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El Dínamo /Nació en 1890, masca hojas de coca, bebe agua de los Andes y aún cocina. Aparenta no haberse bañado en años y... El hombre más anciano del mundo es boliviano y tiene 123 años

anciano de BoliviaEl Dínamo /Nació en 1890, masca hojas de coca, bebe agua de los Andes y aún cocina. Aparenta no haberse bañado en años y pasa la mayor parte del tiempo solo en su casa de adobe y techo de paja. Es muy pobre, vive a 4.050 metros de altura en Bolivia y sólo habla aymara. A sus 123 años, Carmelo Flores Laura, el hombre más viejo del mundo según los registros, masca hojas de coca, bebe agua de los Andes y aún cocina.

Cuando era joven comía zorros, lagartos y víboras que cazaba. Ahora se alimenta de sopas y cereales andinos que él mismo prepara sobre un fuego avivado con estiércol de llamas.

El Tribunal Electoral de Bolivia confirmó la identidad y la edad del anciano. “El señor Carmelo Flores Laura tiene como fecha de nacimiento el 16 de julio de 1890, está en el Registro Biométrico (electoral), con residencia en Frasquía, de profesión agricultor”.

La Gobernación de La Paz explicó que con la edad certificada, se tramitará su registro en Libro Guinnessde los récords como el hombre más longevo del mundo. Hasta ahora, el español Salustiano Sánchez Blázquez, quien reside en Nueva York, ostenta la marca con 112 años.

Toda su vida Carmelo Flores Laura fue un campesino que trabajó para sobrevivir. Llegó a Frasquía muy joven en busca de trabajo desde un poblado cercano y se enamoró de una señora viuda, con la que se casó y tuvo tres hijos. “Ella murió hace tiempo”. La mujer tenía 107 años, apuntan su nieto Edwin, de 27 años, y su bisnieto Edgar, de 10, que llegaron a visitarlo.

Como su esposa, dos de sus tres hijos murieron. “Sólo tengo un hijo, Cecilio”, dice el anciano, y se emociona al nombrarlo. Su hijo vive en El Alto, ciudad vecina a La Paz. También tiene 14 nietos y 39 bisnietos.

“Antes no había nada para comer. Por eso hasta lagarto debía comer. Agarraba los lagartos o víboras y les abría la barriga. Preparaba un ‘chicharrón’ (fritura) o los metía a la sopa”, cuenta. “Me preparaba sopa con hojas de quinua. Pero ahora puedo comprar arrocito y fideíto para mezclarlo”, relata con voz muy pausada.

El longevo aymara mide cerca de 1,60 metros, es delgado, no tiene dientes y su rostro está muy sucio al igual que sus manos y pies. Aparenta no haberse bañado en años. Pasa la mayor parte del tiempo solo en su casilla de adobe y techo de paja.

Carmelo viste una vieja chamarra color plomo, que lo protege tanto del rudo frío como del ardiente sol, típicos del cambiante clima del altiplano, y cubre su cabeza con un gorro de lana y un sombrero de ala ancha.

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