Serie Teatro y Cuentos de la Memoria: Extracto obra teatral La Última Batalla
Opinión y Comentarios 31 mayo, 2015 Edición Cero
Iván Vera-Pinto Soto/ Antropólogo Social, Magíster en Educación Superior, Dramaturgo
(La lluvia cesa. Los hombres lentamente salen al centro de la plaza, y se sacuden el agua que tienen en sus cuerpos. A Pascual aún le duele la espalda. Hipólito le da ganas de orinar y se acerca al monumento. Pascual y Tiburcio, en un tambor grande, hacen una fogata para calentarse)
HIPOLITO: Permiso, “ganchos”. Con el frío que hace me dio ganas de mear…¿Y esta estatua de quién es?
PASCUAL: Es el monumento del soldado desconocido.
TIBURCIO: Es decir, es de nosotros.
HIPOLITO: ¡Chucha! Entonces me estoy meando a mí mismo (Mira a la estatua mientras orina) Es fea esta güeva… Está llena de caca de pájaros.
PASCUAL: Está igualita que nosotros: cagada.
HIPOLITO: Mejor debería llamarse monumento al soldado cagado.
(Los tres ríen. Pascual y Tiburcio se acercan al monumento y también orinan)
TIBURCIO: ¿Para qué tantos monumentos, digo yo?
HIPOLITO: Lo mismo digo. Si al final los soldados pobres quedaron olvidados en el desierto, o en las profundidades del Océano Pacífico.
PASCUAL: Muchos de nuestros camaradas yacen olvidados en perdidas fosas comunes o cementerios en Perú.
TIBURCIO: El llanto de las madres, de los hijitos, de los amores, está también olvidado por el fatal paso del tiempo.
HIPOLITO: El dolor de los deudos ya es pasado, y los chilenos, en una gran mayoría, no conocen sus vidas, sus vivencias, sus familias, sus historias.
(En un arranque de locura, Hipólito sube al nivel mayor del monumento y se aferra a la figura de la estatua. Dramatiza exageradamente la actitud de un general frente a su tropa)
HIPOLITO: Soldados: ¡La hora de los combates ha sonado! Vuestros varoniles pechos palpitarán pronto en las grandes emociones de los guerreros cuando se ven frente a frente de los enemigos de su patria. Sé bien que no necesito recomendaros el valor y sacrificio, porque conozco que la arenga de nuestra Patria “vencer o morir” está esculpida en vuestros corazones.
(Los tres se ríen. Pascual, también se para en otro nivel de la estatua y comienza a pronunciar una arenga, de manera exagerada)
PASCUAL: ¡Soldados!: Hace cuatro años que defendemos el honor y la integridad del Perú y Bolivia contra la insaciable ambición de un enemigo salvaje, que, en su ceguedad, ha resuelto el aniquilamiento de nuestra Patria. Sé que nuestra Patria cuenta con ustedes, defensores decididos y patriotas resueltos a reivindicar su honra hasta el último sacrificio.
(Los tres vuelven a reír)
TIBURCIO: La guerra terminó hace tiempo; ahora vivimos la batalla de la vida.
HIPOLITO: Sí, es verdad. Unos, sin esfuerzo la ganan y otros, con mucho esfuerzo la pierden.
(Los tres hombres se acercan al cilindro encendido y calientan sus cuerpos. Transición)
TIBURCIO: Me muero de hambre.
PASCUAL: Y yo me siento cada vez más débil.
TIBURCIO: Con este ayuno obligado, luego vamos a comenzar a delirar.
HIPOLITO: Si seguimos así, capacito que nos vamos a volver locos, igual que mis camaradas cuando tomaban “chupilca del diablo” para ir al combate.
PASCUAL: ¿Chupilca?
HIPOLITO: Era aguardiente con pólvora negra. Una droga que te hacía ver demonios verdes.
TIBURCIO: Se volvían locos…
PASCUAL: Asesinos.
HIPOLITO: En la guerra, todos se convierten en locos asesinos.
PASCUAL: Hablando de locos, creo que hay buenos y malos…
HIPOLITO: ¿Cómo así?
PASCUAL: Si, pues, porque a veces hay que ser locos para encontrar la felicidad.
HIPOLITO: ¡Cresta! Te pusiste filosófico.
TIBURCIO: ¿Qué quieres decir?
PASCUAL: Un antiguo profesor me decía que quien tiene razón, sin pasión, es como una piedra sin vida, huérfano de sentimientos.
HIPOLITO: (Sin entender) ¡Ah!…Te fuiste en la profunda…
PASCUAL: Tuve un maestro rural que me enseñó a pensar un poquito. Pero, luego, cuando entré al ejército, ya no tuve que pensar, sino acatar órdenes.
HIPOLITO: Así es la vida militar. Tení que obedecer no más – como me decía el oficial – vo no tení que pensar nada.
TIBURCIO: (Se dirige a Hipólito) Hermano, ¿cuál es su nombre?
HIPOLITO: ¡Chucha! …Hace rato que llevamos conversando, y todavía no nos hemos presentado. Me llamo Hipólito y ustedes…
TIBURCIO: Tiburcio.
PASCUAL: Pascual.
TIBURCIO: Hipólito, ahora que ya nos conocemos más, cuéntanos, ¿fuiste voluntario a la guerra?.
HIPOLITO: Ni cagando. Yo era joven, bueno para el vino y la fiesta. Era como se dice un “tiro al aire”. No me importaba mucho lo que pasaba en el país.
PASCUAL: ¿Y cómo llegaste a ser soldado?
