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Pedro Oróstica Codoceo.-  El día 23 de junio del presente, en The New York Times, español,  apareció  extenso artículo titulado “Sin ciudadanía, Chile no... Acerca de Chile, en The New York Times

Pedro Oróstica Codoceo.- 

El día 23 de junio del presente, en The New York Times, español,  apareció  extenso artículo titulado “Sin ciudadanía, Chile no saldrá de la crisis”, cuyo autor es el escritor y periodista Patricio Fernández.  En este, se plantean  varias conjeturas relacionadas al accionar y a la realidad general del país. Creo que  así es  como nos ven desde fuera. A continuación reproduciré  algunas de estas sentencias tal como aparecen en este medio.

“El estallido social que detonó en octubre demostró la inmensa distancia que existía entre la  población y sus autoridades y que la pandemia solo ha profundizado una crisis extrema en la democracia chilena.” “Mientras el país crecía, descuidó los lazos comunitarios que formaban su tejido social. El neoliberalismo imperante promovió el desarrollo económico, el emprendimiento y el éxito personal, pero no el encuentro ni la participación ciudadana».

Además señala que en este intertanto, “perdieron relevancia los grupos intermedios  – los partidos, la Iglesia católica, los sindicatos, los medios de comunicación –  y que también se debilitó la presencia del Estado.”  Así mismo se asevera  que, “la democracia representativa está en crisis en todas partes, pero en Chile es un caso extremo. La falta de legitimidad del poder  estuvo en la base de todas las demandas y hoy, cuando la presencia del Estado es crucial, para conducir y solventar la salida de una crisis  – para la que no bastan los empujes individuales –  expone de manera dramática su capacidad de convocar”.

Esto es  parte de lo que  se lee en este  análisis.   Por cuanto e independiente del punto de vista  con que se juzguen estas opiniones, juicioso  es analizarlas sin mayor exacerbamiento. Son  hechos las demandas y la falta de participación de la población, en los avances que muestra el país en sus estadísticas económicas generales.  La carencia material y espiritual debe ser compensada.  Importa mucho, continuar reflexionando sobre la solidaridad y el bien común; más allá del temor, la codicia y la violencia, vívidas  en la estructura social, lo que ha  llevado a  la erosión  del alma nacional.

En consecuencia, ese sincero bienestar e imprescindible participación  que se busque, requerirán nuevos paradigmas de un carácter ético – moral profundo y transversal. Abriguemos la esperanza que aún hay  disposición y tiempo para hacer estos cambios,  y reconstruir  un país más instruido,  fraterno, justo y solidario. Nada se saca con empecinarse exclusivamente en esta mecánica ideológica neoliberal que ha demostrado una gran capacidad de  enriquecer, pero a la vez una fatal cualidad de empobrecimiento.  Será de suma sabiduría,  desmontar este  detonante social. No confiar  solamente  en que la solución  la dará la institucionalidad de la fuerza.

En conclusión,  concordar que lo aparecido en este periódico, no debe llevar  ni a la contrariedad, ni a una oscura reacción temperamental. Sino a la reflexión y a la convicción que,  si  llegamos a  pensar  y desear un país con mayor equidad, sin duda que podrá lograrse. También es un hecho que  superarse a si mismo, es el mayor logro que pueden alcanzar las personas  frente a su propia existencia y a la Vida.

 

 

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