Nacional y Coliseo: Epicentros de la iquiquiñez.
Opinión y Comentarios 19 noviembre, 2016 Edición Cero
Iván Vera-Pinto Soto / Cientista Social, Pedagogo y Escritor
Para los antiguos iquiqueños hubo dos salones destinados a la entretención que se constituyeron desde los años 20 hasta los 70 del siglo pasado en verdaderos epicentros de la iquiquiñez, me refiero a los cines Nacional y Coliseo.
Para situarnos en el tiempo, recordemos que el 5 de junio de 1925 ocurre la matanza de los obreros de la Oficina Coruña, a manos del ejército chileno, cuando los trabajadores se alzaron en contra las injusticias del régimen patronal existente. Fue precisamente en ese año que se construye esta sala en la calle Sargento Juan de Dios Aldea a la altura del 800, cuya propiedad era del señor Masserano. La obra pretendió emular a un teatro de primera categoría dentro del concepto de modernidad que se manejaba en aquella época, pero su idea fracasó porque, pues la infraestructura no era la más adecuada.
Desde 1930 fue administrada por la Empresa Martínez. En ella se instaló una máquina sonora para ofrecer programas cinematográficos. A partir de 1936 habría contratado con frecuencia espectáculos de primer orden que generalmente fue respaldado por el público local. Contaba con cuatro mil quinientos asientos, superado sólo por el Caupolicán, con seis mil, y el Teatro Coliseo con cinco mil doscientos, ambos de Santiago, mientras que el Municipal de Iquique tenía solamente setecientas aposentadurías. A este teatro se entraba por la calle Sargento Aldea, a la platea; y por Amunátegui a palco y galería. A no dudarlo, este recinto fue uno de los más populares y hasta la década de los años setenta atrajo muchísimo público por sus películas y por constituir el centro de reunión de toda sociedad iquiqueña.
Son abundantes las notas de prensa que registran su nutrida programación. Por nombrar algunas: El 16 de octubre de 1926 Enrique Chilote Campos estrenó su película filmada en Iquique Justicia del desierto. El Tarapacá del 27 de mayo de 1927 anuncia en ese local la presentación de la Compañía de Operetas de Fiori-Ureta. El mismo medio comenta (24-1-1929) la presentación de la notable cancionista española Amparito Guillot. Así también el 9 de mayo de 1927 coloca una propaganda de la misma agrupación en una función de beneficio que se ofreció para la enfermería y sanitaria policial, con la opereta inglesa La Geisha.
El 10 de mayo de 1927, suma otra noticia: “Los conocidos actores nacionales Italo Martínez y Enrique Campos, han formado una compañía nacional de comedias y revistas contando para esto con varios elementos que hay en la localidad y que tienen condiciones para desenvolverse con aciertos en las tablas. El personal de la compañía ya está formado y desde hace días se han iniciado los ensayos de una revista llena de escenas locales y que constituirá el mejor éxito del conjunto.” Relevante es también el estreno el día 16 de octubre de 1926 del film Justicia del desierto, dirigida por Enrique Campos. Al año siguiente, el 22 de enero de 1927, se exhibe un film que muestra los principales atractivos de Iquique, entre ellos Cavancha y el Chalet Suisse.
El 16 de enero de 1929 El Tarapacá notifica la función de Teresita Arce. Del mismo modo, continúan las funciones de Fiori-Ureta con las obras El país de las campanillas y La Bayadera. Así mismo, el 30 de mayo de 1931, difunde a la renombrada cantante española Encarnita Marzal quien debuta en Iquique. Llegaron compañías españolas como de Clotilde Colber, y la de Leonardo Arrieta.
El 18 de noviembre de 1934, la prensa da cuenta que durante varios meses se viene presentando en ese escenario Paco Miller, joven ilusionista y ventrílocuo, con su conjunto de variedades. Asimismo se lucieron compañías de dramas y comedias al estilo de La Mujerequi. Otras compañías constituidas por artistas nacionales que más destacaron fueron las de Alejandro Flores, y la de Arturo Bhurler. Estas compañías al igual que los circos debutaban los días viernes. Se recuerda a importantes orquestas típicas extranjeras que pasaron por este escenario: Miguel Calo, Natalio Tursi, cantantes de boleros Leo Marini, Wilfredo Fernández, entre otros.
