Julio Cámara Cortés, Consejero Regional de Tarapacá
La construcción de un rompeolas en Playa Brava es el único proyecto que, a mi juicio, aún merece la denominación Bicentenario, conforme a los parámetros que se fijaron para iniciativas que pusieran de relieve dicha conmemoración republicana. El proyecto implica una intervención urbanística de enorme impacto, y decisivo en la manera en que Iquique se mostrará al país y el mundo en los años venideros.
Se trata, reitero, de una intervención a gran escala que generará cambios urbanísticos de suma importancia para la ciudad, y que puede concluir con la construcción de un balneario único en Chile, cuya extensión de casi 4 kilómetros iría desde Cavancha hasta el cruce de la Avenida Chipana, con un alto impacto social y económico no solo en materia turística sino también en la calidad de vida de todos los que habitamos la región.
Asumiendo la relevancia de tal iniciativa, el CORE destinó los recursos para la fase de diseño, en tanto que el costo final de construcción que se estimaba a priori no excedería los 15 mil millones de pesos, serían financiados a través del convenio de programación vigente entre el MOP y el Gobierno Regional, convenio que incluye la materialización de otros proyectos.
Sin embargo, estando el diseño en su etapa final, ya se sabe que los costos reales de construcción del rompeolas se elevarían sobre los 55 mil millones de pesos, un monto difícil de asimilar para los presupuestos que se manejan habitualmente en el aparato público. De allí, también, los justificados reparos de la primera autoridad comunal, que objeta no sólo los altos costos, sino también la propuesta técnica que no parece responder plenamente a las expectativas cifradas en la iniciativa.
No obstante las aprensiones expuestas, creo que no debemos dar por desahuciado el objetivo principal del proyecto, esto es, recuperar Playa Brava para el baño en toda su extensión. Persistir en la idea que el proyecto sigue siendo viable de concretar, requerirá, sin duda, reformular y explorar otras opciones técnicas, de menores costos, así como sumar fuerzas ampliando la alianza del convenio a otros actores relevantes como el municipio local y el MINVU, atendiendo a los cambios urbanísticos que experimentaría dicha zona costera.
Materializar un proyecto de esta envergadura nos situaría ante la oportunidad casi histórica de construir una extensión de borde costero continuo, y convertirlo en el gran paseo de la ciudad, posicionando a Iquique como el balneario por excelencia de toda la zona norte del país, mejorando la calidad de vida de nuestros habitantes, cambios que sin lugar a dudas podrán disfrutar en plenitud los hijos de la generación del Bicentenario.