La magia de Don Juan y el mítico Carlos Castaneda en el mundo de lo psicodélico y la conciencia
Opinión y Comentarios 8 mayo, 2025 Edición Cero 0

Dr. Bernardo Muñoz Aguilar, antropólogo social, Universidad de Tübingen, Alemania.-
Quien no ha leído a Carlos Castaneda, aquel antropólogo norteamericano a quien Don Juan, el brujo indio yaqui de Sonora lo introdujo en el mundo de los hongos alucinógenos y mas que eso en el mundo del conocimiento ancestral prehispánico.
Desde las enseñanzas de Don Juan hasta que Castaneda se transforma en un poseedor del conocimiento traspasado son millones las personas que han, hemos leído su saga de libros. Algunos lo acusan de falsos conocimientos, de que nunca se transformó en un avanzado brujo, pero en los hechos concretos, sus conocimientos o no han sido enseñados en múltiples universidades en el mundo entero y además quienes se han inspirado en sus avanzados conocimientos entregados a través de sus libros para en otros territorios en América Latina, intentar descubrir nuevos mundos con nuevos maestros y también con el uso de alucinógenos naturales como una forma de descubrir nuevos universos y nuevas dimensiones.
Diversos amigos me narraron, que cuando jóvenes y por las cercanías de la ciudad de Iquique a sectores andinos en donde se encontraban gran cantidad de peyotes o San Pedro, concurrían a las cercanías de algunos poblados para recoger estas especies y llevarlas a Iquique donde las consumían de diversas maneras. Por ejemplo, cocinaban, me contaban, las lonjas hasta producir un caldo muy espeso o lonjas muy derretidas y las deglutían con torta o algo dulce. También las dejaban secar en el techo de sus casas y así las consumían por ejemplo, con jugo de naranjas.
El sabor amargo e intratable en cualquiera de sus formas de consumo les hacía buscar elementos dulces para el consumo. Luego venía una fase de espera y después de una hora o dos se producía una especie de bulto en el estómago hasta llegar al vómito. A esto le precedía una tomada de conciencia en otro nivel. Si estabas en la playa los colores del agua, de la arena, del cielo y prácticamente todo lo existente se transformaba en algo psicodélico. Si era de noche las estrellas se tornaban mucho mas brillantes y presentes en el cielo nortino de Antofagasta, por ejemplo, en los primeros años universitarios.
Lo han llamado el acido de los pobres, desconociendo sus propiedades naturales, contrario sensus del ácido lisérgico cuyos componentes químicos son altamente peligrosos si son consumidos en exceso. De otra parte, el peyote o San Pedro no forma parte de un circuito económico y de tráfico de drogas como si lo presenta el mencionado acido.
Hace unas semanas tuve la posibilidad de ver en Netflix una interesante serie donde el actor español Pedro Alonso relató mediante interesantes grabaciones las distintas experiencias que sostuvo él y su equipo recorriendo México para descubrir el poder de la medicina tradicional de la mano de maestros de los rituales ancestrales de sanación de esta cultura. Tanto maestros indígenas como un amigo maestro español demuestran que sitios de poder tradicionales, sumados a la sabiduría de los maestros, la tranquilidad de los parajes apartados de la civilización occidental les permitió generar un gran material educativo en la serie La nave del encanto.
Por ningún motivo se trataba solo de consumir alucinógenos, sino que de elaborar un relato en torno a las tradiciones de estas actividades en un pasado precolombino y los actuales maestros o chamanes y la importancia de estos al interior de la comunidad como médicos o feiticeros en portugués, la presencia de estas actividades en la actualidad y la gran importancia que han tenido las mismas desde el pueblo mapuche y sus machis hasta el norte de América Latina.
El respeto de las comunidades hacia estos miembros, la fortaleza física, metal y espiritual que deben tener hombres y mujeres con estas capacidades especiales para transitar entre dos mundos y la especial relación que establecen con hongos, peyotes y otros alucinógenos precolombinos los convierte en miembros selectos de una comunidad a los cuales estas deben atención y respeto si son reconocidos efectivamente como seres especiales.
