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Iván Vera-Pinto Soto/ Cientista Social, Pedagogo y Escritor El 8 de marzo se celebra en muchas latitudes el «Día Internacional de la Mujer». Con respecto... Día Internacional de la Mujer

Iván Vera-Pinto Soto/ Cientista Social, Pedagogo y Escritor

El 8 de marzo se celebra en muchas latitudes el «Día Internacional de la Mujer». Con respecto a su génesis, existen por lo menos dos versiones. La primera, señala que en 1857 una gran marcha de obreras textiles recorrió los sectores pudientes de la ciudad de Nueva York, para protestar por las miserables condiciones de trabajo. La segunda, argumenta que en 1908 ocurrió un funesto suceso en la historia del movimiento obrero y la lucha sindical, ya que  cerca de 130 trabajadoras de la fábrica Cotton de Nueva York, se declararon en huelga y ocuparon el lugar donde estaban empleadas. Sus reivindicaciones eran básicas y justas: conseguir una jornada laboral de diez horas, salario igual que el de los hombres y una mejora de las condiciones higiénicas. En esa coyuntura, el dueño de la empresa ordenó cerrar las puertas, y provocar un incendio, con la intención de que las empleadas renunciaran a sus demandas. No obstante, las llamas se extendieron y se desbordaron. Las mujeres murieron abrasadas en el interior de la fábrica, muchas de ellas eran inmigrantes y muy pobres.

Más allá del recuerdo, la historia del 8 de marzo está atravesada por entornos y hechos históricos decidores, tales como: la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la lucha por el sufragio femenino, las pugnas entre socialistas y sufragistas, y el creciente auge del sindicalismo femenino durante las primeras décadas del siglo XX en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. En el mismo escenario, las mujeres del Partido Socialista Norteamericano alcanzaron el protagonismo, cuando desde 1908 instituyeron unas jornadas de reflexión y acción denominadas Woman’s Day. En fin, ese período está marcado con el auge del movimiento obrero femenino y con las reivindicaciones laborales y sociales de la mujer.

Consecutivamente, en 1909 se celebró por primera vez en los Estados Unidos de América el día de la mujer trabajadora, respondiendo así a una declaración del Socialist Party of America. En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras celebrada en Copenhague (Dinamarca) más de cien mujeres aprobaron declarar el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Dentro de esa sociedad industrializada, con continuas crisis económicas y políticas y en pleno surgimiento de ideologías progresistas que se oponían al imperio del capital, en el año 1911 más de un millón de mujeres y hombres europeos participaron en manifestaciones por demandas de igualdad para la mujer. La continuidad de esta conmemoración se interrumpió abruptamente por los acontecimientos mundiales de ese entonces y fue retomada después de la II Guerra Mundial, bajo el impulso de la Federación Democrática Internacional de Mujeres. Recién en 1977, las Naciones Unidas declararon esta fecha como el Día Internacional de la Mujer.

En base a lo narrado, es indispensable subrayar que el carácter de este día es de conmemoración y no de celebración, porque recuerda una circunstancia muy desgraciada como para festejarla y banalizarla. Sin embargo, debemos reconocer que este duelo dio pie a las mujeres a tomar iniciativas para ser tratadas con el mismo respeto que se merecen todas las personas.

Ahora bien, situándonos en la actualidad, concordamos con aquella opinión que advierte que las problemáticas que envuelven a la mujer son mucho amplias y variadas, lo cual exigiría una mirada integral para evitar reducir la trama a una sola variable: la laboral. Pues, si bien, el principio de la conmemoración estuvo muy ligado a conseguir un importante sitial como fue la incorporación de la mujer al mundo económico y político a través de los derechos a trabajar y votar; empero, en estos días, esta denominación resultaría estrecha y añosa. Entonces, surge la pregunta: ¿acaso este día está solamente dedicado a las mujeres que trabajan? Y qué pasa con las demás capacidades y aptitudes de una mujer, ¿no merecen ser celebradas?

