Carlos Graña Sarmiento periodista.-
En la Coruña, situada en el Cantón Alto San Antonio en la pampa del Tamarugal, actual Región de Tarapacá, el 5 de junio de 1925, en el marco de una huelga general de los cantones salitreros se produce una feroz masacre. La acción represiva fue precedida por un telegrama del ministro de Guerra, Carlos Ibáñez, a la máxima autoridad militar en Iquique, el general Florentino de la Guarda, en que señalaba que se estaba preparando un movimiento subversivo de carácter comunista y que de ser efectivo, era indispensable desde el primer momento apresar cabecillas y censurar la publicidad verbal y escrita.
Luego, con ocasión de la publicación en el periódico El Despertar de Iquique de la detención e internación en un barco de cuarenta obreros por tratar de hacer una manifestación, De la Guarda ordenó inmediatamente destruir la imprenta, destruir los ejemplares que estaban listos para subir a la pampa, y detener a los redactores. Una comisión de obreros subió a la pampa a informar de todo esto, producto de lo cual se generó una huelga general en Iquique y en numerosas oficinas salitreras.
Como resultado de confusos incidentes, manifestantes exaltados mataron, -según diversas versiones una (Carlos Vicuña), dos (La Revista Católica) o tres (Gonzalo Vial y Enrique Monreal)-, personas; y luego se produjo una toma general de oficinas. La recuperación de ellas se hizo a sangre y fuego, con cañones y ametralladoras, siendo la más bombardeada la oficina La Coruña. El Coronel Acacio Rodríguez, no aceptó la rendición de los obreros parapetados en la Coruña, y decidió recuperar la oficina no sin antes descargar toda la artillería pesada en contra de los cientos de obreros que en ella se encontraban. Se hizo derroche sanguinario de lo que denominaban medidas de escarmiento para rotos alzados.
En La Coruña no quedó hombre ni mujer ni niño con vida. Se les diezmó con granadas de artillería disparadas a menos de trescientos metros y, pese a las banderas de rendición, no se tomaron prisioneros. La ausencia de bajas en las tropas, nos dicen que los obreros, no lograron ofrecer gran resistencia a los cañones y ametralladoras del ejército, siendo brutalmente asesinados. Los industriales tienen un grado responsabilidad, en el sentido de que la intransigencia patronal y sus constantes abusos, presionaron a las organizaciones obreras a decretar la Huelga en diversas oportunidades, no sin antes intentar la vía de negociación.
De acuerdo a Gonzalo Vial, sobrevino luego (de los bombardeos) una severa represión, que dio origen -incluso- a un término siniestro, el palomeo, dispararle a un trabajador lejano, cuya cotona blanca y salto convulsivo -cuando era alcanzado por el tiro- le daba el aspecto de una paloma en vuelo. El número de muertos fue altísimo pero indeterminado.
La prensa popular habló de 2.000 fallecidos , los diplomáticos británicos estimaron que entre 600 a 800 trabajadores fueron muertos en la masacre, mientras que el ejército no sufrió bajas. Julio César Jobet sostiene que los que estuvieron en aquella zona y conocieron las peripecias de este drama, afirman que fueron masacrados obreros; pero otros testigos oculares estiman más el número de víctimas.
No hubo investigación del gobierno de Jorge Alessandri Palma; luego de haberles dado muerte. En cualquier caso, constituye, la segunda peor masacre del siglo XX ocurrida en Chile, luego de la de la Escuela Santa María de Iquique; y que alcanza también el triste registro de ser una de las mayores matanzas de la historia de la Chile en tiempo de paz. Debe recordarse , que a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX la violencia institucional en Chile fue la herramienta que tuvo el Estado para combatir las tensiones sociales y políticas derivadas de la cuestión social.