Edición Cero

Haroldo Quinteros Bugueño, profesor.- Cumplido ya el medio siglo que nos separa del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, vale la... La verdad sobre el golpe de estado de 1973 y actuación de la dirigencia de la Democracia Cristiana.

Haroldo Quinteros Bugueño, profesor.-

Cumplido ya el medio siglo que nos separa del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, vale la pena aclarar a la luz de los hechos el rol que jugaron en él los más importantes dirigentes del partido Demócrata Cristiano (DC). Se recordará que en la campaña presidencial de Patricio Aylwin que lo llevó a La Moneda en 1990, políticos profesionales y comentaristas -algunos calificados normalmente como personas de izquierda-   hicieron todo lo posible por exculparlo de su responsabilidad en el golpe, señalando que él, más otros de sus camaradas, en el peor de los casos sólo cometieron el error de “apoyar” el golpe de Estado contra el presidente constitucional de Chile, Salvador Allende Gossens.

Esta aseveración es de falsedad absoluta, en tanto aquellos políticos no apoyaron el golpe, sino que participaron directamente en su ejecución, una vez que dentro de la dirección de la DC de entonces lograron neutralizar a los dirigentes contrarios al cuartelazo, como Tomic, Fuentealba, Leighton y algunos más. El proyecto golpista de la Democracia Cristiana (DC) encabezado por Eduardo Frei Montalva, Patricio Aylwin y Andrés Zaldívar, contenía la configuración de un pacto entre la DC y la derecha política del país, entronizada desde los inicios de la República en la cúpula militar.

Fue así como en 1971, ambas fuerzas se unieron en la coalición “Confederación Democrática (CODE).” Por supuesto, tal unidad no fue otra cosa que un contubernio, si se atiende a la plataforma programática básica de la DC y sus divisas “sociedad comunitaria” y  “revolución en libertad”, ambas de clara impronta socialista. Por cierto, el objetivo de la coalición era mucho más que electoral. Fue un pacto cuyo único objetivo fue conseguir la destitución legal, en primera instancia, del gobierno de Allende. No obstante, en cumplimiento de una planeada continuación de la política – al decir de von Clausewitz – la CODE sumó a su plan a las Fuerzas Armadas.

El pacto contenía la promesa del que sería solo un breve “gobierno militar,” entregar el gobierno del país al entonces presidente del Senado, Eduardo Frei Montalva, el político de la DC más importante en ese tiempo. Como muestra de lealtad en ese pacto, inmediatamente después del golpe, Aylwin, en plena dictadura, recorrió el mundo repartiendo el folleto «El Libro Blanco de la Unidad Popular», redactado por él mismo y los ideólogos de la derecha y ultra-derecha. Todo eso ocurría mientras en las cárceles, así como en las calles y en miles de hogares se torturaba, se mataba a mujeres y hombres a quienes se le conociera alguna adhesión al gobierno de Allende.

La DC fue traicionada. Zaldívar fue expulsado formalmente del país, y Frei y Aylwin debieron no sólo callar sino huir de Chile, temiendo por su vida. Sólo entonces fue cuando aquel trío DC se volvió contra la dictadura. La célebre frase de Aylwin “prefiero una dictadura de nuestros militares a una dictadura marxista» resultó ser una falacia, además de un error de lógica formal elemental, porque anteponía falsamente dos entes distintos: uno, la «dictadura marxista,» concepto netamente político con uno, que también siendo político, Aylwin lo exhibía como neutral. Obviamente, lo que debió decir es que prefería una dictadura militar fascista de ultra-derecha a una dictadura socialista-marxista. Por lo tanto, su participación en la conjura que derrocó al gobierno constitucional de Chile, que, por lo demás, no era una dictadura marxista, fue para instalar la dictadura fascista de derecha.

