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Karelia Cerda Castro, Historiadora feminista La lucha por la memoria es una lucha por la historia, y si “la historia la cuentan los vencedores”,... 50 años del Golpe de Estado: Sin negacionismo ni relativismo.

Karelia Cerda Castro, Historiadora feminista

La lucha por la memoria es una lucha por la historia, y si “la historia la cuentan los vencedores”, nuestra tarea es disputar el sentido del pasado desde la interpretación crítica. Considero de suma relevancia hacer frente al negacionismo y a la relativización de nuestro pasado reciente, pues los últimos 50 años nos atraviesan como sociedad en la actualidad, es un pasado que no termina de cerrarse, no sólo por la existencia de víctimas y sobrevivientes a violaciones de derechos humanos, sino también por cómo la dictadura reconfiguró institucional, económica y socialmente el país. Y si no analizamos el Golpe de Estado, ¿cómo entender todo lo que ocurrió durante la dictadura? ¿Cómo comprender la historia nacional en su conjunto, incluyendo nuestro presente?

Los dichos del ahora ex asesor presidencial para la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado son inaceptables, pues minimizan precisamente el Golpe como elemento determinante para entender todo lo que vino después del 11 de septiembre de 1973. En primer lugar, considero que el análisis en torno al pasado reciente, y a un acontecimiento de tal magnitud, no puede reducirse a un debate entre especialistas –historiadores y politólogos, según señaló Patricio Fernández-, pues le resta importancia social y desdeña la participación de la ciudadanía en la construcción de su propia historia, limita su capacidad de mirar al pasado en perspectiva histórica, ya que no basta con saber fechas o personajes, sino que necesitamos fortalecer el pensamiento crítico y la comprensión de los procesos en su complejidad.

En segundo lugar, las violaciones a los derechos humanos constituyen el trauma social más latente que nos dejó la dictadura, pero es imposible analizarlas de forma aislada de todo un entramado de fenómenos que se remontan a muchas décadas previas a 1973, y que forman parte de la construcción del Estado nación, por ende si bien Fernández reconoció la gravedad del terrorismo de Estado, lo desmarcó de la trayectoria política e institucional de nuestro país al banalizar y reducir la tarea de interpretar el Golpe de Estado.

La historia opera como la disciplina que ordena, contextualiza y hace legible a la memoria, para poder elaborar los relatos del pasado, comprender cómo se articular con el presente y plantear horizontes para una sociedad mejor. La conmemoración de estos 50 años está centrada principalmente en los crímenes de lesa humanidad, en un contexto político adverso en que cada vez más la derecha tiende a justificar lo ocurrido o a llamar a una reconciliación nacional que soslaya la necesidad de procesos de verdad, justicia, reparación y no repetición: una suerte de pasar página, borrón y cuenta nueva.

Y no está mal enfocarnos en los derechos humanos, en lo absoluto, pues responde a la pujanza de la memoria de sus protagonistas, y a todo aquello que nos hace sentido a las generaciones que no vivimos esos duros 17 años pero apostamos a que nunca más en Chile se cometan estos crímenes. Sin embargo, y muy por el contrario a los dichos del Sr. Patricio Fernández, creo vital poder comprender por qué y cómo se quebró la institucionalidad en Chile, para ello necesitamos analizar integralmente la historia política, social e institucional del país, desde nuestra labor como historiadores en diálogo con la ciudadanía que se ha activado por la memoria.

Entonces, se abre la pregunta que Fernández asumió como irrelevante y accesoria: ¿Cómo podemos explicar el Golpe de Estado? Existen elementos importantes que, como mencioné, se remontan a mucho antes de 1973. Uno de ellos, es el rol que han jugado los militares en la trayectoria institucional de nuestro país: durante los primeros años de formación de la república, ejercieron presión e intervinieron en asuntos de gobierno por considerarse artífices de la Independencia, y bajo la premisa de ser la “reserva moral de la patria” irrumpieron en una serie de eventos en los siglos XIX y XX, por tanto el Golpe de Estado se enmarca en la continuidad de su injerencia política.

Otra continuidad, es el uso de la violencia por parte de agentes del Estado, que en el norte salitrero se expresó en masacres obreras (como Santa María o La Coruña) y en el proceso de chilenización. Un elemento clave para entender la violencia, es la represión de la oligarquía contra el movimiento obrero y los sectores populares desde el siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, y posteriormente la lucha anticomunista institucionalizada con la Ley Maldita de 1948, pues no olvidemos que un mecanismo de coerción de la dictadura fue ensayado en nuestra región durante su vigencia: la relegación de obreros sindicalistas y militantes comunistas a Pisagua –justamente, bajo administración militar del entonces capitán de Ejército Augusto Pinochet-.

Un tercer elemento, es el problema estructural de la desigualdad social que se remonta incluso al periodo colonial, donde sentó sus bases y atravesó los siglos XIX y XX. Esta desigualdad no sólo tiene que ver con la distribución de la riqueza, sino también con la distribución del poder, ello explica la exclusión de los sectores populares –y también de las mujeres- de la participación en la toma de decisiones. Así, el Golpe de Estado también encuentra explicación en la reacción conservadora frente a la disputa por la hegemonía de la administración del Estado. Estos tres elementos y muchos más requieren de un análisis profundo, mediante un diálogo más progresivo entre todas las áreas de las ciencias sociales con la ciudadanía, y en virtud de las miradas sobre el pasado, presente y futuro que podamos generar como sociedad democrática, pues el estudio de la Historia no es en vano.

Por tanto, insisto en resaltar la necesaria comprensión de lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973, además de la condena irrestricta de este atentado contra la democracia, concordando con lo planteado por la diputada Carmen Hertz, este hecho político no puede ser minimizado como si fuera un simple debate entre especialistas, ni puede banalizarse como si se tratara de meros puntos de vista. El llamado es a pensar en la dimensión histórica del Golpe de Estado –es decir, en las condiciones previas que lo explican y en todo aquello que ocurrió posteriormente-, mirar el pasado como un conjunto de procesos complejos que sólo pueden explicarse al relacionar unos con otros, pues los crímenes de la dictadura no se comprenden si no somos capaces de explicar el Golpe.

En el contexto actual, debemos dimensionar las implicancias de usar la historia con liviandad y oponernos a los discursos relativistas, sosteniendo un compromiso activo de todas las personas por la memoria como un ejercicio de ciudadanía democrática, pues a 50 años del Golpe de Estado, no da lo mismo quién, cómo y para qué cuente la Historia.

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