Con objetividad, discurrimos que una mujer como cualquier persona es mucho más que una profesión o un rol social. En ese sentido, no se debe colocar ningún apellido a este día, tampoco demostrar nada, simplemente se deben hacer, de una vez por toda, realidad los derechos que aún no se han zanjado y que el Estado y la sociedad tienen la obligación de satisfacer: la educación, la salud, la vivienda, la cultura, la igualdad de oportunidades, el respeto, salarios igualitarios, la equidad, el amor, la solidaridad, la felicidad y el desarrollo holístico, entre otras tantas aspiraciones. Dicho en otros términos, los ámbitos que involucran la defensa y el desarrollo de la mujer son tan amplios que resultan inabarcables, y merecen una mirada globalizadora por parte de las instituciones y de todos los ciudadanos.

Y para que ello ocurra no basta las consignas de los órganos gubernamentales e internacionales ni menos los discursos dulzones y las promesas incumplidas de las autoridades, sino la decisión política de plasmar las demandas que por siglos han venido sosteniendo las mujeres. Si la mayoría concuerda que las mujeres juegan un papel central en la sociedad, entonces, alcemos la voz, movilicémonos en favor de la lucha política por la igualdad y seamos consecuentes con nuestras acciones.

Es perentorio que en lo posible todos los días del calendario se conmemore la lucha de la mujer por su participación en la sociedad y en su desarrollo como personas, digámoslo como una práctica cultural nacional. Pues, tal como decía Luis Emilio Recabarren: “La mujer es la causa y la fuente del amor. Los hijos, la humanidad son los efectos de esa causa. Para que aspiremos a elevar la potencia humana al más alto saber y felicidad, es indispensable colocar, en primer lugar a la madre, a la mujer. Su cultivada educación debe ser el cuidado preferente de todos los que aman el progreso”.

Que nunca más vuelvan a ocurrir las tragedias de comienzo del siglo XX ni las que acaecen a diario, y que, desgraciadamente, han logrado insensibilizar nuestra razón de tanto repetirse. Que no se frivolice la discusión con la instalación de shows y farándulas, los  que no hacen más que “invisibilizar” a la mujer y reducirla a un mero fetiche de consumo. Que al final del día hagamos propias sus consignas: “Las mujeres deciden, el Estado garantiza”. “Ni la tierra ni las mujeres son territorio de conquista”. “Ni sumisa ni devota”. “Viva las mujeres libres”. “Contra el patriarcado y su violencia”. “Contra la feminización de la pobreza”. “Ni ama ni esclava”. “Democracia en el país y en la casa”. “Igualdad de género”, etcétera.  Hay miles de motivos para hacer de este día una instancia de reflexión y no de eventos superficiales, pues aún en nuestro territorio está presente la violencia machista, las discriminaciones en el ámbito laboral, la no corresponsabilidad de los hombres en las tareas domésticas, el no reconocimiento del derecho a decidir sobre su propio cuerpo, entre otras realidades.

Desde estas líneas, rememoramos el legado de algunas mujeres emblemáticas de nuestro país: Elena Caffarena, Gabriela Mistral y Violeta Parra, entre tantas otras chilenas que a través de sus luchas, apasionados discursos y creaciones han dejado escuchar sus voces reveladoras, sus sueños y utopías por la construcción de un nuevo mundo, más justo, inclusivo, igualitario y fraterno. Lo cierto es que son millones de mujeres anónimas que en diversos espacios y en las calles luchan por la igualdad y la dignidad de género. Sin duda, estas acciones son las que tenemos elogiar y apoyar para generar un movimiento emancipador, pues entendemos que la liberación y la equidad de género obedecerán a todo un proceso de transformación social y político profundo, el cual logre posesionar a la mujer como uno de sus principales agentes de cambio. En mi opinión, esto es lo sustancial que se debe resignificar de esta fecha, por sobre cualquier otro acto banal, sensiblero y absurdo que inmoviliza y mantiene a la mujer atada a los tentáculos del poder patriarcal.

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