Verdades que son Mentiras
Opinión y Comentarios 23 abril, 2012 Edición Cero
Benito Baranda, Director Hogar de Cristo
TheClinic.cl Desde hace años nos quieren convencer en Chile y en el mundo que ‘lo que no se mide no existe’, la verdad es que gracias a Dios los seres humanos hemos existido por miles de años sin ser medidos, y en varios períodos de la historia –y en diversos territorios geográficos- con bastante paz, justicia y felicidad. Son como esas sentencias con las que muchos nos pretenden convencer de que son ‘la verdad’, como cuando nos dicen -como un ‘dogma divino’ irrefutable-: ‘la eficiencia es un deber ético’, ‘el desarrollo es fuente de felicidad aunque haya desigualdad’, ‘si se suben los salarios aumenta el desempleo y se puede disparar la inflación’, ‘los indígenas son unos flojos, ignorantes y tienen malos hábitos’, ‘los chilenos nunca están contentos con lo que tienen’, ‘los impuestos que pagamos son suficientes para lo que hay que hacer’, ‘el mercado debe regular la política de vivienda’ (especialmente la del suelo), ‘lo rentable es lo justo’, ‘la privatización de los servicios sociales (p.e. hospitales, escuelas, cárceles, vivienda, etc.) los hace más eficientes y efectivos’, etc.
También hemos sido testigos recientemente -en varios espacios públicos- que verdades enunciadas terminan por ser verdades a medias o simplemente mentiras. Siete ejemplos que nos avergüenzan en lo inmediato: dos de los jueces que rechazaron el recurso judicial contra Hidroaysén estaban ‘implicados’ económica o familiarmente con la empresa; la Cámara de Diputados se confronta públicamente con el Senado por los $ 4.400 millones de aumento presupuestario y por las asignaciones imputadas a ellos (¿en qué mundo viven?); Mineduc desata una campaña mediática impresionante por los resultados del Simce, cómo que estos fuesen espectaculares, y esto es acompañado insólitamente por un ‘coro’ de especialistas (los invito a todos a leer con finura y detención los resultados); nuestra Iglesia Católica Universal que titubeó hace años ante las acusaciones de abusos sexuales en todo el mundo, negándolos públicamente y acusando inicialmente una persecución, hoy da la espalda a los más excluidos y castigados por la sociedad, alejándose del dolor y de la marginación en que ellos y ellas se encuentran (lean lo que opina la gente acerca de la Iglesia Católica en la Encuesta Bicentenario UC-Adimark); un tiroteo entre la PDI y Carabineros, que nos deberían cuidar y proteger (gracias a nuestros tributos), termina con uno de estos últimos muerto con tres tiros por la espalda (¿sabremos algún día la verdad? ¿Qué estaban haciendo ambas policías?); luego de más de seis meses del accidente aéreo en Juan Fernández, la FACH evacúa un informe que termina por sacrificar a uno de sus altos cargos (¿nos contarán todo lo que efectivamente ocurrió, por qué han tardado tanto tiempo en algo tan evidente?); por último, casi como una ofensa para quienes lo siguen pasando mal como consecuencia del terremoto del 27/F del 2010, a un connotado parlamentario se le ocurre decir desde Asia que en 4 años tendremos reconstruido el país y que por lo visto seremos más eficientes que el gobierno de Japón que lo hará en 10 años.
Las naciones comienzan a decaer cuando quienes vivimos en ellas no lo hacemos en concordancia con valores que salvaguarden la dignidad de cada ser humano, cuando no tomamos conciencia de lo que daña la credibilidad del poder judicial, de las incoherencias del poder legislativo, de los manejos mediáticos y pueriles del poder ejecutivo, del frágil testimonio e incongruencias del poder espiritual, de la incierta transparencia y efectividad del poder policial, de las nebulosas y ‘secretos’ del poder militar, y de opiniones ligeras de autoridades públicas que vulneran más aún a las personas en dolor.
El deterioro de la confianza en nuestro país sigue siendo alimentado por lo mismo de siempre (en la familia, en la escuela y en el trabajo): llevamos una vida que no respeta y no considera a los demás, que sufre por la ausencia de un auténtico ‘sentido social’ (Padre Hurtado sj), que está plagada de incoherencias, de mentiras o ‘verdades a medias’ (hipocresías varias), y que además requiere permanentemente ser controlada ‘externamente’ para lograr que la convivencia ciudadana pueda desarrollarse.
Hasta que no nos miremos con valentía en un espejo y nos demos cuenta de lo anterior, y actuemos luego en congruencia con nuestros profundos valores humanos, será muy complejo practicar la justicia en la vida cotidiana y existirá una baja probabilidad de que alcancemos un bienestar que no sea sólo más PIB y más bienes materiales. La paz social, la armonía en las relaciones humanas y la búsqueda del bien para todos, requieren de una construcción colectiva que conlleva una fuerte renuncia personal, y esto el ‘modelo’ no lo quiere ni lo estimula, el tiempo que viene será aún más duro y difícil e implicará un aumento de las movilizaciones ciudadanas.