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Leonardo Escárate, abogado y candidato independiente a Constituyente Resulta curioso qué a menos de un mes para la elección más trascendental de los últimos... Soñemos. Es tiempo de soñar

Leonardo Escárate, abogado y candidato independiente a Constituyente

Resulta curioso qué a menos de un mes para la elección más trascendental de los últimos 30 años, y una de las más importantes de nuestra historia republicana, la desinformación sea la regla. No existe ambiente electoral, e incluso hay un dejo pesimista en cuanto al desarrollo del proceso, principalmente ante la posibilidad de que éste conlleve cambios reales. Es por ello qué debemos recordar a qué nos enfrentamos, qué se decidirá y que puede implicar. Los invito a que soñemos.

Esta es la oportunidad de provocar un cambio real. Es la ocasión propicia, el momento indicado e incluso anhelado por muchos, me incluyo, para dejar atrás el sistema levantado en Dictadura, marcadamente neoliberal y basado en un Estado Subsidiario, sectario y servil a los grupos económicos. Debemos dar un giro en cuanto a la Sociedad que queremos, con un nuevo Estado Plurinacional Social de Derechos, inclusivo y solidario, de carácter paritario, sustentable y descentralizado, que emane de la voluntad soberana del Pueblo y de nuestro ideario colectivo. Para ello se debe modificar el sistema de Gobierno hiperpresidencialista, con un presidente monarca, a la medida de los grupos de poder, pasando a un sistema mixto semi presidencial, que considere un Congreso Unicameral, con carácter de Asamblea Plurinacional, que refleje la diversidad de nuestro país.

Pero no sólo eso. También podemos soñar con un Gobierno que sea del colectivo, de los ciudadanos y ciudadanas, de la gente, no de unos pocos que se reparten los cargos y las cuotas de poder y que siempre gobiernan pensando en su propia utilidad o en la de sus financista, amigos, correligionarios o familiares, menos en nuestro interés. Requerimos de mecanismos de Democracia Directa que nos permitan controlar el poder, dejando atrás la mera representatividad, para tomar el protagonismo y revocar los mandatos, levantar proyectos de Ley, resolver los grandes asuntos y contar con apoyo y defensa en cuanto a nuestros Derechos. Ese es un gobierno de la gente y para la gente, pero serio, no un slogan barato, que busca comprar nuestro voto.

Sigamos soñando. Pensemos en un país donde los Derechos Sociales estén garantizados, no sólo los más básicos, que nos darían la tan anhelada dignidad, como son el Derecho a Educación, Salud, Vivienda y Seguridad Social, sino que muchos otros, de primera, segunda, tercera y cuarta generación, que ni en las mejores siestas imaginamos, como Derecho al Agua, Deporte, Cultura, Infancia, Género, Muerte Digna, Derechos Sexuales y Reproductivos, Laborales, Ocio y Recreación, Autodeterminación de los Pueblos Originarios, Ciencia y Tecnología, Medioambiente, y tantos otros que hoy son una quimera. Para completar el panorama, soñemos que los Derechos son más que un lindo texto, que se respetan, que son efectivos y exigibles, con mecanismos de protección y con un sistema recursivo eficiente, que permite salvaguardarlos y garantizarlos para todos y todas.

Ya estamos soñando, sigamos y proyectemos un país descentralizado, donde las regiones no estemos supeditadas al capricho del nivel central, que contemos con autonomía para el uso de nuestros recursos, para la toma de nuestras decisiones y para la elección de nuestras autoridades; donde la ciudadanía, los territorios y las comunidades decidan el destino de la Región y no cuatro o cinco elegidos a dedo desde Santiago, que desde la comodidad de sus oficinas en Sanhattan determinan nuestro destino, sin conocer en lo más mínimo la realidad local.