HIPOLITO: No me van a creer. Un día estaba en un prostíbulo, güeveando con unas putitas, cuando de repente aparecieron unos soldados y tomaron detenidos a todos los “cabros” que estábamos ahí. Me agarraron medio caramboleado y me cargaron. Al otro día, desperté en la bodega de un barco, vestido con uniforme militar y una escopeta.
PASCUAL: ¡A su madre! A mí me ocurrió algo parecido. Estaba en una fiesta patronal de mi pueblo. De pronto, un pelotón de soldados rodeó la plaza y a todos los jóvenes nos llevaron a la fuerza en carreta al cuartel. Al poco tiempo era marinero del Huáscar.
TIBURCIO: Mi caso fue diferente. Yo me presenté voluntario para ir a la guerra.
HIPOLITO: Vo si que fuiste un patriota. Yo no. Por esos años era un “cabro” ignorante de toda la cuestión política. Lo único que me interesaba era pasarla bien y gozar la vida. Nada más. Después de la guerra, entendí que habíamos peleado por los intereses de los ingleses y los ricos, pero jamás por el pueblo chileno.
PASCUAL: Lo peor de la guerra fue lo que ocurrió después en mi país, en especial con los que quedamos vivos y mutilados. A mí no me dieron “chamba” en ninguna parte.
TIBURCIO: A veces, es mejor morir que ser pobre e inválido.
HIPOLITO: Hasta los amigos te echan al olvido.
PASCUAL: Cuando estás en un callejón sin salida no te queda otra cosa que convertirte en “choro”.
(Sufre un mareo y se apoya en la escala del fondo)
HIPOLITO: Yo tuve varios camaradas que eran macanudos para usar cuchillos, corvos y puñales. Además, no tenían miedo para matar y morir. A los pocos años, cayeron en “cana” por “pungas”.
(Tiburcio, se da cuenta que Pascual se encuentra mal. Se acerca a él y lo sostiene con sus brazos)
TIBURCIO: Pascual, ¿qué te pasa? ¿Te duele la espalda?
PASCUAL: Es todo el cuerpo… El hambre está haciendo estrago en mi cuerpo.
TIBURCIO: ¡Carajo!
HIPOLITO: ¿Cuántos días llevan sin comer?
TIBURCIO: Muchos. Ya perdí la cuenta. ¿Y tú?
HIPOLITO: Lo mismo: muchos.
TIBURCIO: Si no encontramos algo que comer creo que nos vamos a volver locos.
HIPOLITO: ¡Qué injusticia! Yo transpiré sangre por la gente de plata; conquisté territorios para que se hicieran más ricos y ahora no tengo ni un mísero pan que comer.
TIBURCIO: Los poderosos son fríos, distantes y calculadores. Actúan con la cabeza para cuidar sus riquezas. En cambio, los hombres corajudos y sensibles – como fuimos nosotros – son mediocres, débiles, ingenuos e ignorantes.
HIPOLITO: Algo tenemos que hacer para salvarnos de una muerte miserable.
TIBURCIO: ¿Qué estás pensando?
HIPOLITO: No sé…Se me ocurre asaltar el mercado que está ahí al frente.
TIBURCIO: ¿Tú crees que podamos hacerlo? Estamos muy débiles y no tenemos ni siquiera un arma para asustar a esa gente.
HIPOLITO: Pero tenemos la experiencia del soldado. Podríamos sitiar el mercado, y empezar arrinconar al enemigo para que se rinda. Y cuando lo tengamos en nuestras manos, le podemos obligar que nos entregue todos los alimentos que tiene en su poder.
TIBURCIO: ¿Y si no se rinden?
PASCUAL: Entonces quemamos el mercado y los rematamos cuando salgan despavoridos por las llamas.
TIBURCIO: Para que no muera tanta gente, puede ir uno de nosotros a parlamentar para que se rindan.
HIPOLITO: Tenemos que ensayar nuestro plan. A ver tú, Pascual, que estás más débil te vas a colocar a la retaguardia; allí detrás del tambor. Si salen a atacarnos, le tirai cualquier cosas; lo que pillí a tu alcance.
PASCUAL: Espera, patita, a mí ya no me gusta que me manden, menos un chilenito.
HIPOLITO: ¡Por la cresta! Aquí no hay chilenos, ni peruanos ni bolivianos. Somos todos iguales: vagabundos con hambre, no más, iñor.
PASCUAL: Está bien. ¿Pero qué les voy a tirar a esos desgraciados?. Aquí hay pura basura, pues.
HIPOLITO: No sé pu´… Cualquier güeva…
TIBURCIO: ¿Y yo qué hago?
HIPOLITO: Vo, así lo que dijiste…
TIBURCIO: ¿Qué cosa?
HIPOLITO: ¡Chucha! Vai a parlamentar con los güevones pa´que se rindan y no hayan muertos.
PASCUAL: Hermano, cuidado con esa misión. No te vaya a pasar lo que nos pasó a nosotros cuando, en la batalla de la Concepción, teníamos rodeados en la iglesia a los rotos y fue un oficial para que se rindieran, y lo mataron los compañeros de Hipólito.
HIPOLITO: No hablí güeva… No fue así. Ustedes no mandaron a ningún oficial. Todo lo contrario, masacraron a todos los chilenos; hasta las mujeres las violaron.
PASCUAL: Y ustedes las tremendas cagadas que hicieron en Tacna, Chorrillos y Lima. Fueron unos asesinos y ladrones.
TIBURCIO: Ya no discutan más de tiempos pasados. Ahora, estamos en el mismo bando tratando de sobrevivir…
La última batalla fue estrenada por el Teatro Universitario Expresión en su XXXV Temporada, año 2014 y aún se mantiene en cartelera.