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Cambio 21/ Por Claudio Pereda.- Muy cerca de completar una segunda generación formada en democracia, aún sigue siendo un desafío cómo se enseñan los...

Cambio 21/ Por Claudio Pereda.- Muy cerca de completar una segunda generación formada en democracia, aún sigue siendo un desafío cómo se enseñan los años de la dictadura en los colegios. Profesores subrayan el peligro de que la sociedad no sepa enfrentarse a su propia historia. «La historia es nuestra y la hacen los pueblos», decía el presidente Salvador Allende en su último discurso. Sin embargo, profesores y expertos reconocen a Cambio 21 que el país no ha sabido dar una respuesta efectiva a este desafío. Más de dos décadas después de su fin, las salas de clase en los colegios aún no saben muy bien cómo estudiar los años de la dictadura.

Primero, en términos conceptuales, aún hay textos de estudio que se refieren al período como «régimen militar». Segundo, las horas de historia y educación cívica han disminuido en las últimas décadas. Y tercero, aún hablar de Derechos Humanos es -en muchos sectores del país- sinónimo de «politización». A ello hay que agregar como dato de la causa que el próximo año ya habrán completado su educación básica y media en democracia dos generaciones de jóvenes. ¿Cómo se indica desde el ministerio de Educación la enseñanza de los años de dictadura en los colegios?.

Para la profesora de historia Katherine Aguilar, la evolución de este tema ha tenido una estrecha relación con lo ocurrido en el proceso social del país. «Lo cierto es que ha costado mucho hablar con calma y objetividad sobre estos aspectos dentro de las aulas, sobre todo porque aún se le consideran como causa de desunión y desavenencias. Los planes de estudios abordan en forma muy general este período de nuestra historia y el tratamiento que se le da va a depender fundamentalmente de cada profesor o profesora que imparte la asignatura», explica a Cambio 21.

La docente señala que los planes y programas oficiales de historia de Chile llegaban sólo hasta 1970, aspecto que ha ido variando en el último tiempo gracias a algunos ajustes curriculares. Si antes los años de la dictadura se trabajaban sólo en 3° y 4° Medio, hoy es posible abordar algunos aspectos hasta 1925 en 2° Medio y a través de Historia Universal se sigue abordando en los cursos superiores. También es posible sumarlo en la unidad de Historia de América en el contexto de la Guerra Fría y las ideologías contrapuestas de la época. Nada muy directo como se puede apreciar.

Menos horas de estudio

Hasta 1998 el plan de Historia de Chile en los colegios no era muy distinto a lo que se estudiaba en dictadura. Recién ese año, a poco de alcanzar la primera década en democracia, los programas oficiales del ministerio de Educación comienzan a incorporar lo ocurrido tras el quiebre democrático. El programa de 1985, utilizado hasta el octavo año de restaurada la democracia, incluía como último punto en el programa curricular «La crisis generalizada del sistema político y el pronunciamiento de las Fuerzas Armadas y de Orden el 11 de septiembre de 1973».

Los cambios alcanzados permiten que en 3° Medio se pueda ir más allá del Golpe y sea posible analizar lo que sucede en dictadura o durante el régimen militar, ya que -como se ha apuntado- hasta el día de hoy se utilizan ambos términos. En 6° Básico estos aspectos pueden enunciarse de manera más breve y sucinta, enfocados desde un punto de vista de Educación Cívica. El cuadro, sin embargo, se ve fuertemente amagado porque el ministerio de Educación disminuye bajo el actual gobierno las horas de Historia, Educación Cívica y Filosofía.

A ello se suman las presiones que implican la evaluación del Simce y la «excelencia académica», que obliga a los colegios a ceñirse estrictamente a los programas oficiales, de manera que sus alumnos respondan las preguntas que el ministerio mide y así dichos resultados formen parte del «prestigio» de las instituciones educacionales. Ante estos escollos, la posibilidad de innovar en la forma de enseñar Historia de Chile es, prácticamente, nula.

