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La Coordinación de Derechos Humanos de la Federación de Colegios Profesionales Universitarios de Chile, suscribió este 11 de septiembre, una declaración pública para no olvidar... Coordinadora de DDHH de la Federación de Colegios Profesionales recuerda a víctimas de la dictadura

La Coordinación de Derechos Humanos de la Federación de Colegios Profesionales Universitarios de Chile, suscribió este 11 de septiembre, una declaración pública para no olvidar a todas las víctimas de la dictadura.

«Los años han ido creando otra impunidad, la biológica. No solo mueren los familiares y amigos, también los criminales, sin confesar y sin castigo. Menos pedir perdón. Duele el alma ver a los que, aún en comodidad, viven hasta reírse de sus aberraciones y pactos de silencio», dice parte del documento.

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Cuántas sonrisas arrebatadas, sueños cercenados, hijos arrancados de sus madres y padres, padres de hijos que no alcanzaron a conocer, cuántas lágrimas, dolor, rabia acumulados. Pero también esperanzas al ver que no han sido olvidados y olvidadas, que hoy otros han tomado sus banderas, sus cantos sus quimeras y utopías.

¿Dónde están?, nos preguntamos. El silencio y la burla fueron las respuestas. También la impunidad legal, con amnistías y prescripciones. Nunca se perdió la esperanza, hasta que Lonquén nos fue mostrando sus destinos. Más tarde un cerro escondió sus restos, el desierto les ocultó, el mar, los ríos fueron sus lechos.

Otros fueron entregados, no se podían ver, no había nada que ver, salvo destrucción y muerte. Aún mil 192 siguen siendo buscados y buscadas. Aún miles de familias no reciben justicia. ¿Cuántos padres, hermanos e hijos ya partieron sin saber de los suyos?, ¿cuántas Anita González no cejaron nunca de luchar, pero cerraron sus ojos, sin repuesta?

Los años han ido creando otra impunidad, la biológica. No solo mueren los familiares y amigos, también los criminales, sin confesar y sin castigo. Menos pedir perdón. Duele el alma ver a los que, aún en comodidad, viven hasta reírse de sus aberraciones y pactos de silencio.

Primero los negaron, luego se investigó “en la medida de lo posible”, más tarde las evidencias ya no se pudieron ocultar, salvo por un puñado de negacionistas que hasta hoy persisten en contextualizar sus aberraciones. Pero lo que fue un susurro, se fue transformando en una canción, una complicidad… Nunca les olvidamos.

Primero fueron las hijas e hijos, luego amigos y más tarde los sobrevivientes. Hoy, 47 años después, esas banderas de dignidad, justicia, igualdad y libertad, las tomaron las y los jóvenes. “Pingüinos” les llamaron, años más tardes esas y esos mismos jóvenes encendieron la chispa con solo saltar torniquetes.

¡El violador eres tú!, enrrostraba no solo un presente de abusos, también un pasado de impunidad, al poder judicial, político, a las fuerzas de represión. Millones marcharon exigiendo justicia, derechos, igualdad… y otra vez miles fueron reprimidos, cientos heridos, violados, decenas perdieron sus ojos. La represión intentó de nuevo acallar la voz de los que sufren.

Pero ya es tarde. La dignidad llegó, para quedarse. Los nombres de los que ya no están en los registros, los tenemos en la memoria, marcados a fuego en el corazón, sin siquiera haberlos conocido. Ya no son de un sector de la sociedad, son parte de nuestra historia, de nuestras luchas que, como pueblo, recién comienzan.

No los abandonaremos. Tampoco a las víctimas sobrevivientes. No dejaremos un instante de demandar verdad, justicia, castigo a los culpables, militares y civiles, y reparación para las familias. La dignidad de un país está en juego.

 

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