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Dr. Alex Soza Orellana/ Residente chileno en Cuba Es inevitable que para el pueblo chileno el mes de septiembre cobre siempre relevancia por muchas cosas.... Otra vez septiembre

Dr. Alex Soza Orellana/ Residente chileno en Cuba

Es inevitable que para el pueblo chileno el mes de septiembre cobre siempre relevancia por muchas cosas. Van apareciendo las brisas más cálidas que espantarán definitivamente el frio invierno para dar paso a la primavera, fiestas florales, volantines que se alzan agitados al aire.

Siempre fue el mes de las llamadas Fiestas Patrias en que, de acuerdo a lo que nos enseñaron en la escuela, logramos la independencia nacional, y vaya que estamos lejos de tal anhelo. Cada vez nuestro Chile es más dependiente de intereses foráneos, de sendos tratados de libre comercio que violan nuestra soberanía, física, intelectual, histórica y espiritual.

Nos llevan nuestros principales recursos, los ingresos y los ahorros para una pensión digna, cada vez el pueblo chileno vive más dependiente, más bien dicho subyugado por las luces adictivas del consumismo, la imitación del modo de vida de las grandes metrópolis capitalistas, de la farándula infernal de una sociedad amoral, sin ética, donde los valores que más sobresalen son la corrupción y la impunidad, donde ser pobre es ser peligroso, es ser terrorista, es ser ladrón y cuanta infamia más en un mundo donde la mentira es la suprema ley.

Parece un patético sermón, pero lamentablemente no está lejos de la realidad.

Efectivamente, aquel 18 de septiembre de 1810 se inició un proceso de emancipación, de lucha por la independencia de la corona española, muy tibiamente expresada en un descontento de la situación a la que los negociantes, comerciantes, ricos y aristócratas, titulados y no titulados, tenía sometido el gobierno colonialista del Rey de España. Ya, unos años más tarde aparecen las formas de luchas más serias y violentas con fines más radicales que mantenerse arropado por una monarquía.

Con sus diferencias y contradicciones surgen nuestros héroes; los llamados padres de la patria, O’Higgins, los hermanos Carrera y Manuel Rodriguez entre los más connotados, que en dramáticas y heroicas jornadas en la  Patria Vieja, la  Reconquista y la Patria Nueva, con venganzas, traiciones, con mucho sacrificio, con victoriosas batallas y  significativas derrotas,  y con la ayuda determinante del argentino José de San Martin logran, tras una extraordinaria travesía por la Cordillera de los  Andes,  una importante derrota de los españoles un 12 de febrero de 1817 en la batalla de Chacabuco. Un año más tarde el  5 de abril de 1818 se afianza definitivamente la victoria sobre las fuerzas realistas, los españoles, en la llamada Batalla de Maipú, donde el Ejército Libertador comandado por José de San Martín logra una libertad más cierta hasta entonces.

A partir de este momento es cuando comienza nuestra historia de jefes de gobierno o directores supremos y los consiguientes presidentes de la república hasta la fecha. El 12 de febrero de 1818 se firmó oficialmente la llamada “acta de la independencia”, documento que en otro septiembre de 1973 fue roto y terminó entre escombros y basuras, tras el feroz ataque, bombardeo y saqueo del Palacio de la Moneda por ebrios e ignorantes militares que asaltan dicha sede de gobierno.

Las glorias militares, de esos padres de la patria y de un señalado  ejército constitucionalista son echadas también al basurero de la historia ese 11 de septiembre de 1973, cuando se unen al poder económico de la clase empresarial, financiera, terrateniente y oligárquica nacional, que en contubernio con los intereses monopólicos de las transnacionales e instituciones capitalistas internacionales y con el apoyo incondicional del gobierno imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica irrumpen y derrocan violentamente, sangrientamente, el Gobierno Popular del Dr. Salvador Allende, elegido democráticamente  en otro septiembre, 1970. El destino le cobra la palabra empeñada a nuestro Compañero Presidente por la lealtad, la fe y la esperanza de un Chile mejor, prometida a un pueblo trabajador. Por ello muere heroicamente castigando moralmente a la traición, a los vendepatrias.

Así tenemos otros septiembres llenos de resistencia a la dictadura militar fascista instaurada por estos seudoherederos de nuestros padres de la patria. Al final miles de detenidos, relegados, torturados, asesinados, desaparecidos. Crímenes de lesa humanidad que ganó el desprecio de la comunidad internacional, y mucha solidaridad con el digno pueblo chileno en resistencia antifascista.

Es interminable listar cada una de las víctimas, camaradas, amigos, familiares, de este nefasto periodo de nuestra historia, cabe resaltar que todavía estos criminales no saben y no valoran cuanta nobleza, cuanta inteligencia, cuanta cultura, cuanta conciencia mataron, cuanto terror todavía hay en la memoria de los que sobrevivieron y que hoy alzan sus voces de protesta ante los intentos de amortiguar el daño, mofarse de los hechos y evidencias judicialmente comprobadas, humanizar tales crímenes, pero inevitablemente no hay olvido, nadie ni nada está olvidado y septiembre se alza también como un mes de esperanzas, de fe en que habrá Verdad y Justicia.

A fin de cuentas cada 18 de septiembre, días feriados, el ambiente festivo nos motiva irremediablemente a momentos alegres, y celebrar esta “independencia”, ver a los militares desfilar gallardamente y realmente emociona. Pero es sano espiritualmente estar consciente de qué fue lo que pasó ciertamente en otros septiembres, qué está pasando en nuestra sociedad, con nuestra familia, con nuestros amigos, nuestro trabajo, nuestro planeta y hacer un balance, como digo yo, de lo bueno, lo malo y lo feo y comprometerse en hacer algo por cambiar las cosas y luego hacerle el guiño a la buena empanada con un vaso de un buen tinto, al sonar de una cueca u otra música si se prefiere y ¡qué fue!  ¡Estamos en septiembre, de fiestas patrias, otra vez! Claro pues, recordemos que estábamos haciendo una revolución a lo chileno, con empanadas y vino tinto.

 

 

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