proveídos por los partidos. Una cuestión legítima desde cierta perspectiva, pero no sostenible para el territorio regional. Frente a esto, un nuevo y sabio diálogo se está requiriendo.
De ahí la tarea crucial que espera a los constituyentes que logren ser electos. Discutir y atinar acerca de la organización de los territorios subnacionales, a objeto de proveer a los gobiernos regionales y municipalidades, del poder político, administrativo y fiscal necesario. Esta delegación de facultades, sin duda, constituye condición elemental a considerar, respecto al futuro que se pretenda para el país.
Es por consiguiente y de primer orden, estudiar con mayor profusión – como señala Egon Montecinos, “las ventajas o desventajas de un modelo federal o de un modelo regional o de un modelo unitario”. Por otra parte plantea también que “existen muchas consignas sobre más descentralización, más igualdad, más justicia, más democracia, pero sin mostrar las bondades y los caminos institucionales y constitucionales para llegar a ello.” Es decir, predominan los slogans por sobre la profundidad en la materia.
De ahí que, podamos preguntarnos acerca del destino que tendrá este reescribir la Constitución de la República. Y consiguientemente, la importancia y necesidad que se descentralice la discusión. Llegado ese momento, veremos el comportamiento de los constituyentes de regiones. Si decidirán aportar al proceso descentralizador, o, terminarán apoyando los diseños excluyentes del gobierno nacional y de los partidos centralizantes.
Si optan por lo primero, podrá lograrse un doble objetivo: 1.- apoyar la sostenibilidad regional para un mayor desarrollo para el país, y 2.- ir desactivando la bomba de tiempo, que significa el actual estado de las demandas ciudadanas insatisfechas. Recordemos las manifestaciones de Octubre 2019 y posteriores. Una temática de primer orden que no es posible desconocer ni pretender que ya no existen o han sido superadas.
Esta nueva Constitución que está por reescribirse, se presenta entonces, como la gran chance para avanzar en el crecimiento y desarrollo regional, lo que incrementará a su vez, la estatura moral de un país que provee a su población de equidad y justicia social.
Compartiendo el punto de vista del autor de esta columna periodística, creo que quienes habitamos en regiones y, en particular en Tarapacá, tenemos la primera obligación de enterarnos quienes postulan como constituyentes, si tienen pertenencia con este territorio y conocen de sus potencialidades, falencias, aspiraciones y proyecciones; para con ese conocimiento entregar nuestro voto a quien creemos que tiene los méritos y capacidades para ser NUESTROS representantes en tan importante y decisiva participación para escribir la nueva Carta Fundamental para los próximos 30, 40 ó 50 años.