Como siempre hemos dicho, en todas las cosas de la vida lo que importan son los hechos, no las palabras ni los discursos. La DC avienta una y otra vez la falsedad que fue contraria a la dictadura cívico-militar que encabezó -en lo formal- el general Augusto Pinochet. Sin embargo, unida a la derecha y a los planes geopolíticos del imperialismo norteamericano fue clave en su advenimiento.

Refirámonos a Frei Montalva, la primera figura de la DC, y su rol en el quiebre de nuestra vieja democracia.

La normal relación que como políticos habían tenido Frei y Allende hasta 1970, acabó cuando la coalición de izquierda la Unidad Popular (UP), mayoritariamente formada por el Partido Socialista (PS) y el Comunista (PC), con el militante Allende a la cabeza, ganó las elecciones presidenciales el 4 de septiembre de ese año. El conocido político democratacristiano Bernardo Leighton declaró que Frei estaba “enfurecido” y Carlos Altamirano contó en sus memorias que Allende le comentó que Frei le dijo indignado que su gobierno iba a ser un fracaso, porque “nada bueno resultaba andando por ahí con los comunistas.»

Esto no es de extrañar. Frei ya era parte de la política norteamericana hacia América Latina en plena Guerra Fría.  El libro del cientista social español Joan Garcés, Soberanos e Intervenidos, revela que Frei recibía del gobierno de Estados Unidos, desde el año 1962 un estipendio de US $180.000 y a su partido otros US $ 50.000, según datos que Garcés obtuvo del documento norteamericano desclasificado “Covert  Action in Chile, 1963-1973,” en su página 40. Ni hablar del desembolso que realizó la CIA en la elección presidencial de 1964 en apoyo a Frei. El ex – embajador de Estados Unidos, Edward Korry, testimonió que recibió a Frei en vísperas del 4 de septiembre de 1970 en su oficina en Santiago, y que éste le manifestó su preocupación por un eventual triunfo de Allende. Korry lo tranquilizó señalándole que tenía datos que indicaban que el candidato de la derecha Jorge Alessandri se impondría sobre Allende y, así, lo llamó a la calma. Frei no se calmó y siguió en su plan, que se cumpliría en 1973 con el golpe de estado.

Poco después del triunfo electoral de la UP El comandante en jefe del Ejército, René Schneider Chereau, fue asesinado en un atentado del grupo terrorista de ultra-derecha Patria y Libertad. Según Roberto Viaux Marambio, el primer cerebro y ejecutor del asesinato, declaró que su intención fue sólo secuestarlo para así levantar al Ejército contra el presidente electo. Diversos relatos involucran a Frei en la operación que culminó con el asesinato de Schneider. En el libro – entrevista que le hizo la periodista Florencia Varas, Viaux declaró:

 Recibí del señor Nicolás Díaz Pacheco un recado que me enviaba el Presidente Frei a través del sacerdote Sr. Ruiz-Tagle, cuñado del señor Frei, diciéndome que ‘tenía luz verde para actuar’ (secuestrar a Schneider), pero que lo hiciera en buena forma, con completa seguridad del buen éxito, pues de otro modo se vería en la obligación de proceder en mi contra.

Por supuesto, esta revelación podría ser un infundio de Viaux, pero condice con la extrema frustración de Frei ante el triunfo de la UP. Además, ¿cómo se explica la relación de Frei con Nicolás Díaz? Luis Jerez, ex – subsecretario del Partido Socialista y concejal de Rancagua, señaló que Díaz, con quien compartió «algunos años en los afanes del municipio de Rancagua” además de ser militante de Patria y Libertad, fue lugarteniente de Viaux en la conjura que acabó con la vida de Schneider, y que por ello fue condenado, junto a Julio Bouchon, conocido empresario vitivinícola de la región colchagüina, como cómplice de Viaux en el asesinato. Esto consta en la sentencia 603 que lo condenó a tres años de extrañamiento por este crimen.

