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Milena Bravo Toro, Escritora Este es un artículo futurista, carente de Realismo Mágico, repleto de Realismo Tétrico. Aquí va: «Nos encontramos en una era... Verde Biodegradable

Milena Bravo Toro, Escritora

Este es un artículo futurista, carente de Realismo Mágico, repleto de Realismo Tétrico. Aquí va:

«Nos encontramos en una era posterior a la actual, han pasado guerras, glaciares, fenómenos sísmicos y volcánicos, ciclos erosivos e incontables generaciones. La raza humana, más resistente que las cucarachas, vuelve a recurrir al oro negro considerando aún esencial para el planeta, a esta mezcla fluida y aceitosa de hidrocarburos de color negruzco y origen orgánico.

Allí estaremos todos nosotros, no seremos protagonistas, ni siquiera dobles en esta película; nuestra existencia se convertirá en combustible para descendientes como lo fueron antes los peronés o fémures de verdes dinosaurios y la pasada vida de la microflora y de la microfauna del fondo de los sedimentos oceánicos. Existirá una moderna y gigantesca torre petrolera, succionando como bebé hambriento nuestros restos mortales, chupándose a toda la civilización actual para llenar algún estanque, y por supuesto, el bolsillo de algún empingorotado magnate, como lo son los que hoy lideran las labores extractivas en zonas como: el Caribe, el Golfo de México, la costa occidental y continental de los EE.UU., la región del oriente Medio, en Indias Orientales y Sahara Africano.

Como todas las eras tienen sus problemas, ese porvenir no escapará a ellos, el mayor contratiempo se producirá cuando se entorpezca el flujo y los ingenieros se calienten la cabeza para destapar los ductos obstruidos; retirando bolsas plásticas, toallitas higiénicas y pañales desechables».

Termino con la escena de horror.

Actualmente muchos hemos soñado más de una vez con este film de pesadilla, una verdadera hecatombe del medio ambiente. ¡Qué guerras, ni amenaza roja, ni que ocho cuartos, hasta el narcotráfico quedará desprestigiado ante tal destrucción y el Vietnam será una vieja leyenda, reemplazada por los agujeros de la capa de ozono, ballenas muertas y polución.

Muchos ya se han puesto atuendos verdes de ecología, se han pintado el rostro junto a indios amazónicos. Blancos, negros y amarillos se han dado cuenta que «hay que cuidar el pulmón verde del planeta».

Con un mundo consumista ya no se puede vivir tranquilo, andar rociando pesticidas por ahí, puede costar la reprimenda de un verde iracundo; usar detergente en la ribera de un río cristalino es sinónimo de ignorancia. Todo tiene que ser hoy biodegradable, libre de fosfatos y reciclado, porque se ha descubierto que los placeres de la vida, no sólo engordan o son pecado, también contaminan.

Existen en la actualidad «Guías Verdes» de productos no contaminantes, en las cuales es más necesario aparecer que en las páginas de vida social.

Delfines, flamencos, osos pandas, focas, ballenas y para los más localistas, llamas, alpacas y vicuñas, deben campear en las etiquetas, y, los supermercados, deben dejar de regalar las tan funcionales bolsas de plástico, pues también contaminan. Todos los artículos tienen que rimar con «able», «eco» o ser verdes, pues el mundo debe tener conciencia de lo que es verde y lo que significa biodegradable.

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