Este mismo país reconocería, valoraría y se enorgullecería de sus raíces y de su cultura, otorgando reconocimiento constitucional al carácter plurinacional del Estado, relevando la importancia y el lugar que merecen nuestras naciones originarias. Con ello se recuperaría nuestra identidad, respetando la autodeterminación de los pueblos, el derecho a tierras, la consulta y otros derechos propios de los pueblos originarios. Ese país protegería y fomentaría su cultura, sus costumbres, la lengua, la cosmovisión, el patrimonio y las características propias de su saber ancestral.

Y para qué quedarnos, no andemos con chicas, vislumbremos un Estado moderno y sustentable, acorde a los tiempos, con el eje en la protección irrestricta al medioambiente, con el uso, como norma, de energías limpias y renovables y con la protección de los recursos naturales como punto de partida. De paso, procuraríamos que estos recursos no estuviesen en manos de magnates internacionales, sino en manos de todos y de todas, sin distinción. Sí, en manos suyas y mías, de nosotros y nosotras, pues los recursos y la tierra nos pertenecen y podemos hacer buen uso de ella, o al menos uno que implique proteger y resguardar, beneficiando al colectivo.

Queremos y soñamos con un país y un Estado donde las FFAA, de Orden y Seguridad tengan su foco en lo social, no en lo beligerante; donde cumplan un rol que nos beneficie como sociedad, una misión preventiva, de ayuda y de emergencia, eliminando la inversión millonaria en armamento y entrenamiento de guerra, que en estos sueños ciudadanos no tienen cabida. Esas instituciones deben respetar los derechos humanos, proteger a sus propios compatriotas y no atacarlos; deben estar al servicio del pueblo, sin un atisbo de corrupción y donde la obediencia y la no deliberancia sean la norma. Chile debe ser un país donde se libere la información para terminar con la impunidad, permitiendo que las familias de las víctimas de las violaciones de DDHH por agentes del Estado, de ayer y de hoy, sean reparadas, mitigando en parte su eterno dolor.

Podemos soñar con una estructura orgánica del Estado moderna, eficiente e incorruptible, que contemple mecanismo de fiscalización y de rotación de los cargo, basados en el conocimiento y en los verdaderos méritos, donde, de la mano de la innovación y del uso de la ciencia y de la tecnología, nos enfrentemos a la era digital y dejemos atrás la eterna burocracia, para conformar un aparato público amigable, que supere las enormes dificultades que hoy presenta, con funcionarios tratados de forma justa y no discriminatoria, permitiendo que trabajen en buenas condiciones y con estabilidad, dotándolos de los recursos suficientes, que den vida a una nueva estructura orgánica administrativa.

En definitiva, y antes que nos despierten, soñemos con una nueva Sociedad, un Chile que emerja desde la voluntad de la gente real, donde quienes redacten la Nueva Constitución sean portavoces de la voluntad ciudadana, enfocados en el interés colectivo y en el bien común; donde la persona esté en el centro y no la rentabilidad; donde quienes habitamos el territorio disfrutemos de sus riquezas por sobre aquellos que las vienen usurpando desde tiempos inmemoriales; donde las autoridades sirvan a la gente y no a otros intereses, donde se respeten los Derechos Fundamentales en pro de una mejor convivencia social, donde la desigualdad deje de ser la norma de la mano de la solidaridad; donde exista respeto, justicia social, igualdad, equidad y dignidad.

Soñar no cuesta nada, no dejemos que los mismos de siempre nos despierten con sus pesadillas; no dejemos que nos engañen, diciendo que no es posible; no dejemos que nos confundan y nos inhiban a participar del proceso; no dejemos que nos oculten e invisibilicen, para detener nuestra marcha. Depende de nosotros. Con un lápiz podemos hacer la cruz a su reloj aturdidor y, tal como lo hicimos en octubre de 2019, abrir los ojos y despertar en un sueño hecho realidad. Para ello hay que informarse y participar, elegir a quienes no se sirven ni sirven al poder y que buscan defendernos, a aquellos que no tendrán que responder a sus jefes políticos o financistas, sino a nosotros; a aquellos que levanten las banderas de lucha para que nuestros sueños se realicen.

Soñemos. Es tiempo de soñar.

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