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Julio Cámara Cortés / Consejero Regional  CNCA de Tarapacá La exitosa décima versión del FINTDAZ, más allá de su acogida por la comunidad y consolidación... Espacios Culturales… Lo que pudo ser y no fue…

Julio Cámara Cortés / Consejero Regional  CNCA de Tarapacá

La exitosa décima versión del FINTDAZ, más allá de su acogida por la comunidad y consolidación en el plano nacional e internacional, dejó una vez más en evidencia la carencia de espacios  adecuados en Iquique para realizar eventos artísticos. Si bien el hemiciclo del teatro municipal, por su conformación, es un escenario casi natural para actividades culturales, lo cierto es que para algunas expresiones artísticas dicho espacio no resulta ser el más adecuado para que éstas, por requerimientos técnicos, sean plenamente apreciadas por el público.

A ello habría que agregar el factor climático cuando los eventos se realizan fuera de la temporada veraniega y en horario nocturno, lo que origina más de alguna incomodidad para quienes asisten.

No obstante la buena noticia que a la brevedad se iniciarán las postergadas obras del proyecto de reparación del principal teatro de la ciudad, que permanece cerrado desde el 2007,  su puesta en marcha no resolverá la carencia de espacios culturales en Iquique, inquietud que ya ha sido planteada por gestores culturales con experiencia en el tema.

Por tanto, se debe centrar la mirada en cómo sumar otros espacios o recintos apropiados que puedan acoger las diversas expresiones artísticas, y que puedan actuar como disponibilidad complementaria al teatro municipal, que brinda un excelente escenario para eventos que requieren de mayor complejidad técnica y que, por lo mismo, es menos accesible o adecuado para otras.

Sin embargo, y en la línea de impulsar iniciativas con miras a resolver dichas carencias, es necesario, además, considerar la tarea de “descentralizar” la disponibilidad de espacios, a fin que el quehacer artístico no tenga como único domicilio la zona céntrica de la ciudad, permitiendo así acercar el arte a audiencias de otros sectores de Iquique.

 Tengo plena conciencia que asumir y avanzar en una tarea como la descrita implicará la destinación de recursos, y establecer prioridades entre otras carencias que demanda la ciudadanía , un factor que siempre influye a la  hora de tomar decisiones, disyuntiva en que el arte y la cultura resulta casi siempre “derrotada”.

Recuerdo bien los obstáculos y peripecias que sufrió el proyecto de construcción del Centro de las Artes Escénicas, en Pozo Almonte, en que las evaluaciones técnicas  no recomendaban una inversión de magnitud para una comuna rural, en tiempos que aún conformábamos una sola región con la provincias de Arica y Parinacota.

Distinta fue la suerte del centro cultural de Alto Hospicio, que se materializó con recursos aportados en su totalidad por el Consejo de la Cultura y las Artes, en el contexto de un plan nacional gubernamental para dotar de espacios culturales a comunas con más de 50 mil habitantes.

En Iquique, dicho plan hizo posible la adquisición del inmueble que hoy día acoge a la Casa de la Cultura, en la céntrica calle Baquedano. Es importante mencionar que los proyectos a ejecutar eran propuestos por los  municipios que cumplieran con el requisito de la cantidad de habitantes.

De paso, hay que decir que ambos ejemplos, Pozo Almonte y Alto Hospicio, dan cuenta también de la conveniencia de “democratizar” la existencia de espacios para el arte y la cultura al interior de la propia región, es decir, que la ciudad capital no concentre toda la inversión- cuando la hay –  en esta materia.  Se estaría reconociendo así que en las comunas rurales estos espacios son necesarios para el fomento y desarrollo artístico locales, y que cuentan con las condiciones de infraestructura adecuadas para acoger la visita de grupos o compañías interesadas en mostrar su arte a públicos distantes de los principales centros urbanos.

Me remito nuevamente a la experiencia que nos dejó  el reciente FINTDAZ, que en su versión 2017, extendió su programación a las comunas de Alto Hospicio, Pozo Almonte y Pica, en una productiva alianza cultural con los respectivos municipios que brindaron su apoyo para que los eventos se realizaran sin tropiezos.

Pero, está claro que la tarea de concretar más espacios culturales no solo requiere de recursos, como lo he sostenido en columnas anteriores,   sino también de la voluntad y convicción de las autoridades regionales y comunales por potenciar con mayor decisión el arte y la cultura, impulsando y diseñando proyectos con fundamentos técnicos y sociales para optar a líneas de financiamiento estatal.

Es el caso de la escuela artística Violeta Parra, único establecimiento educacional en su tipo en la región, dependiente de la municipalidad de Iquique a través de CORMUDESI,  y que cuenta con una  sala de teatro que requiere urgente de una intervención para mejorar su infraestructura, esto es, recambio de butacas, iluminación y ventilación adecuadas, entre otras necesarias mejoras.

Se intentó hace unos años, más precisamente el 2011, que Cormudesi presentara un proyecto con este fin, iniciativa que el suscrito apoyó junto a un grupo de docentes de dicha escuela, lo que nunca ocurrió, situación que se mantiene hasta hoy y que da título a esta columna: Lo que pudo ser y no fue…o, mejor dicho: lo que puede ser y no es, para no dejarnos atrapar por el pesimismo.

Pero, hay un hecho adicional que merece se le preste atención, y en consonancia con la idea que indicaba anteriormente de “descentralizar” los espacios culturales de la ciudad. La sala de teatro de dicha escuela, ubicada en un importarte  sector poblacional de Iquique, una vez recuperada y modernizada a tono con los tiempos,  puede y debe abrirse a la comunidad, y acoger a grupos y compañías de teatro, danza, y música, además de otros eventos, posibilitando un beneficio adicional  para el propio alumnado de la escuela, que estimularía y reforzaría el surgimiento de vocaciones artísticas.

Y si alguien piensa que se está teorizando en demasía, es bueno y oportuno recurrir a la historia reciente. Mi buen amigo Guillermo Jorquera, con una dilata trayectoria  como director del Grupo de Teatro del Norte (TENOR) me aportaba para esta columna,  la gratificante experiencia vivida por su grupo a fines de la década del 90,  cuando el TENOR presentó en dicha sala una temporada de la obra “Las del otro lado del río”, del recordado dramaturgo nacional  Andrés Perez, contando siempre sus presentaciones con una audiencia conformada por un público de dicho sector que no tenía que desplazarse al centro de la ciudad para disfrutar de un espectáculo teatral.

Me parece que el mejor y más efectivo homenaje que se le puede brindar a la figura de Violeta Parra, en el año en que se conmemora el centenario de su natalicio, sería concretar en la escuela artística que lleva su nombre, un proyecto de recuperación de su sala de teatro y su posterior apertura a la comunidad. Se contaría así,  con un espacio más para el arte y la cultura, un lugar vivo, que aportara vitalidad y cercano a los barrios circundantes…una cercanía a la gente que, además,  fue el sello que caracterizó la obra artística de Violeta. Doble homenaje.

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