Un episodio que confirma la resuelta voluntad golpista de Frei es su renuencia a pactar con Allende las empresas del área de propiedad pública, que alcanzaban a 91. Ese acuerdo que se había alcanzado con la participación del ministro de Planificación, Gonzalo Martner García, y Eduardo Cerda, por parte de la DC, eventualmente descomprimiría la tensa situación política del país y daría un poco de oxígeno al Gobierno. Tal pacto era clave para mantener la legitimidad democrática y la viabilidad de esa administración. El Gobierno de la Unidad Popular buscó reiteradamente un entendimiento con la DC. Ningún partido de la Unidad Popular obstaculizó el desarrollo del diálogo propuesto por Allende.

Sin embargo, la propuesta fue deslegitimada por Frei a través de un llamado telefónico que hizo desde el extranjero, desde Yugoslavia.  Allende intentó un nuevo diálogo, pero una vez más, el segundo cargo jerárquico del país –Frei, como presidente del Senado– se negó a asistir y mandató en cambio a su subordinado, Patricio Aylwin, quien, se cerró a todo entendimiento. Ante esto, el presidente Allende respondió en carta pública a Frei lo siguiente:

No deseo dramatizar, pero tengo el deber de recordarle las trascendentales responsabilidades que usted y yo tenemos en la difícil instancia que vive el país y las proyecciones históricas de nuestras decisiones. Por ello, y por el interés superior de Chile, debemos continuar el diálogo. Lo invito formalmente para que prosigamos nuestras conversaciones.

Por último, días antes del 11 de septiembre, el dramático llamado del cardenal Raúl Silva Henríquez tampoco rindió frutos. Como se sabe, los hechos se precipitaron a partir del anuncio de Allende a las dirigencias de las colectividades que lo apoyaban, sobre su decisión de convocar a un plebiscito para zanjar el impasse con la oposición. Aunque estaba consciente que podría perderlo, con ese plebiscito se salvaguardaría la democracia. En la mañana del domingo 9 de septiembre, el presidente comunicó su decisión de convocar a plebiscito tanto a Augusto Pinochet, comandante en Jefe del Ejército, y al inspector general del Ejército Orlando Urbina. Por la tarde y luego de una reunión en la que participó Pinochet con Leigh y emisarios de Merino, el jefe del Ejército decidió su alta traición, cual era ejecutar el golpe de estado y con ello, además, impedir el llamado de Allende a las urnas.

Luego del golpe, el presidente del Senado, Eduardo Frei, realizó una visita protocolar a la Junta Militar. En aquella oportunidad, tras ser comunicada la disolución del Congreso, la ilegalidad de los partidos socialista y comunista y el receso general político, los militares confiscaron a Frei el vehículo oficial que usaba como presidente del Senado mientras ya comenzaba la persecución y la masacre que advino con el golpe.

En octubre, Frei escribió la vergonzosa carta a Mariano Rumor, presidente internacional de la Democracia Cristiana, justificando la participación de la DC en la conspiración que acabó en el golpe y el asesinato del presidente Allende. También por ese tiempo, dio una entrevista al diario español de derecha ABC, en la que, además de repetir la justificación de la DC al golpe y su apoyo a la dictadura, execró la figura de Allende.

La herencia de Frei Montalva sigue estando presente en la DC hasta hoy. Sería trascendental que su dirección nacional asumiera íntegramente su responsabilidad en el golpe, así como la de su máximo dirigente histórico, Eduardo Frei Montalva, suceso que trajo al país la más brutal dictadura que haya tenido lugar en su historia. Así, la DC se enaltecería, y ayudaría a que las generaciones más jóvenes pudieran formarse un juicio no oscurecido de lo que sucedió. Por cierto, al evadir responsabilidades, la DC sólo muestra carencia de hidalguía y honestidad política. De más está decir que también contribuiría a que el pueblo chileno aprenda las lecciones de la historia para no repetirla, y no volver a ceder a la tentación de resolver los conflictos políticos y sociales mediante el terror y las violaciones a los derechos Humanos, como ocurrió durante todo el transcurso de la dictadura.