Para la profesora de historia y dirigenta del Colegio de Profesores, Ligia Gallegos, la disminución de Educación Cívica es una gran pérdida, ya que -a su juicio- constituía un importante aporte para preparar ciudadanos críticos y conscientes o, al menos, conocedores del marco teórico general de los distintos regímenes de gobierno y las funciones de quienes están en el poder ejecutivo y en el legislativo.

«Hoy en día es fácil comprobar que existe desconocimiento y confusión en el chileno medio acerca de la tarea de los parlamentarios, siendo muy preocupante el hecho de que se piense que un diputado o senador es bueno porque inaugura calles o sedes o porque palmotea la espalda. Con menos educación cívica es posible entender por qué, con honrosas excepciones, hoy no se elige a las personas más idóneas para la importante función legislativa», subraya.

En punto de quiebre

Con el apoyo del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondecyt), los investigadores María Isabel Toledo (antropóloga de la Universidad Diego Portales) y Abraham Magendzo (experto en educación de la Universidad Humanismo Cristiano), realizaron el impactante análisis «Estudio exploratorio de la enseñanza y aprendizaje de la sub-unidad Régimen Militar y transición a la Democracia». Los resultados indican que la lineal forma de enseñar historia en los colegios deja para el último lugar el estudio de la dictadura, por lo que casi el 40% de los profesores no alcanza a tocar el tema.

El estudio evalúa la opinión de jóvenes de 2° Medio de establecimientos particulares-pagados, particulares-subvencionados y municipalizados, además de los profesores. Se investiga el propósito de la enseñanza de la historia, la formación en Derechos Humanos, el trabajo de la sub-unidad régimen militar, actividades desarrolladas en la sala de clases, tareas, memoria familiar versus contenido escolar, entre varios otros aspectos.

La investigación deja también en evidencia la incomodidad que existe por enfrentar el tema, ya que la enseñanza de la historia reciente depende casi exclusivamente del interés del profesor, se hace constante uso de material audiovisual para no tener que hablar directamente sobre el punto y se dan escenarios de fuerte bipolaridad y confrontación entre profesor y estudiantes, en cuanto a la forma incompleta en que se abordan estos aspectos.

La antropóloga María Isabel Toledo señala que «detectamos dificultades claras para enseñar la historia reciente de Chile, por las emociones que están involucradas: pena, rabia y frustración tanto en profesores como en alumnos. Casi un tercio de las personas tienen familiares que han sido víctimas de la represión. Entonces, cuando eso entra en la sala se requiere el desarrollo de nuevas estrategias de pedagogía que no están presentes, hay que crearlas, y no es que los profesores no las tengan, sino que no están tratadas en currículum tradicionales».

La situación no es para nada superficial. Los expertos señalan en el estudio que el tema se encuentra en un punto de quiebre. «Los estudiantes de hoy son la segunda generación descendiente de quienes fueron testigos de los hechos. Sabemos que en esta sociedad la transmisión generacional o familiar se rompe en la tercera generación, por tanto ahora es el momento para que la institución escolar tome una decisión: o se hace cargo de la historia, aun cuando resulte ser un tema complejo, o pasa al olvido».

Las nuevas estrategias pedagógicas

«A pesar de lo intenso y fuerte, el Informe Verdad y Reconciliación fue como una primera luz que me permitió a principios de los 90 estudiar en qué medida este tema afectaba a los alumnos. A partir de las palabras del entonces presidente inicié una forma de trabajar la visión de los Derechos Humanos y el Estado de Derecho como una manera de generar más consciencia en ellos. Si bien al comienzo los resultados no fueron muy claros, hoy existe un gran interés por parte de los jóvenes», explica la profesora de historia Katherine Aguilar.

La docente subraya que el aspecto principal está en que permitan hacer planes propios a cada institución. «Creo que el proyecto educativo de los colegios debe contener la historia del país, de manera de estimular el pensamiento propio en las nuevas generaciones; resulta primordial conducirlas a que creen sus propias respuestas, respetando siempre sus puntos de vista», enfatiza.

