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Iván Vera-Pinto Soto/  Antropólogo Social, Magíster en Educación y Dramaturgo Existe la idea que la información y el conocimiento siempre han sido las fuentes... Lenguaje mediático en la Educación

Iván-Vera-Pinto-Soto-dramaturgo-ok-comenIván Vera-Pinto Soto/  Antropólogo Social, Magíster en Educación y Dramaturgo

Existe la idea que la información y el conocimiento siempre han sido las fuentes de poder y riqueza en todas las sociedades. Lo novedoso es que en la sociedad globalizada que vivimos las técnicas de la información y las comunicaciones se organizan en tejidos que constituyen también dominio y capital. Los países y las personas al estar ausentes de esas redes globales se van quedando en el camino, acentuando su estado de dependencia frente a las grandes metrópolis. No obstante, Regis Debray, en “Introducción a la mediología” (2001) sostiene que: “La idea de que se pueda asegurar una transmisión (cultural) con medios (técnicos) de comunicación constituye una de las ilusiones más habituales de la “sociedad de la información”, propia de una modernidad cada vez mejor armada para la conquista del espacio pero cada vez lo está menos para el dominio deltiempo.” 

En todo caso,  no podemos negar que el control de información y las comunicaciones es un factor importante para que los países subdesarrollados logren frenar el proceso de “aculturación” y colonialismo cultural, con respecto a los imperios económicos y políticos actuales.

La anterior observación es importante en el momento de definir el papel del Estado ante las nuevas fuentes de información, cultura, conocimiento y entretención donde se entremezclan las funciones formativas de los medios masivos con la escuela. La interrogante que surge es cómo aprovechar la capacidad instalada de los nuevos medios para fortalecer la educación, modernizar a los agentes educativos y poner en práctica los contenidos pedagógicos atingentes a las necesidades e intereses de los educandos y los cambios sociales.

Esta preocupación fue planteada por Célestin Freinet en Francia, el año 1950. Precisamente él proponía realizar en el aula revistas y periódicos, para dar sentido a los textos, sobrepasar la lectura simplemente comprensiva, para pasar al análisis de los textos y a la síntesis, o construcción de nuevos elementos textuales. El acceso al texto escrito debe ser ante todo una búsqueda de su sentido, entendido como producto de una voluntad de comunicación. Para Freinet no hay  expresión sin interlocutores.

Martín Hopenhayn en su artículo “Educación, comunicación y cultura en la sociedad de la información: una perspectiva latinoamericana” (2003), nos advierte que la “euforia mediática” no puede hacer desaparecer la sustancia pedagógica o la capacidad crítica y reflexiva, rasgo inherente a la “cultura pesada”. En estos tiempos se requiere de la utilización de esta facultad reflexiva para discriminar las tecnologías de transmisión de mensajes y para disminuir el riesgo que los medios se transformen en una transmisión de información superficial.

Una de las dificultades que enfrenta la escuela actual es la falta de plasticidad para incorporar los nuevos signos lingüísticos que transfieren espontáneamente los estudiantes en clases. Es un indiscutible que la escuela ha dejado de ser el único referente del saber, en la actualidad existen muchas otras instancias que permiten su difusión y que no le piden la venia a la escuela para proyectarse socialmente.

El sociólogo Jesús Martín Barbero, en su texto “Jóvenes: comunicación e identidad” (2002), explica que: “Los jóvenes articulan hoy las sensibilidades modernas a las posmodernas en efímeras tribus que se mueven por la ciudad estallada o en las comunidades virtuales, cibernéticas. Y frente a las culturas letradas – ligadas estructuralmente al territorio y a la lengua- las culturas audiovisuales y musicales rebasan ese tipo de adscripción congregándose en comunas hermenéuticas que responden a nuevas maneras de sentir y expresar la identidad, incluida la nacional”. 

Esta multiplicidad y difusión del saber, que va más allá de los marcos educacionales formales, es uno de los retos de mayor peso que el mundo de las comunicaciones le traza al sistema educativo. En ese escenario, se sugiere que la escuela abra sus puertas a los medios de información, permitiendo así a los estudiantes desarrollar sus habilidades y destrezas para expresarse en un ambiente multimedial, incorporando los distintos lenguajes de un mundo mediático, multicultural y de cambios vertiginosos. La finalidad de esta apertura es movilizar la industria multimedial en favor de la educación, para ganar en motivación, en expresividad y en nuevas maneras de alfabetizaciones.

En la historia de la humanidad se ha utilizado el lenguaje hablado o escrito como principal medio de comunicación; hoy, en cambio, esta situación se ha modificado radicalmente con la incorporación de la televisión, la cual ha yuxtapuesto el ver a la palabra, dando con ello preeminencia a la imagen. Por supuesto, ahora la escuela no es la única depositaria del saber social relevante, ni el instrumento para sistematizar conocimientos, por el contrario, tenemos múltiples medios para educarnos, tal son los casos de la televisión y el internet. Esto nos lleva a diseñar paradigmas diferentes a los tradicionales, en los cuales la palabra y la imagen  no resulten ser antagónicas, sino que constituyan una nueva síntesis del proceso de aprendizaje.

