
Iván Vera-Pinto Soto, Cientista social, pedagogo y dramaturgo.-
El recuerdo de mi primer circo sigue ardiendo en mi memoria: sentado en una gradería de madera, hipnotizado por la magia del espectáculo, sintiendo cómo el clown desataba en mí una felicidad pura, tan genuina y profunda que me hizo creer que todo lo que el mundo tiene para ofrecer es posible. Esa sensación de asombro nunca se ha ido, y años después, en los 80, reviví esa emoción con la Compañía de Teatro Infantil Kolorín Kolorado.
Cada fin de semana, en el frontis de un supermercado, llevábamos a escena rutinas y piezas infantiles que unían a todos en una fiesta de risas y aplausos. La gente coreaba, intervenía, bailaba. Los niños crecían con ese teatro libre y lúdico como parte de su historia. La magia de esos momentos seguía viva en sus ojos, en sus risas, recordándonos que el teatro tiene el poder de transformar. En la visión de Augusto Boal, «el teatro es un acto de amor y una forma de conocimiento».
Esa misma energía la volví a experimentar hace unas semanas atrás, cuando, junto al elenco del Teatro Universitario Expresión y otros colaboradores, organizamos un nuevo “Taller de Teatro y Cuentacuentos para niñas y niños”. Nuestro objetivo era crear algo más que una simple actividad recreativa; queríamos ofrecer un espacio que involucrara a los participantes en la acción lúdica, un lugar donde pudieran tocar el alma de los demás a través de palabras y gestos.
El teatro, los cuentos y los juegos son herramientas poderosas para el aprendizaje, el desarrollo integral de los niños y la integración social. Estos métodos permiten explorar su mundo interior y su entorno sin la necesidad de convertirse en actores profesionales, sino para potenciar su expresividad, creatividad y comprensión del mundo. Siguiendo las palabras de Peter Brook, «el teatro es un lugar donde todos estamos iguales; no hay mayor magia que la del encuentro de las almas». Eso era lo que buscábamos: una conexión profunda entre los niños, su entorno y nosotros.
A diferencia de la educación tradicional, que convierte al profesor en transmisor de conocimiento, esta metodología propone un aprendizaje vivencial y participativo. En lugar de impartir una enseñanza unidireccional, los niños y las niñas descubren los conceptos fundamentales del quehacer teatral intuitivamente, a través de la diversión. Ellos y ellas aprenden no solo a expresarse, sino a comunicarse, a colaborar, a comprenderse mutuamente en un ámbito de exploración colectiva. Cada juego, cada cuento es una oportunidad para que florezca su creatividad. Pablo Neruda sostenía que «la poesía es una aventura de la mente y el corazón». En este lugar, los niños se convertían en los poetas de su propia vida, creando un mundo mejor a través de su imaginación.
El teatro, los cuentos y los juegos facilitan la experimentación con diversas emociones, situaciones y perspectivas. A través de la dramatización, los niños pueden vivenciar realidades distintas a las suyas, promoviendo la empatía y la comprensión de otros puntos de vista. En esos momentos, el teatro se convierte en un espejo, donde se reflejan no solo las realidades del escenario, sino las emociones más profundas de cada uno. Este proceso enriquece su desarrollo emocional y cognitivo, al mismo tiempo que fortalece la autoestima, la confianza y el sentido de pertenencia a un grupo.
Desde un punto de vista pedagógico, la combinación de teatro, cuentos y la praxis lúdica permite que los infantes sientan el aprendizaje de manera natural y significativa. La narración de historias estimula la imaginación, la comprensión lectora y el pensamiento crítico. Los juegos, por su parte, ofrecen un medio seguro para la expresión libre, el ensayo y el error, fomentando la resolución de problemas y la cooperación.
Este tipo de aprendizaje, diverso y enriquecedor, construye los cimientos de una educación que no se basa en la imposición, sino en la exploración colectiva. De acuerdo con Judith Butler, «La identidad no es algo dado, sino algo que se construye». En este espacio, los niños se convirtieron en arquitectos de su propio futuro, modelando su identidad a través de la interacción y la creatividad.
En conclusión, estas metodologías aportan una alternativa innovadora y eficaz a la educación formal, permitiendo a los niños aprender de forma activa, expresiva y social. Más allá de formar artistas, se trata de formar personas capaces de interactuar con su entorno, comprender sus emociones y construir conocimientos a partir de la exploración lúdica y colectiva. Este tipo de aprendizaje trasciende las aulas y el escenario, tocando las fibras más profundas de la vida cotidiana.
Queremos agradecer sinceramente a los docentes que hicieron posible este punto de aprendizaje: Juan Carlos Medina Barrera, Patricia Torres Morales, Jeannette Baeza Rivero, Andro Gárate Henríquez, Waldo Aguilar Figueroa, Paula Oyarzun Gormaz y Salvador Ortega Césped. Gracias a su dedicación, la Sala Veteranos del 79 se transformó en un refugio donde niños y adultos redescubrieron la magia del arte teatral y el poder de las historias.
Como bien reflexionaba Federico García Lorca: “El teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana”. En este taller, esa poesía cobró vida.