Eduardo Frei no se quedó tranquilo con el triunfo electoral de la Unidad Popular en septiembre de 1970. En los meses en que todavía le era permitido gobernar, convocó a los comandantes en jefe de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y al director general de Carabineros. En esta reunión les aseguró que con la investidura de Allende se implantaría en Chile un “régimen comunista”.  Esto no sería grave, si no hubiese dado un segundo paso. En aquellos días de septiembre de 1970, solicitó ayuda estadounidense para evitar que Allende llegara a ser investido. Según documentación oficial desclasificada norteamericana, Frei se reunió con John Richardson, Secretario de Estado Adjunto del gobierno de Estados Unidos y con el entonces embajador norteamericano, Edward Korry.

En una entrevista concedida en 1996, Edward Korry se refirió a aquella reunión con Frei en los siguientes términos:

Tomé apuntes de toda la reunión. Entonces fue cuando el Presidente Frei le pidió al señor Richardson, que volvía a Washington: «¿Puede usted transmitir un mensaje personal al Presidente Nixon?» Richardson dijo que sí, que lo podía hacer. Y este fue el mensaje: «Las probabilidades son de cincuenta a uno de que la presidencia de Allende significará en Chile un gobierno como el que hay en Cuba». Yo estaba traduciendo, créanme o no, para el señor Richardson. Intervine al instante: «¿Usted, señor Frei, por medio de este mensaje, está solicitando a EE.UU. algún tipo de acción?»  Y escribí en mi cable a Washington que el Presidente Frei, al enviar este mensaje, quería que nosotros tomáramos esa decisión, y que yo estaba ciento por ciento en contra de ello. Por eso le pregunté al señor Frei, y así lo puse en el cable: «¿Quiere usted que EE.UU. haga algo específico?» Frei respondió: «No, nada, excepto propaganda». Mandé el cable a Washington resumiendo toda la conversación, dirigiéndolo a Nixon, a Kissinger y a todos los demás.

Fue entonces cuando el gobierno de Estados Unidos, con Nixon y Kissinger a la cabeza, decidieron definitivamente usar todos sus medios para derrocar al presidente Allende.​

En las elecciones parlamentarias de 1973, en las que la CODE buscaba los dos tercios legales de los votos para destituir a Allende, Frei fue elegido senador por Santiago, y con los votos de la derecha fue elegido presidente del Senado. El 6 de julio de 1973, Frei se reunió con la directiva de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), que presidía el empresario Orlando Sáenz. En dicha reunión, Frei se reveló de manera definitiva como el primer líder civil del golpe de estado. Declaró Frei a Sáenz y a la SOFOFA:

Nada puedo hacer yo, ni el Congreso ni ningún civil. Desgraciadamente, este problema sólo se arregla con fusiles… les aconsejo plantear crudamente sus aprensiones, las que comparto plenamente, a los comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, ojala hoy mismo. ​

En sus memorias, el democratacristiano Gabriel Valdés, ex – ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Frei, dejó constancia de la siguiente conversación mantenida con este a finales de julio de 1973:

Eduardo me pidió que habláramos en la calle, frente a su casa, porque temía ser grabado. Me explicó que tenía tres coroneles que le avisarían del golpe de Estado y que ya había recibido aviso de dos de ellos. Me expresó que era una tragedia para Chile, pero era inevitable el derrocamiento de Allende. ​

La mañana del 11 de septiembre de 1973, Frei llamó por teléfono en tres oportunidades a Pinochet, poniéndose a su disposición en lo que el dictador necesitara, pero Pinochet derivó la llamada a un subalterno, sin contestarle. ​Como lo declaró Pinochet, Frei, sin ninguna duda, lo llamaba porque contaba con que la Junta militar le pediría, como ex – presidente del Senado, a hacerse cargo del gobierno, lo que, obviamente, no ocurrió.

