El sexo en el Arte
Opinión y Comentarios 5 febrero, 2018 Edición Cero
Iván Vera-Pinto Soto Cientista Social, pedagogo y escritor
Existen muchas evidencias arqueológicas e históricas que demuestran que el sexo ha sido una preocupación permanente en la historia del arte. Por citar algunos ejemplos, recordemos la antiquísima Venus de Willendorf, las esculturas griegas y romanas, las sensuales piezas de Rodán, el David de Miguel Ángel, sin desdeñar las intencionadas prominencias y tallas de la India, o las demostrativas tintas de China y de Japón.
La literatura también nos brinda un repertorio amplio de obras en que se pone de manifiesto la sexualidad como motivo de diversos cuentos y novelas. Entre ellos habría que mencionar el “Cantar de los Cantares” atribuido a Salomón, el didáctico “Kamasutra”, que atiende la actividad sexual como materia de instrucción; y, el libidinoso y sátiro “Decamerón” de Boccaccio, hasta llegar a la narrativa contemporánea, que incluye nombres tan diferentes como el de Walt Whitman o Charles Bukowski.
En este rápido recuento un sitial importante ocupa el contradictorio e inteligente Marqués de Sade, quien en toda su producción literaria nos mostró con instinto pedagógico los caminos para acceder al placer absoluto. De hecho, Sade, con un lenguaje erótico nos reveló un catálogo de perversiones que lo llevó a ser considerado un autor peligroso para la moral de su época. Su escritura representó la apertura total hacia el cuerpo y todas sus posibilidades eróticas.
El cine es, tal vez, la manifestación artística en la que más notoriedad alcanza el tema sexual, dada su exclusiva e impactante expresión audiovisual. En este ámbito la cartelera es muy amplia y disímil, desde el cine erótico hasta el pornográfico. Al respecto, el cineasta Woody Allen nos dice: «Moriremos al final, y eso es algo que nos limita, mientras que el sexo es permanente, intenso y como el arte: no importa cuántas veces se haga, nunca es perfecto y siempre piensas que el siguiente va a ser mejor, lo que te mantiene vivo hasta que al final mueres». A secas, agreguemos que al parecer este director llevó al extremo su afición al sexo, a tal punto de ser acusado por su propia hija de abusos y violación cuando ella era una niña.
Debemos reconocer que las artes han sido viciadas por el mercado, de esta manera el sexo se ha convertido en otra mercancía; fomentando la industria pornográfica, destinada a despertar los instintos zoomorfos en el público. A mi juicio, creo que la obsesión social actual de experimentar placer por el placer, ha conducido también degradar el amor a una relación meramente mecánica y animal. Quizás, la cultura hedonista imperante ha sepultado al amor en una fosa que nadie sabe dónde quedó.
En todo caso, el sexo sigue siendo un tema trascendente y vigente en las artes, que debe ser abordado con la intensión de fomentar el placer estético y el goce espiritual. En esa línea, algunos cineastas geniales como Bernardo Bertolucci, Francois Ozon y Rainer Fassbinder, entre otros, han demostrado cómo, a través de historias vinculadas a las diversas manifestaciones de la sexualidad, puede despertar en el espectador una actitud crítica y reflexiva sobre numerosas problemáticas sexuales que atañen a la sociedad contemporánea.
El teatro también tiene una dosis de sexo que se expresa en producciones como «El Monólogo de la Vagina», en donde un órgano genital parlante figurado en el cuerpo de la protagonista nos habla, tras siglos de silencio impuesto, de sus preocupaciones, placeres y desventuras. Su autora, Eve Ensler, construyó este guion a partir de más de doscientas entrevistas con mujeres que revelan sus sensaciones, sus traumas, sus aspiraciones, sus alegrías, a veces las más íntimas.
Existen otros trabajos que ha sido más osados y han llevado a escena todo tipo coito, incluso hasta la masturbación más explícita, respondiendo de esta manera a la línea más ortodoxa del Teatro Pánico de Antonin Artaud. Bajo ese formato, hace muy poco, en España se estrenó «Mount Olympus», del belga Jan Fabre, una alegoría de sexo explícito, desnudos y tragedias sangrientas. Este bacanal teatral consiste en una revisión de treinta y tres tragedias griegas que intentan mostrar el lado más oscuro, provocador y sexual de este género. Qué decir de algunas escenas del llamado teatro happening o de los espectáculos del director vienés Hermann Nitsch, quien desde fines de los años 50 ha desarrollado un proyecto plástico, musical y literario, que ha llamado teatro de orgías y misterios. Son una serie de acciones que según él, tienen un carácter real y son pura experiencia.
No hay discusión que el sexo es un tema que puede contarse, así como otros, de manera abierta en la escena, por supuesto, siempre y cuando esté sustentada en un buen argumento. La sexualidad nos interpela en la vida de la misma manera que se interpela en el teatro. El sexo, por una arista o por otra, siempre atrae. Comúnmente, por la diversidad de propuestas que gatilla el contenido, es que se puede abordar por el humor, la crítica, lo oscuro, lo explícito, lo ingenuo, los prejuicios. Los riesgos son siempre en caer en lo obvio, literal, chabacano o, simplemente, pornográfico. El sexo, no solamente en el arte, siempre vende porque es tabú, eso es parte del negocio.
En otro carril, observamos cómo la cartelera del cine comercial abusa de historias y escenas donde el sexo es utilizado como un verdadero “anzuelo” con la finalidad de captar más espectadores y generar lucrativas ganancias para los empresarios de esta industria. Prueba de esto es, por modelo, la película “Cincuenta sombras de Grey”. Para ser puntual, eroducción, es el concepto que se ha fijado para definir al cine oscilante entre el erotismo y la pornografía, casi siempre transformado en simple operación comercial para recuperar con rapidez el capital invertido en este tipo de producciones. Lisa y llanamente, eso es lo que ocurre con este films, al cual los críticos serios lo han cuestionado desde el punto de vista conceptual, ya que en su forma como en su estructura narrativa es tipificada como una película de baja calidad. La verdad es que no hay que ser feminista para darse cuenta del carácter machista y misógino de la trama, paradójicamente, realizada por una mujer.
En contraposición, tenemos otras piezas, donde la sexualidad es tratada de manera poética y con mucho sentido de conjunto dentro de la misma obra. Cito la obra de Antonio Skarmeta, “Ardiente Paciencia”. Igualmente tenemos el caso de “La Chunga” de Vargas Llosa, la que pese a mostrar un par de escena de sexo explícito, el autor deja en libertad de creación al director para que la trabaje bajo una forma estética y depurada, pues lo que vemos en el escenario es ficción y no la vida misma. Entonces, en estos casos el sexo se convierte en un elemento de apoyo argumental, provocando en el espectador diversas emociones, sentimientos y, también, reflexión.
A la postre, comparto la idea que si el sexo es algo indispensable para un trabajo creativo, bienvenido sea. No debemos marginarlo a la frontera del tabú. Pero, si su único fin es transformarse en un efecto para llamar la atención del público y hacer más “comercial” un espectáculo, entonces creo que esa opción terminará por hundir a la creación artística.