La dirigenta del Colegio de Profesores, Ligia Gallegos, en tanto, recuerda con especial aprecio el período anterior al plebiscito del año 1988, ya que los temas que discutía en Educación Cívica resultaron fundamentales para que muchos de sus alumnos y alumnas que tenían 18 años se inscribieran en los registros electorales. «Siento que hice mi aporte en ese sentido, pues insté a que se inscribieran. Era una actividad con nota al libro para los que presentaban el comprobante. Y aunque los debates que se generaban en la clase eran complicados, siempre resultaron ser muy productivos», comenta.

La profesora considera que la masificación de internet  y el mayor acceso a información permiten mejorar la capacidad analítica de los jóvenes. «Una clara demostración de aquello ha sido el compromiso que han adquirido al reclamar en torno a importantes temas que afectan a nuestra sociedad, partiendo por su lucha por el derecho a la educación y abarcando todo lo que implica la real democratización del país», señala.

El tema, claramente, se encamina a lo que los autores del estudio Fondecyt subrayan como principal necesidad: nuevas estrategias de pedagogía, las que hoy no están consideradas en los programas curriculares y tienen a la educación en un escenario límite. Si se toman las palabras del presidente Allende antes de morir en La Moneda, la verdad es que el diagnóstico actual parece ser complejo. La historia es nuestra, pero ¿hay interés por apropiarla?.

 Osvaldo Verdugo: «La educación pública también deberá pedir perdón en algún momento»

 El ex presidente del Colegio de Profesores, Osvaldo Verdugo, es también profesor de historia. «El principal aporte de este ramo es la libertad de pensar. La historia no puede ser un simple conjunto de hechos, debe hacer reflexionar», señala a Cambio 21. Cree que la educación en Chile debe cambiar los paradigmas hacia una pedagogía de la convivencia.

¿Cuáles son los desafíos de la educación pública para enfrentar la historia reciente?

– Después de más de un siglo de existencia, creo que ha llegado la hora de mirar con cierto grado de autocrítica el rol que ha cumplido la educación pública. Habría que decir con franqueza que en el principio se instala un modelo de escuela normalista para educar a los pobres y la Universidad de Chile para la élite. Eso es lo que ven los neoliberales que llegan con la dictadura, aunque para ellos la solución no fue mejorar los instrumentos del Estado, sino que -por el contrario- la aplicación fundamentalista del concepto privatizador. Luego de esa tragedia vivida por el sistema, nos encontramos con que sólo el 35% de la matrícula es pública.

-Más que rescatar, lo que tenemos que hacer es refundar el modelo. Yo soy hijo de los cambios de Frei y de Allende, de la reforma agraria, de la educación popular, gracias a eso pude ser profesor. Pero creo que a la realidad del Chile de hoy no es posible seguir aplicando un modelo que, siendo bueno y estatal, no nos percatamos de que era elitista. No puede ser, por ejemplo, que con recursos públicos el Instituto Nacional siga segmentando y seleccionando a sus alumnos. Asimismo, nuestra educación ha negado sistemáticamente al pueblo mapuche. La educación pública también deberá pedir perdón en algún momento.

-La generación formada en democracia es la que hoy  exige cambios en el sistema…

– El trauma de la dictadura fue muy grande y los profesores nos quedamos con la idea de que la sociedad nos debe un montón de cosas. Mientras que en paralelo, una generación que no ha pasado ningún trauma, que vive en un mundo moderno, globalizado e interconectado, considera más bien que es la educación la que está en deuda con ellos. No están dispuestos a pagar costos pasados. Se rebelan. Y piden gratuidad y calidad. Y ahí estamos: en un período que se ubica al medio entre las consecuencias de la dictadura, la gradualidad de la transición y los desafíos del mañana.

-Usted habla de la pedagogía de la convivencia…

– La clave es aprender a vivir juntos. La educación debe asumir que el piso de cualquier currículum público deben ser los Derechos Humanos. Mapuches, católicos, de izquierda o de derecha seguirán manteniendo su identidad, pero siempre respetando las opciones de los otros. Eso es clave para que desde la educación pública podamos romper la barrera del miedo entre nosotros. Tenemos que ser capaces de encontrarnos y convivir sin sospechas ni discriminaciones.

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