Como observamos, no se trata únicamente de usar las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones para estimular a los alumnos, ni tampoco para que sirvan como auxiliares de las clases expositivas; consiste que a partir del empleo de la imagen, opere un proceso de conceptualización que potencie la construcción de nuevas representaciones mentales, las que constituyen el soporte del pensamiento abstracto.

En el debate educativo se analiza sobre la pertinencia y la manera en que la educación debe ser modernizada, lo cual no solamente involucra incorporar al aula computadoras e internet, sino fundamentalmente una “educación para los medios”. Es decir, crear programas de alfabetización audiovisual dirigidos para toda la comunidad escolar, con el propósito que ella incorpore nuevos códigos que encierran esos lenguajes mediáticos.

El objetivo de esta “educación para los medios” es principalmente que los padres, profesores y alumnos tengan un aprendizaje crítico de los medios para ejercer una recepción crítica de los mensajes que recibe. Y, a su vez, que estos sujetos educativos puedan apropiarse de los medios para que puedan utilizarlos en su praxis social. Es indudable, la escuela es el escenario adecuado donde este nuevo reto tiene que ser experimentado, porque la educación en el lenguaje de los medios tiene que ser formal y sistemática. Está claro que en nuestra realidad educativa son pocos los especialistas capacitados para desentrañar el lenguaje de los medios. Se improvisa mucho en la práctica de educar en los medios y existe un número importantes de teóricos sin práctica.

El tema, como apreciamos,  es más complejo que el simple hecho de usar un aparato audiovisual en el aula; indudablemente va más allá. Es entender el lenguaje de cada medio, saber la forma de transmitir sus propios códigos y procurar instalar en la mente de los alumnos nuevas realidades abstractas que le permitan comprender de mejor manera la vida y la sociedad en que vive.

Por otro lado, tal como se plantea en “Kaplún, intelectual orgánico. Memoria afectiva”, habitualmente las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, han ignorado por completo los procesos dialógicos “apelando principalmente a la interactividad (con una máquina) y no una verdadera interacción (entre personas)” y agrega “El ideal del estudiante aislado y conectado a una máquina niega en los hechos el carácter social del aprendizaje. La navegación solitaria en las autopistas de la información no puede reemplazar el aprendizaje que es esencialmente social”.

Bajo la anterior hipótesis, hay que entender que la educación es un proceso de comunicación, es decir de diálogo reflexivo y colectivo. Por ello, es indispensable que la escuela esté ligada a la sociedad para mediatizar los contenidos e influencias permanentes que reciben los ciudadanos y que forman o deforman su manera de pensar y sentir y, determinan sus valores. Mario Kaplún en “A la educación por la comunicación: la práctica de la comunicación educativa” (1992) usaba la expresión “educarse es involucrarse y participar en un proceso de múltiples interacciones comunicativas”. De esa manera, la escuela no se convierte en una institución arcaica que evoluciona a un ritmo más lento que la realidad social y que resiste al cambio, como suele suceder en la actualidad, pues ya no satisface los anhelos de su comunidad.

Siguiendo los derroteros de Paulo Freire, quien sostenía que la educación es un “acto político, un acto de conocimiento y un acto creador”, entonces no puede sino seguir la misma senda que la comunicación en el proceso de cambio social. De  allí la importancia de dominar, desde la escuela,  el lenguaje mediático y utilizar los medios sociales para comunicar y proponer contenidos que reafirmen los valores humanos, los derechos colectivos y que contribuyan a generar en las sociedades el diálogo y la participación. Si no somos capaces de aprovechar los nuevos lenguajes y los medios de información correremos el peligro de estar sometidos a la imposición de de contenidos culturales ajenos y extraños a nuestra propia cultura. Para que esto no ocurra, por un lado, el Estado tiene una responsabilidad social de atender esta problemática, pues con ello podría propender el cambio social y, por otro lado, los educadores deben tener la voluntad y confianza para aprovechar este lenguaje mediático y multicultural que, bajo condiciones sociales y éticas de la escuela, favorezca el aprendizaje como una actividad creativa, con una razón clara que el aprendizaje es un proceso de toda una vida.

De nada vale tener conectividad e información por todos lados. El problema es qué se hace con ellas y si se poseen las herramientas para hacer algo con ellas. Ello exige – como plantean algunos investigadores-  adquirir nuevas competencias comunicativas en los contextos mediáticos, el dominio de nuevos procesos de mediación que vayan del texto al hipertexto, del medio al hipermedia, sobre una concepción alternativa de lenguaje como la interactividad e integración de múltiples lenguajes para producir sentido.

En definitiva, tanto el alumno como el profesor requieren ser alfabetizado no solamente en el uso de las máquinas, sino, fundamentalmente, de los contenidos de los nuevos códigos de información y comunicación, para que puedan desenvolverse normalmente en el acto comunicativo y para que puedan alcanzar el  desarrollo de su creatividad, ofreciendo los instrumentos que le faculten comprender la producción social de comunicación, saber valorar cómo funcionan las estructuras de poder, cuáles son las técnicas y los elementos expresivos que los medios manejan y poder discriminar los mensajes con suficiente distanciamiento crítico, minimizando los riesgos de manipulación y la “aculturación”.

 

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