A partir del año 1931 comenzaron a proyectarse en este espacio las películas del cine sonoro. La primera película sonora que se exhibió fue El cantante Jack, por Al Jonhson, quien además fue la primera de estas características que hizo Hollywood. La propietaria del cine era la empresa cinematográfica Cine Chile S.A. la que tenía sus oficinas centrales en la capital. Las remesas de películas que recibían de Antofagasta por vía del ferrocarril una vez exhibidas en Iquique eran reenviadas hacia los teatros de las oficinas salitreras.
El Coliseo fue otrolocal de carácter popular que marcó un hito por los años veinte en el plano de las entretenciones. Su nombre original fue Pabellón Victoria el que era administrado por la Federación de Box, y que a la postre se transformó en el cine Coliseo. La sala estuvo ubicada la calle Thompson entre Amunátegui y Juan Martínez. En su comienzo era un sitio eriazo, un simple corralón, donde se guardaban carretas y mulas, cuyo dueño era un señor llamado “Juanito”, el cual se dedicaba siempre al traslado de los circos que llegaban en ese entonces a la ciudad. A esa zona llegaba periódicamente un empresario que tenía una carpa negra, donde se ofrecía funciones cinematográficas de cine mudo y otros espectáculos populares.
Allí se instaló el Pabellón Victoria donde se ofrecían veladas de boxeo. Pasaron algunos años. Se construyó la empresa teatral formada por los señores Humberto Masserano y Matías Chinchilla, siendo su administrador el señor Ramón del Río, quien después quedó como propietario, adoptando el nombre de Coliseo Independencia. La sala estaba equipada de una moderna máquina proyectora y un equipo de sonido de avanzada tecnología para la época. Su inauguración se realizó con la proyección de la película Arco Iris sobre el río del niño actor Bobby Breen, la que gracias al éxito tuvo prolongó su exhibición durante todo un mes.
En una entrevista realizada a René Madariaga, hijo de Ramón del Río, nos cuenta: “Tengo tantas anécdotas… Recuerdo que un lunes, más o menos al mediodía, teníamos cerrada la sala con una reja, pues ese día nosotros no hacíamos función de matinée. En esa oportunidad llegó un ancianito y me dijo: “Podría pasar a mirar el teatro”. Claro, le dije. Hice prender las luces y el señor se puso a mirar todo con nostalgia. Al rato, me dijo: ¿Sabes quién soy yo? No, le dije. Soy el Tani Loayza. Bueno, ahí sentí mucha alegría y lo felicité por ser una persona tan importante en la historia de nuestro boxeo. Entonces me comentó: “Yo mis primeras peleas las hice acá. Esto se llamaba Pabellón Victoria”. Es por esa razón que la galería tenía la forma circular de un coliseo, el público se ubicaba en las graderías de madera y en el centro de la pampa se ubicaba el ring…
Ahí me crie. Desde que tenía 12 años, allá por el año 1953, trabajé en la sala junto a mis tres hermanos. Éramos dos Del Río y dos Madariaga… Ahí hacíamos de todo: portero, boletero, administrador. Fue una época muy entretenida, bonita y llena de anécdotas. Sabe usted, este fue el primer salón que tuvo cinemascope, con veinte parlantes chicos que daban diferentes tonalidades. Además tuvimos muy buenas películas. Fue el único cine que tuvo una película que duró como dos semanas en cartelera, esa fue Los diez mandamientos, por la década de sesenta. Después vinieron las películas de Cantinflas, Raphael, Jerry Lewis, entre otras…
También me acuerdo que un tiempo tuvimos la administración del Cine Municipal, cuando al señor Delucchi le quitaron la concesión, creo que fue por la década de los sesenta. En ese tiempo exhibíamos la misma película en el Municipal y después en el Coliseo. Una vez que terminaba la exhibición en el primero, un muchacho llevaba la película a pie hasta Vivar con Sargento Aldea, ahí otro funcionario lo esperaba y trasladaba los tambores con las cintas al Coliseo. En esa fecha administraba la sala la señora Elsa Díaz de Roldán. El local tenía una capacidad de setecientas butacas en platea y en galería alcanzaban ochocientas personas”
Es probable que en esos sitios donde ayer nos congregábamos los iquiqueños, aún subsistan las energías de nuestros antepasados y, también,aquellas que nosotros mismos emanamos al sumergirnos en las historias interpretadas por los actores y actrices de otros mundos y, por cierto, de nuestros propios artífices.