Víctor Guerrero Cossio. Dr. en sociología. Académico UNAP
Recientemente el Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Católica de Chile y la Cámara Chilena de la Construcción dieron a conocer un estudio que ubica a A. Hospicio como la comuna con peor calidad de vida, teniendo una posición inversa a Las Condes que se instala como la que posee mejor calidad de vida para sus habitantes.
Con razón el alcalde Galleguillos reacciona furibundo contra el estudio, dada la imagen que se crea a la comuna que administra, pero no es la primera vez que el locuaz alcalde enfrenta así las noticias adversas, negando su resultando y no deteniéndose a revisar los argumentos en cuestión.
La posición de Galleguillos se basa en el crecimiento de la comuna, como también los permisos de edificación y las inversiones públicas verificadas allí. Sin embargo, esos mismos argumentos pesan en su contra, pues en su origen el crecimiento se debió al rebalse de Iquique y las inversiones se debieron a que los gobiernos debieron extremar los resguardos públicos dado el riesgo a que estaban expuestos sus ciudadanos.
Si bien la puntuación más negativa tiene que ver con la ausencia o pobreza de los servicios, generando una adversa imagen de esta comuna desde su explosiva constitución como ciudad, también conspiran en su contra los obstáculos cotidianos que sufren (servicios) y la crisis de expectativas (autoestima) que se apodera de sus habitantes.
Quizás el alcalde Galleguillos ve obras materiales y destaca sus realizaciones, pero la vida social es más compleja y debe agregar otros factores a su perspectiva alcaldicia, tales como iniciativas que aumenten los lazos entre los vecinos y de ellos con la gestión comunal. Necesita visión integral y sustentable, no solo sumar las obras y en especial avanzar hacia lo que se puede denominar Orgullo de ciudad.
Quizás esta es la gran iniciativa que falta en A. Hospicio, enfrentar las imágenes adversas con la construcción de una ciudad orgullosa de si misma y que ello contagie a sus habitantes, haciéndoles ganar autoestima y amabilidad colectiva.
Esta tarea hospiciana requiere de cohesión, participación, recursos y voluntad institucional y ciudadana, no ver a quienes piensan distinto como enemigos y no estar permanentemente revisando la caja electoral, pues esto último sólo inhibe la participación, sesga y destruye el tejido social. Sólo así podrá sumar recursos y voluntades avanzando hacia un panorama social más orgulloso y amable.