Muchos democratacristianos del bando de Tomic fueron arrestados y otros debieron ocultarse. No sólo eso. Andrés Zaldívar, uno de los mayores líderes de la DC e importante lugarteniente de Frei, en declaraciones públicas declaró que la Junta debía cumplir el “compromiso” de llamar a Frei “a organizar la vuelta a la democracia.” Andrés Zaldívar fue encarcelado y luego expulsado del país.

Pero la historia no termina aquí. Por 1981, Frei era la primera figura política contra la continuidad de la dictadura. En diciembre de ese año, se sometió a una cirugía de carácter simple, para extirpar una hernia al hiato, en la Clínica Santa María de Santiago. Sin embargo, días después de su intervención su condición empeoró drásticamente y falleció, de manera inesperada, a las 17 horas del viernes 22 de enero de 1982, a la edad de 71 años. La noticia fue oficial, i. e., del gobierno. Se dijo que el deceso se habría producido por una infección bacteriana que habría originado una peritonitis aguda y un posterior shock séptico. Sin embargo, su muerte originó serias sospechas de asesinato, desde su inicio.

Según su hija Carmen Frei, como ella lo relata en su libro “La Muerte de mi Padre”, Frei se habría convertido en un importante foco de preocupación para la dictadura, al erigirse, como figura mayor de la DC, en el principal líder de la oposición, puesto que el resto de la oposición, en ese momento era clandestina. La sospecha de intervención de terceros quedó latente, aunque en un comienzo no hubo pruebas. Sin embargo, en 2006 se exhumó el cadáver y se encontraron rastros de mostaza sulfúrica y talio en los restos de Frei, y años más tarde, en 2013 la justicia chilena encontró restos de gas sarín en el cuerpo.​

En agosto de 2017, la justicia civil a cargo del juez Alejandro Madrid acusó a los 6 procesados y confirmó que el ex – presidente fue asesinado. El 11 de septiembre de ese año y en el acto conmemorativo al golpe militar la entonces presidenta Michelle Bachelet lo mencionó como el primer ex – mandatario chileno asesinado en nuestra historia. El 30 de enero de 2019, en un fallo de 811 páginas, el juez Alejandro Madrid ratificó que su muerte fue un homicidio simple. Se condenó por el delito de homicidio a seis procesados: Patricio Silva Garín (médico), Luis Becerra Arancibia (chofer personal de Frei), Raúl Lillo Gutiérrez (ex – agente civil de la CNI), Pedro Valdivia Soto (médico), Helmar Rosenberg Gómez (tanatólogo) y Sergio González Bombardiere (tanatólogo). El médico Patricio Silva Garín, en su calidad de autor, fue condenado a una pena de 10 años de cárcel. Sin embargo, la derecha logró su objetivo de “echarle tierra al asunto”. Sin ninguna dación de pruebas que se hicieran públicas, el 25 de enero de 2022, la Corte de Apelaciones revocó el fallo del juez Alejandro Madrid y absolvió a todos los implicados y condenados por el juez Madrid, a pesar de todas las pruebas que Carmen Frei Ruiz-Tagle había presentado ante la justicia, que sirvieron a la resolución de Madrid, en el sentido que su padre, fue asesinado. ​

En suma, Frei pasará a la historia de Chile, como un político, que si bien, habiendo realizado obras que propendieron súper-estructuralmente al mejoramiento de las condiciones de vida de sectores populares del país, finalmente, llegado el momento de las grandes decisiones, se unió a la derecha golpista, y fue, en primera línea, co-autor del golpe de estado de 1973.

Fue ingenuo. Estuvo convencido que, sumándose al golpe, arrastrando a él a su partido, la Democracia Cristiana, los golpistas le entregarían el gobierno. No fue así. Un hecho inobjetable, tan ridículo como trágico, fue que Frei, además de ser utilizado por la derecha política y finalmente asesinado por la dictadura, fue eficaz instrumento del imperialismo norteamericano para destruir el avance popular de Chile hacia una sociedad nueva, más justa e independiente económica y políticamente de su égida continental.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *