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Haroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación El gran esfuerzo histórico de los años 40 de construir Victoria sobre las ruinas de dos viejas... La Pampa  no morirá jamás

haroldo quinterosHaroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación

El gran esfuerzo histórico de los años 40 de construir Victoria sobre las ruinas de dos viejas oficinas salitreras, se hizo humo en 1979. La maquinaria, instalaciones y  laboratorios químicos fueron rematados y vendidos a precio de huevo, al igual que la preciosa madera de sus construcciones  georgianas, el más fino pino oregón norteamericano. Se vendió todo en calidad de chatarra y polilla a mercaderes que sí la supieron revender bien.

Obviamente, al régimen, a sus partidarios y beneficiarios directos les Importó un bledo la cesantía que advino con el cierre de Victoria; menos aun la corrupción de Estado ligada a los nuevos ricos del sistema, entre ellos el clan Pinochet, con el “yernísimo” Ponce Leroux a la cabeza, el flamante dueño de SOQUIMICH. Era todo tan fácil… No había libertad de palabra ni prensa y el aparato militar actuaba como feroz custodio del sistema. El fin de Victoria estuvo marcado por la más irresponsable ausencia de estudios sobre la evolución de los mercados internacionales en materia de minerales no-metálicos en esos tiempos.

Ello, porque la decisión la tomaron los “Chicago boys” de la época, los asesores económicos de la dictadura, cuya impronta teórica básica es y será siempre la ventaja inmediatista en materia financiera. No previeron que por los ochenta empezarían a soplar mejores vientos para el salitre y sus sub-productos, como el yodo. En 1990, nuestro historiador iquiqueño Mario Zolezzi escribía: “Existe en la zona el pleno convencimiento que lo más acertado hubiera sido no haber desarmado Victoria, sino haberla mantenido cerrada hasta tempos más propicios, como los actuales, para ponerla nuevamente en actividad, una vez modernizada y ampliadas sus instalaciones productivas, mejorando la explotación de los subproductos del salitre (…) El arrasamiento de Victoria quedará registrado en la historia como un odioso dictamen economicista.” Zolezzi tenía toda la razón. Sólo un ejemplo: desde siempre, los chinos nos compraban salitre, y por los años 80, al igual que los alemanes de los años 20, debieron inventar sucedáneos. Además, hoy mismo no sólo hay posibilidades de comercializar el propio salitre, sino también el yodo, y en gran escala. El yodo sigue siendo requerido en los mercados internacionales, mientras está tirado en Victoria entre los residuos de los procedimientos que llevaban a la precipitación del nitrato de sodio, el salitre, a partir del caliche.

Finalmente, los sabihondos Chicago boys tampoco tomaron en cuenta la importancia de Victoria en cuanto a  su explotación turística, en el rubro que la UNESCO llama  “Turismo del Trabajo,” que desde los años 90 ha cobrado un inusitado desarrollo en todo el mundo. En efecto, con el crecimiento de las universidades e institutos profesionales en que se estudian la naturaleza de los asentamientos humanos, Minería, diseño y fabricación de máquinas, etc.,  cada día hay más interés por conocer las antiguas comunidades e instalaciones industriales del mundo.

Pues bien, en nuestros días pudo haber estado Victoria, con sus singulares y únicos sistemas Shanks y Gugenheim, usados en la obtención de salitre natural. Victoria vivirá siempre en nuestro recuerdo. No morirá, aunque haya desaparecido. Su deshaucio y desmantelamiento fue un escandaloso error económico y un abuso al pueblo pampino, perpetrado por la infamante dictadura cívico-militar que terminó con nuestra antigua democracia en 1973.

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