Edición Cero

Haroldo Quinteros/ Este 5 de febrero, justo a 49 años de su muerte, elegida por ella misma, volvamos a recordar a Violeta Parra, la... A 49 años de la muerte de Violeta

violeta parraHaroldo Quinteros/ Este 5 de febrero, justo a 49 años de su muerte, elegida por ella misma, volvamos a recordar a Violeta Parra, la primera figura de nuestro folclor. La televisión y las radios la recordaron; es cierto, pero, como siempre, de modo ostensiblemente lacónico, casi como en la forma de un noticia de obituario. Poco se oyeron sus canciones; por aquí, por allá «La Jardinera», «Gracias a la Vida, y algunas otras glorias de su arte, ah… pero ni en un solo momento se han oído, como siempre ha sucedido, sus canciones de contenido social y político, sin las cuales es imposible entender en toda su dimensión el arte de Violeta Parra. Son canciones lúcidas, siempre vigentes y revolucionarias, a las que a veces cantadas en actos oficiales, se las recorta o se les cambia la letra:

«No es vida la del chilote, no tiene letra ni pleito, 
tamango llevan sus pies,milcao y ají su cuerpo,
pellín para calentarse del frío de los gobiernos
llorando estoy, que le quebrantan los huesos,
me voy, me voy…»

«Miren cómo sonríen los presidentes,
cuando le hacen promesas al inocente.
Miren cómo le ofrecen al sindicato
este mundo y el otro los candidatos.
Miren cómo redoblan los juramentos,
pero después del voto doble tormento…»

Violeta fue la niña que como los más pobres de Chile vivió en carne propia la miseria, sobre todo aquella de los años de la crisis del 29. Fue la niña que para ayudar a sus padres y sus nueve hermanos recorría las calles, cantinas y chincheles de Chillán cantando acompañándose de su guitarra, y fue también la misma niña que desde pequeña escudriñó en lo más recóndito del arte y el saber popular. Caló como nadie en el alma y pobrezas del pueblo de Chile, alzando la voz en su defensa. Precisamente, por haber aventado en su arte, sin temor ni ambages, las injusticias y abusos que se cometen en nuestro país contra los pobres, el sistema la ignoró y la confinó a la soledad, la pobreza y el abandono, que finalmente la llevaron al suicidio.

Durante la dictadura de Pinochet, era natural que se prohibieran sus canciones. Muy pocos se atrevían a oírla en casa, y si ello se hacía, debía ser con bajo volumen y a escondidas. Esta visión de lo que fue Chile en ese tiempo, me recuerda una de las más emotivas experiencias personales de mi vida. En enero de 1983 viajaba por España, en Andalucía. Una tarde, en un tren, me sacudió de mi letargo viajero un grupo de soldados andaluces, todos jóvenes conscriptos en servicio militar, que volvían a sus hogares un fin de semana. Vestían uniforme, y llevaban una guitarra, con la que cantaban canciones de su patria. De pronto, empezaron a entonar “Gracias a la Vida.” No pude contenerme y me acerqué a ellos, sumándome al coro.

Por supuesto, les dije que era chileno, igual que la autora de aquella canción, y el líder del grupo, que tocaba la guitarra, me pidió que siguiéramos con Violeta, y así cantamos “Volver a los Diecisiete,” que, con estupor, advertí que aquellos jóvenes, si no entera, también la conocían. Mi reflexión fue obvia: mientras soldados de un lejano país que no era Chile cantaban a Violeta, en su patria, a la que ella dedicó su vida entera por descifrarla y cantarla en su arte, los soldados la prohibían.

Sigamos buscando y cantando a Violeta. «La dulce vecina de la verde selva» , la que no se vestía de payaso ni se compraba ni se vendía, (como la definió su hermano mayor, Nicanor) aún tiene mucho que decirnos.

 

Los comentarios están cerrados.