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Iván Vera-Pinto Soto/ Antropólogo Social, Magister en Educación Superior. Dramaturgo El humor es una característica inherente al ser humano. Su capacidad para reír lo... El humor político

Iván-Vera-Pinto-Soto-dramaturgo-ok-comenIván Vera-Pinto Soto/ Antropólogo Social, Magister en Educación Superior. Dramaturgo

El humor es una característica inherente al ser humano. Su capacidad para reír lo diferencia del resto de los animales. El humor es la habilidad cotidiana de provocar alegría, goce, diversión, disfrute y placer. Es una manifestación incluyente, por tanto atraviesa a toda la sociedad sin distinciones de género, edad, estatus económico y base cultural.

Históricamente el humor es una de las artes más antiguas, desde tiempos remotos existían los bufones, quienes divertían a los reyes. Como todo, este rubro también se ha ido especializando y hoy lo encontramos interpretados en personajes que hacen humor, en dibujantes, escritores, músicos, actores, en la televisión, la radio, el cine y en Internet. En nuestros días, uno de los eventos más atractivos continúa siendo el humorismo, y algunos médicos sugieren la risa como medio terapéutico contra los males propios de nuestra sociedad, como el agotamiento y el estrés.

Hay variados géneros de humor, destacando entre ellos el humor político, que se caracteriza por su compromiso contingente. En este caso, el intérprete, intenta poner  al tapete la corrupción, la hipocresía y las debilidades sociales que tanto temen las clases de poder, pero siempre con un toque de optimismo. Esta gota de humor sirve para suavizar el cuestionamiento que se hace sobre la pobreza, la justicia,  los enredos electoreros y los bemoles de la política internacional. En otras palabras, el humorista hiere, pero a la vez consuela.

Algunas veces, estos artistas actúan como la voz crítica del ciudadano hacia el comportamiento de las autoridades de turno, poniéndose en el lugar de la gente,  interpretando sus demandas y reflejando todo aquello en sus creaciones. En otras ocasiones tratan de conciencializar al público, revelando los traspiés y las “meteduras de patas” que se cometen en el manejo de la administración pública. Su finalidad es llegar a la verdad a través del absurdo y la exageración extrema. En esta línea ubicamos al dibujante nacional Guillo, quien en los tiempos de la dictadura militar, nos hacía reír con su irreverente, audaz e inocente humor que aparecía en diversas revistas de oposición.

Esta comicidad tiene sus antecedentes en nuestro continente en publicaciones tales como “Topaze”, una de las primeras revistas nacionales que empezaron a publicar caricaturas con un elevado humor político. En el mismo ámbito tenemos a Quino, ese gran caricaturista argentino que ha realizado un verdadero retrato de la sociedad y la política latinoamericana  de fines del siglo XX, a través de personajes inolvidables como Mafalda.

Al inicio, la clase dirigente no se acostumbraba a esta sátira y veía con malos ojos a los que la producían. Incluso en más de alguna ocasión ciertas ediciones fueron censuradas por aquellos que se veían intimidados por los contenidos abordados y el vocabulario capcioso que se utilizaba.

En los años 70, la década de los regímenes autoritarios en Latinoamérica, los gobernantes  asumieron el mando de los medios masivos de comunicación, eliminando toda posibilidad de expresión libre. En ese escenario, era altamente peligrosa la creación por parte de los humoristas políticos, muchos de los cuales tuvieron obligadamente que emigrar hacia otras latitudes. En esa sombría etapa el gobierno y el humor no podían convivir. Sin embargo, en nuestra cotidianidad el humor estaba a la orden del día. Es más, los chistes acerca del dictador circulaban con mayor velocidad que un asunto oficial, bajo múltiples formas que iban desde el último chiste, pasando por los eventos de esparcimiento, hasta el envío por fax de una fotografía trucada, con caricaturas y textos. Como dice el viejo adagio, “de broma en broma se decían verdades”,  que obviamente no aparecían en los medios de prensa.

Es indudable que el humor político es un claro síntoma de salud democrática. Expresa el afianzamiento de esta, permitiendo a las personas cuestionar a sus autoridades, sin sufrir ninguna amenaza  ni persecución. La caricatura y el manifiesto gráfico ocurrente han sido durante mucho tiempo instrumentos de contrapoder muy efectivos, pues la denuncia social es introducida en la opinión pública de manera sutil, entretenida, simple y concreta, ayudando así  a la toma de conciencia por parte de la sociedad civil.

De acuerdo a los argumentos anteriores, celebro la existencia de periódicos, revistas, obras de teatro, espectáculos artísticos, humoristas, comediantes y teatristas que en sus publicaciones, en sus rutinas y en sus espectáculos utilizan el humor para develar realidades sociales, desenmascarar las maniobras del sistema mercantil, desnudar a políticos desteñidos y satirizar a las autoridades incompetentes que en todo régimen político asoman sus cabezas por doquier. Efectivamente, se agradece la presencia de estos paladines sociales que con aguda crítica perturban el sistema establecido, realizando un “guerra de guerrilla” humorística  que simboliza lo que la mayoría piensa y siente, pero que no es capaz de hacerlo públicamente por falta de asertividad o simplemente porque no tiene los escenarios para hacerlo.

Hoy en día, también se utilizan el humor en las redes sociales para atacar a los intocables y más de algún funcionario de gobierno puesto en su cargo gracias a la “amistocracia” chilena. En el ciberespacio encontramos decenas de grupos ácidos y deslenguados, especialmente jóvenes, que representan a la mayoría de la ciudadanía, que creen que este sistema es una mierda y que los gobiernos que tenemos solamente son unos maquilladores del régimen. Ellos son verdaderas bandas dispuestas a “limpiar” la suciedad del país, dedicadas a molestar a los políticos y a decir lo que callan los medios de comunicación social. ¡Qué bueno que existan! Porque dicen verdades y no siguen el corso de aquellos que dicen que todo está bien en este país.

Por supuesto que en esta línea no incluyo a Kramer, pues lo que hace este personaje es solamente una imitación de gestos y discursos de los políticos, pero en ningún caso ahonda en sus defectos. Sus espectáculos divierten por la capacidad que tiene el cómico para convertirse en otras personas tan distintas a él. Pero eso nada más. Los libretos son imperfectos, la historia es limitada y, de cierta forma, la manera en que se relativiza el ejercicio público termina pobre y no dice nada de política y termina por perpetuar el sistema.

De todas manera, la risa y el humor, utilizados políticamente, desmarcándose de lo institucional, puede servir de medio para interpelar, cuestionar y develar lo que muchas veces lo llamado discurso “serio” no alcanza a profundizar, pues el humor es más intuitivo, libre y despojado de ropajes formales. Muchas veces por medio del humor político se dicen verdades que no se quieren decir por temor o por pasividad social.

En el mismo contexto, podemos agregar que el humor político es más visionario y tiene casi siempre un ánimo libertario, como lo fue Topaze cuando reconoce ya en los años 60 que la derecha se convertirá en una clase social golpista.

En otras ocasiones, lo cómico y el humor tienen esa posibilidad de “distanciar” al público de ese territorio de dominación donde se ha instalado la violencia, la muerte y la destrucción, transformándose en fuerzas que se oponen al Tánato, a las fuerzas destructoras y, correlativamente, regenera visiones que para la mayoría han pasado al olvido. En pocas palabras, el humor político es, hoy más que nunca, un elemento indispensable para defendernos de alguna manera del sistema injusto como el que vivimos.

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