Otras miradas en relación con los chamanes las establece Jacobo Grinberg, quien es un experto en técnicas de meditación y misticismo que va desde el poder de la energía interna de la esencia a diferencia de Castaneda que usó elementos externos para llegar a desarrollar la energía para la comprensión del mundo de la mano de Don Juan y el camino del uso de los mencionados alucinógenos.
Jacobo Grinberg, psicofisiólogo, profesor de la universidad autónoma de México y director del instituto nacional para la toma de conciencia, crea la teoría sintergica a partir del estudio de las actividades de los sabios indígenas, especialmente de los chamanes yaquis de Sonora, justamente del lugar desde donde provino Don Juan. Según Grinberg estos tienen una teoría sobre como se crea la percepción y esto les da poder, ya que su vida adquiere desde que comienzan sus caminos como tales, por herencia o nuevas capacidades para ser guías de sus respectivas comunidades.
Personalmente leí varios de los libros de Carlos Castaneda, partiendo naturalmente por las enseñanzas de Don Juan, una realidad aparte, Viaje a Ixtlán, Relatos de Poder, me influenciaron mucho en el tema de los sitios de poder. Creo que mi primer sitio de poder estuvo dado por mi casa paterno/materna en Iquique, luego la escuela básica donde me formé en mi ciudad. Estos son espacios físico-mentales en donde el espíritu en formación se comenzaba a desarrollar. Luego vendrían las playas de Iquique en donde tanto mi cuerpo como mi espíritu se comenzaron a forjar.
Esas playas desérticas sin ruido ni otras personas invitaban al ensimismamiento y la reflexión, situaciones que en mi caso y el de muchos otros amigos se repetían constantemente, El ponerse en cuclillas y observar el mar durante horas y alimentándome con productos del mar que me proveía mi padre, me trasladaba a mis ancestros changos y a enormes espacios de libertad que no eran ejercicios conscientes de meditación, sino que un reencuentro con la inmensidad del universo representado en una playa desértica en un estado de conciencia privilegiado, sin el uso de ningún tipo de drogas.
Luego vendría el desierto de Tarapacá y con posterioridad el de Atacama, en donde me trasladé siendo muy joven, e inmediatamente conquistado por estas enormes y secas dimensiones en donde los ayllus de San Pedro de Atacama y sus habitantes, incluidos los niños me llenaron de nuevas sensaciones de una nueva pertenencia, un nuevo sitio de poder. Tenía 20 años y un nuevo mundo se abría en ese desierto domesticado por el accionar de los Likanantai. Había llegado un joven barbado y los niños se admiraban de mis brazos velludos al ser ellos imberbes.
El recorrer el ayllu de Solor durante extensas jornadas me hizo advertir las capacidades de sus habitantes para domar el desierto y quedarse en esas latitudes, ya que no estaban todas las condiciones, de salud, educativas o de vivienda, pero si estaba su identidad étnica a partir de esa decisión, quedarse ahí para fortalecer la comunidad desde sus propias prácticas. Recuerdo que en esa época sus categorías de análisis para establecer, ésta era partiendo por el ayllu, luego San Pedro de Atacama, Calama y por ultimo el ser chilenos. Esto aún con los profundos procesos de chilenización llevados a cabo por el Estado chileno.
La limpia de canales, el conocimiento y uso de la aloja o chicha de algarrobo, las minkas o mingas comunitarias, los carnavales, el pago a la Pachamama, el recordar a sus muertos con las mesas del 1º de noviembre, me hicieron ver que el ayllu era su sitio de poder, lo cual también modeló mi visión del mundo entre medio de estas prácticas en el desierto más árido del mundo.
Cada viaje, cada paso místico en una religión, en una cultura, en un territorio pueden despertar nuevos sitios de poder en el yo interior y esto puede venir a contribuir al bienestar del mundo que te rodea, como un pago a la vida, que, según Violeta Parra, nos puede haber dado tanto.
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