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Leonel Reyes Fernández, Licenciado en Ciencias Religiosas (*) He seguido muy de cerca los delicados acontecimientos que versan con la jerarquía de la Iglesia... La hipocresía y la falta de ética merodean la Diócesis de Iquique

Leonel Reyes Fernández, Licenciado en Ciencias Religiosas (*)

He seguido muy de cerca los delicados acontecimientos que versan con la jerarquía de la Iglesia Católica, principalmente con quien fuera su cabeza visible, el ex-Obispo de la Diócesis de Iquique, Marco Órdenes Fernández.

La verdad es que tengo sentimientos encontrados como cristiano y ciudadano común. Siento pena e impotencia por los acontecimientos sucedidos, sobre todo al comprobar que somos muy, muy vulnerables como seres humanos. Pero no sólo vulnerables a estos hechos tipificados como de “abusos sexuales”, sino también a los temas referidos al “poder” y la forma de como lo ejercemos en la sociedad. No me gustaría estar en el lugar del ex – Obispo. Debe ser un momento muy doloroso y complejísimo para él y su familia. Hay una máxima moral muy elocuente y clara: cada acto o actitud en la vida conlleva consecuencias posteriores.

Pero, preguntas llegan de inmediato a mi cerebro: ¿Cuando aceptó ser Obispo, sabría que en algún momento de la vida sus propios actos lo podrían enjuiciar? ¿Pensó la posibilidad de una denuncia de esa naturaleza? ¿Contaba con el asesoramiento de otras personas que lo animaron a asumir la cabeza visible de la Iglesia local, a pesar de sus actos “inadecuados e impropios”, como después reconoció? ¿Alguien más del clero sabría de su situación?

Pero más tarde que nunca la verdad tenía que sobreponerse. El proceso de depuración comenzó con su cabeza y ahora le corresponde a las otras partes del cuerpo. El Evangelio es tajante.

Más doloroso es, el saber que al interior de la propia diócesis hay quienes quieren defender lo indefendible. Que no escatiman esfuerzos por revertir lo evidente. Más aún, hay quienes se atreven a manipular la conciencia de los propios feligreses, incentivando con declaraciones formalmente bien redactadas y fundamentadas, pero con una falta de convicción y verdad.

Al parecer, a nuestra Diócesis le ronda el síndrome de la perversión de la información. Pero esta perversión está mediada y se concreta en lo humano. Hay responsabilidades personales e institucionales que deberán –más tarde que nunca- responder ante el Pueblo de Dios y la justicia ordinaria.  Se ha invisibilizado el tema de fondo: abuso de poder, actos de pedofilia y manipulación de conciencia a las personas. Quieren mostrar al Pueblo de Dios que todo está en orden y que debemos seguir sin problematizar la situación. Con estas acciones la propia jerarquía hace perder confianza –y que quede claro, no en la Fe en Cristo- y credibilidad en la moralidad que predican.

Pero eso no es todo. Se ha gestado un cambio de cabeza –transitoria por lo demás- y se ha nominado al Arzobispo de Antofagasta para administre pastoralmente la Diócesis y recupere su confianza. Pero lo más extraño es que el nuevo Administrador habla tangencialmente del tema.  Pareciera que se le baja el perfil, que nos quiere hacer creer  que todo se va a solucionar de manera natural y pacífica. Y evitar hablar del tema.

Probablemente la jerarquía maneja mayor información que nosotros, los bautizados, pero es una falta de respeto que nos mantengan en un estado como si no ha pasado nada. Es lamentable este estado de des-información y confusión. Y la verdad es que ha pasado algo muy, muy serio y se pretende tapar la situación de una forma muy retórica y diplomática. La verdad –aunque duela- siempre es el mejor remedio contra la especulación, el chismerío y la ignorancia. Y la verdad, en términos evangélicos es la única que nos puede dar paz y salud mental.

Es lamentable, doloroso y decepcionante para muchos, pero en la Diócesis de Iquique se están sucediendo situaciones donde se oculta y minimiza la verdad. Se quiere cuidar la imagen, el prestigio y el orden, pero a costa de no seguir ahondando en la crisis interna. ¿O es que el Pueblo de Dios no debe meterse en asuntos privados de sus jerarcas, cuando estos afectan a la moralidad de su conjunto? ¿O es que el Pueblo de Dios no es maduro para emitir un juicio cuerdo y realista frente a hechos delicados como el sucedido? ¿Consideran que Pueblo de Dios tiene una especial sensibilidad y le preocupa el tema generacional –de niños, adolescentes y jóvenes- puesto en juego?

Es un mal precedente hacer vista gorda a los temas de fondo. En la Diócesis de Iquique queda mucha tela que cortar, hay muchas auditorias internas por realizar, hay muchas investigaciones por iniciar. Esto no es provocación, no es insurrección; es sentido común y ansiedad por la verdad y justicia; es reparación saludable tanto para las víctimas como para el victimario.

 *El autor de este Artículo fue seminarista por la Diócesis de Iquique, entre los años 1984 y 1990. En la actualidad es Técnico en Prevención y realiza labores de desarrollo social y comunitario en Iquique. 

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