Repolitizar al pueblo: para cambios de verdad
Opinión y Comentarios 3 diciembre, 2016 Edición Cero
Víctor Guerrero Cossio/ Dr. En sociología, Académico UNAP
La dictadura quiso matar al pueblo de diversas maneras: separando drásticamente lo social de lo político, aniquilando a sus dirigentes más preclaros, prohibiendo a sus dirigentes sociales postular a cargos de elección popular, declarando que en Chile no hay lucha de clases, que no existen obreros y empleados, sino trabajadores. En general se realizó una operación alienante que hasta hoy sigue vigente, al punto que amplios sectores ciudadanos y muchos dirigentes sociales se alejan y critican la actividad política.
Y esta realidad no es banal, puesto que despolitizar al pueblo ha permitido que las oligarquías viejas y nuevas dominen sin contrapeso la política, administren el estado sólo con sus ideas, intereses y visión de la sociedad. Es indudable que se ha perdido el campo popular en todos sus sentidos y de no recuperarlo la excluyente realidad social imperante seguirá existiendo.
Mientras los representantes del pueblo no levanten y expresen sus ideas e intereses genuinos, no sólo para resolver los problemas de sobrevivencia personal sino para irrumpir como clase social tras su emancipación y luego conducción de su propio destino, sólo existirán visiones asistencialistas, filantrópicas u otras, en cualquier caso subordinadas a las clases burguesas o pequeñoburguesas dominantes.
Las visiones gerenciales a lo Piñera, populistas a lo Ossandón o reformistas como Lagos y Bachelet, imperantes en Chile, de las que no escapan hasta hoy las propuestas de sectores emergentes provenientes de la reflexión estudiantil, no son el camino y estas últimas podrán serlo sólo si forman alianzas verdaderas con dirigentes genuinamente populares. De lo contrario no pasarán de ser posturas singulares, excepcionales y finalmente absorbidas por el sistema imperante pues no forman parte de las contradicciones principales con el aparato de dominación capitalista.
Las fuerzas emergentes más conocidas por la opinión pública, tienden a inhibirse en su crítica social y económica, siendo empujadas hacia la derecha, cooptadas por las fuerzas sistémicas o también siendo presas de pulverización por conflictos internos propios de sus contradicciones de clase.
Ejemplos de esta suerte de crítica aceptada, que revela su inocuidad ante el modelo opresor vigente, la podemos encontrar en el Partido Revolución Democrática, que participó del gobierno actual y que debe su representación parlamentaria a la omisión en su favor de la coalición gobernante; o de los autonomistas que sufrieron un quiebre interno y que padecen las críticas de la ciudadanía puntarenense de que su diputado Boric mantiene una posición política nacional sin protagonizar activamente los problemas de los sectores oprimidos de su propio distrito electoral.
También es el caso del Partido Igualdad, que nace del Movimiento ANDHA Chile y otros grupos sociales, que luego de su participación en las últimas elecciones presidenciales sufrió un quiebre promovido por adherentes ex militantes de partidos de izquierda, que llevaron a esa organización naciente su propio historial de frustraciones políticas.
Este divorcio entre lo político y lo social, digitado cultural e institucionalmente por la dictadura y continuado por los partidos gobernantes posteriores, no es ajeno a la realidad de Iquique, impidiendo que las demandas populares y sus intereses sean debidamente considerados en la discusión política regional.
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