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Haroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación El país está profundamente conmovido con el reciente bombazo en el Metro de Santiago. Se trata de... Atentado terrorista en Santiago

haroldo quinterosHaroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación

El país está profundamente conmovido con el reciente bombazo en el Metro de Santiago. Se trata de un acto de claro y típico corte terrorista, realizado por primera vez en nuestro país después de más de cuatro décadas, y con uso del expediente más común: el estallido de un artefacto de gran poder explosivo en un lugar de alto tráfico destinado a causar pánico en la población hiriendo y matando a personas inocentes.

Esto quiere decir que las víctimas de los actos terroristas no son soldados que participan en un guerra en curso, o si están dirigidos contra personeros de un gobierno dictatorial y opresor. También  cabe anotar una noción crucial en el trato del problema del terrorismo.  Me refiero al hecho que a nivel universal, y tras definición de la propia ONU, se identifican dos tipos de actos terroristas, los perpetrados por bandas y grupos armados clandestinos, y aquél que ejecuta un determinado Estado.

Este último, universalmente, es considerado el peor. Se trata del “terrorismo de Estado”, definido, simplemente, como la planificación y realización práctica de actos terroristas desde las esferas de los gobiernos. En este caso, el terrorismo ha alcanzado su máxima expresión, debido a la magnitud y poder de quien lo ejerce. Los actos de terrorismo de Estado, como la tortura en todas sus formas, el encarcelamiento, el exilio, la desaparición de personas, los asesinatos y fusilamientos sumarios por pensar distinto, se realizan siempre bajo la égida de regímenes dictatoriales, con la ausencia total de oposición y libertad de prensa y palabra, y, por ende, en un clima de total impunidad para sus ejecutores.

Por lo tanto, en Chile tuvimos terrorismo de Estado, y del peor. Si vamos, entonces, a hablar con solvencia moral sobre el reciente atentado en Santiago, no rasguen vestiduras quienes apoyaron incondicionalmente, y hasta participaron en la dictadura de Pinochet. Los actos terroristas, tal como lo demuestra la Historia, tienden a repetirse, por cuanto su fin es la des-estabilización política de la sociedad a través del miedo y el temor.

El filosofo francés Michel Foucault señalaba con toda razón que la creación de un clima generalizado de temor  en la sociedad impulsa a los ciudadanos a querer – o por lo menos aceptar- la existencia de un Estado policial; es decir, de una dictadura militar. En fin, a la obvia pregunta ¿quiénes pusieron la bomba en el Metro?, la respuesta también es obvia: quienes, con el fin político de causar un clima de inseguridad y temor social buscan hoy, evidentemente, desprestigiar y des-estabilizar el actual gobierno.

Sólo dos tipos de terroristas podrían estar en ese empeño:  la ultra-derecha, que ante la creciente toma de conciencia que existe en la población sobre la necesidad de producir cambios en nuestra sociedad, a lo cual, con alguna vacilación también se suma el gobierno, simplemente quieren impedir que esa voluntad crezca y se ponga fin al orden que impuso a balazos la dictadura, en la que esa derecha participó activamente.

Para eso, desde luego, pretenden usar una vez más a las Fuerzas Armadas, que en una situación de caos, desorden y desabastecimiento producidos por el boicot económico, vendrían a “poner orden,” entregándoles el poder político; es decir, tal como ocurrió en 1973. También podrían ser grupos de ultra-izquierda o anarquistas que buscan lo mismo, porque en su lógica, qué mejor que una dictadura para justificar un alzamiento armado popular.

Ahora sólo cabe exigir que la investigación que se lleva a cabo se realice a fondo, y, por supuesto, no dejarnos intimidar por el terrorismo en esta hora en que Chile comienza a sacudirse del yugo de una institucionalidad gestada, precisamente, bajo condiciones de terrorismo de Estado.

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