Premio nacional de historia: Movimiento estudiantil tenderá a radicalizarse
DestacadoEntrevistas 26 septiembre, 2011 Edición Cero
Un agudo análisis al movimiento estudiantil, desde un enfoque crítico y no convencional, realizó el prestigiado historiador social y premio nacional de Historia, Gabriel Salazar, quien habló, claro y entretenido, en una conferencia de casi 4 horas, organizada por la carrera de Trabajo Social, de la Universidad Arturo Prat. Que es posible que se produzcan cambios profundos que remezcan al sistema, si el movimiento se radicaliza; y que a estas alturas sería oportuno retomar las clases, pero seguir en movilización, fueron algunos de los aspectos desarrollados en su análisis de la actual coyuntura, sólo comparable, según su mirada con los acontecimientos históricos de 1919.
En su extensa exposición, el premio nacional de Historia hizo un análisis de los movimientos sociales en Chile, pero desde una perspectiva de la Historia Social, versus la historia clásica o convencional, siendo ésta última la que impera y la que se reproduce en las escuelas.
La historia clásica, explicó el académico, es la que tiene por objetivo estudiar los hechos históricos, pero mirando hacia el pasado, hacia lo que ocurrió. Es la historia oficial, que elude hechos significativos y que realza algunos que no lo son tanto. Por ejemplo, se refirió a la figura del General Freire, cuya obra no ha sido reconocida; en contraposición está la figura de Bernardo O’Higgins, de quien espera algún día se evidencia su verdadero rol.
En cambio, la Historia Social, es una disciplina científica académica que surge a partir de 1980-82, tras la crisis del capitalismo y como reacción al modelo neoliberal, la cual pretende interpretar los hechos sociales desde la historicidad, es decir, desde el momento en que ocurren los hechos y en el que los actores sociales construyen su futuro, es decir, su historia. Bajo este enfoque, que se nutre de los hechos reales, no de ideologías externas ni de autores lejanos (aunque éstos pueden ser referenciales), habló Salazar. Es una disciplina, entonces, que acompaña al actor social, a ese “de carne y hueso”, como lo graficó y no la imagen de un héroe del pasado.
En todo caso, la Historia Social, cuando mira el pasado, también lo hace desde la perspectiva de los sujetos y en el afán de entenderlos porqué actuaron de tal o cuál manera, en el tiempo en que actuaron, es decir, interpretarlos en su momento histórico, en lo que fue su presente y no en una reconstrucción del pasado y una mirada lineal.
Y bajo ese enfoque analizó el movimiento social que hoy protagonizan los estudiantes chilenos.
Estrategia distractiva
A su juicio, lo que la autoridad realiza hoy, como estrategia, es promover mesas de diálogo –que son elementos distractores de un verdadero proceso de cambios- e introducir cambios menores y no cambios de fondo. Ello llevará al movimiento a radicalizar sus posturas, “de lo contario va a perder legitimidad en sus propias bases, por lo tanto no le conviene a la cúpula vocera del movimiento alargar estas conversaciones más allá de lo conveniente. Y ya llevamos mucho tiempo en eso.
-¿No le parece que radicalizar posiciones pueda generar descolgados en el propio movimiento estudiantil?
-Yo no creo en eso, porque la radicalización consiste en mantener, por decir, la misma petición o imposición; sólo que ahora se dirá “cúmplase, hágase, realícese”, entonces eso más bien va a aportar más adhesión al movimiento.
-Desde el rol del gobierno o de la derecha, ¿qué se puede hacer?
-El juego que ha tenido la derecha hasta ahora, es tratar de prolongar el movimiento sobre la base de convocar a mesas de diálogos, a sabiendas que no va a ceder en nada. Por otro lado, contra atacar del punto de vista de ajustar la entrega de las becas, la entrega de los dineros a los colegios subvencionados; también tratando de hacer pequeñas concesiones en cuestiones intrascendentes. Entonces el gobierno está agotando en esas estrategias y se va a enfrentar a cuestiones de fondos y en ese punto no va a poder responder. Entonces el movimiento va a tener que responder radicalizándose, no va a tener otra alternativa.
-Como usted mismo señalara, la soberanía popular es un proceso, ¿a qué se puede aspirar en términos de logros concretos y al corto o mediano plazo?
-Creo que el movimiento está haciendo algo que es muy sabio, que es volver a clases y compatibilizar el trabajo académico con el movimiento. Con el movimiento arriba, sin renunciar, Porque hasta aquí ha habido una especie de antagonismo: o estudian o hacen movimiento. Ahora se ha comprendido que la compatibilización es lo más adecuado, entonces cuando llegue el momento que los estudiantes van a volver a trabajar, van a volver a clases y van a mantener su proceso académico, van a poder alargar el movimiento todo lo que quieran. Ya no va a estar amenazado por esto que hay que volver a clases.
-¿Se homologa lo popular y lo ciudadano en la expresión que tenemos hoy?
-Diría que sí. Bueno, la soberanía popular implica ciudadanía de por sí, la diferencia es que antes se consideraba lo popular como sinónimo de clase social, no como soberanía; y la clases social luchando sola contra la burguesía, como que estaba encerrada en un conflicto hermético. Mientras que ahora al hablar de ciudadanos, manteniendo la idea del poder popular, se abre un espectro más amplio y en vez de pelear con un solo contendor, estás construyendo lo que quieres. Y eso es mucho más amplio y potente.
-Qué similitud hay entre la movilización social o que permitió recuperar la democracia y lo que está ocurriendo hoy?
-Creo que hay mucha similitud, porque las jornadas de protestas entre 1983 y 1987, fueron movilizaciones ciudadanas que le demostraron al mundo que Chile era ingobernable bajo el gobierno de Pinochet, lo que lo obligó a negociar. En esas protestas nacionales participaron toda clase de actores sociales. La clase obrera fue la que menos participó, pero habían estudiantes, pobladores, mujeres, clase media, empleados públicos, entonces fue una movilización multisectorial, pluriclasista. Este movimiento tiene bastante de lo mismo. Los estudiantes son los que iniciaron el movimiento, pero están arrastrando a otros actores. Entonces es muy similar a las movilizaciones contra la dictadura, sólo que en este caso no estamos peleando contra el dictador, sino que contra la herencia que dejó el dictador, administrada muy ortodoxamente por la Concertación.
-Sin embargo, hay algunos que piensan que Michelle Bachelet puede ser una alternativa a la crisis…
-En mi opinión, le aclaro, es mi opinión… Pienso que Bachelet no es la solución, porque ella fue concertacionista y de alguna u otra manera no hizo nada por cambiar el modelo neoliberal; no hizo ninguna reforma profunda. Ella es muy empática, tiene mucha legitimidad por su manera de ser, pero no tiene las trazas de un líder que va a producir cambios profundos. Pudo haberlo hecho, pero no lo hizo. Ahora, sí es una persona que puede jugar un rol de transición; de un régimen que hay que cambiar y de un movimiento que tiene la capacidad para cambiarlo. Ella puede hacer como Mateo de Toro y Zambrano, manteniendo una cierta apariencia de orden en todo el proceso, pero fuera de eso, no le veo, porque no tiene ni la formación ni las agallas, para ser un líder rupturista. No, no lo tiene.