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La Nación, Argentina / Por Guadalupe Diego Es mormón, pero fuma y toma alcohol; informal, aunque dice que es ordenado. El argentino que dirige... Entrevista a Borghi: el juego de las apariencias

La Nación, Argentina / Por Guadalupe Diego Es mormón, pero fuma y toma alcohol; informal, aunque dice que es ordenado. El argentino que dirige la selección de Chile le pega duro a Bielsa, su antecesor, y explica por qué eligió no tratar de ser el mejor futbolista del mundo.

Claudio Borghi, en la Argentina, lo llegaron a comparar con Maradona. Era habilidoso, creativo, distinto. En los 80 brilló en Argentinos Juniors en un plantel que ganó la Copa Libertadores y que después jugó la Intercontinental frente a la Juventus de Platini, en un partidazo perdido por penales en Tokio. Borghi fue la figura del encuentro.

En la enciclopedia mundial de estos tiempos, o sea en Wikipedia, se lee: «Por sus constantes actos de indisciplina su carrera no alcanzó a ser tan destacada como la del Diego». Con Diego jugó y ganó la Copa del Mundo en México en 1986. Borghi sólo estuvo en dos partidos de la primera fase y a la vuelta fue vendido enseguida a Europa. De ahí volvió a América del Sur, donde hizo gran parte de su carrera, primero como jugador y luego como director técnico.

-¿Te sentís campeón del mundo?

-Por supuesto que sí. Si muchos argentinos que ni vieron los partidos se sienten campeones del mundo, cómo no me voy a sentir yo, que jugué dos partidos.

-Dicen que eras el crack que tenía todo para explotar, que podrías haber dado mucho más.

-Sí, tal vez podría haber dado más. Pero también podría haber dado mucho menos.

-¿Y no hay una autocrítica del tipo no me dediqué lo suficiente?

-No, porque yo dedicarme me dediqué. Vengo de una familia muy pobre y grande, de muchos hermanos. Aquellos que dicen que yo no era esforzado están locos. Empecé a trabajar a los 9 años; sé perfectamente lo que son los esfuerzos. A veces los jugadores cargamos con mochilas de lo que la gente quiere que seamos. Yo siempre dije: «No estoy para pelear por ser el mejor del mundo porque es una carrera muy dura». En Perfume de mujer, Al Pacino dice: «Yo siempre supe cuál era el camino, pero no lo hice porque era muy duro». Hay gente que piensa que uno compite para ser el mejor siempre. Yo no compito para ser siempre el mejor. Yo compito. Si vos me decís «tenés que hacer todo esto para ser campeón del mundo», yo te digo «mmm…, no sé si lo haría, eh». Es una decisión de vida. Yo admiraba a Diego porque quería ser el mejor del mundo. Estaba dispuesto a ser el mejor del mundo. Yo no.

-¿Por qué?

-Porque para ser el mejor del mundo tenés que dejar muchas cosas de lado, cosas que tienen que ver con intimidades, con la familia, con los amigos… Y uno elige.

 

 

 

 
En funciones. «Bielsa no dejó nada acá. El tiene sus méritos, sí; pero Bielsa es como una mina sentada: no es lo que realmente es». Foto: AFP 

 

 

Los amigos del barrio lo pasaban a buscar todos los días para ir a jugar a la pelota. «Deje salir al Bichi, doña, deje salir al Bichi», le insistían a Hipólita.

Hipólita no era su madre, sino su abuela. Claudio se fue a vivir con ella a los 10 años, cuando su papá murió repentinamente. Tenía 42 y un ataque al corazón lo dejó tirado en la cocina. La muerte prematura provocó la desintegración de la familia: Claudio y sus ocho hermanos se repartieron entre las diversas casas de aquel condominio. A Claudio le tocó la del fondo, donde vivía Hipólita.

Tanto lo buscaban sus amigos que la abuela sospechó que el nieto alguna cualidad tenía, así que ella lo llevó al club Luz y Fuerza de Morón. «Pero ahí no ibas a probarte, ahí había que pagar para jugar», recuerda Claudio. «Una cuota. Como ser socio, digamos.»

Un día Luz y Fuerza jugó un partido contra Argentinos Juniors. Alguien de Argentinos vio ese partido y lo llevó enseguida a La Paternal. Así empezó todo.

Apariencias. Lo que la gente ve.

A sus 47 años Borghi ha sumado más tiempo fuera que dentro de la Argentina. Dice que vivir en Buenos Aires se hace complicado cuando ya perdiste la costumbre y que a veces le choca escuchar a los porteños. Entonces imita: «Eeehhh, ¿qué hacé, vieja?» Y agrega sorprendido: «Yo jamás hablé así».

En Chile es un ídolo, especialmente para la mitad de la gente. Como técnico logró lo que nadie: el tetracampeonato con el Colo Colo, el equipo más popular y transversal del país. El mismo equipo que antes, como jugador, lo había visto alzar la Recopa Sudamericana y la Interamericana, en 1992.

Hace unos años fue elegido Rey Guachaca, un trofeo que es más chileno que los porotos. El premio al más querido por el pueblo.

-Nunca un extranjero había salido Rey Guachaca. Y yo gané por muchísimo margen. Para mí fue un halago.

En la Argentina, como técnico, pasó altibajos. En Independiente acumuló empates. Sacó campeón al modesto Argentinos Juniors y en Boca sumó tantas derrotas como la suma de los empates y los triunfos. Lo más difícil, en todos los casos, fue querer ser local en un país en el que ya se sentía visitante.

-¿Boca significó demasiada presión?

-¡No! A mí en Colo Colo se me caía el pelo, no en Boca. Quizá porque era más joven, mayor inexperiencia. Boca es un club maravilloso. Si tenés la fortuna de ganar es perfecto; si no, se complica. Pero como en todos lados. En el mundo sólo sirve el que sale campeón y los demás somos todos tontos.

Borghi se casó a los 21 años con Mariana, su novia desde los 15. Cuando aún noviaban la revista Gente publicó un reportaje en el que contaba que Claudio era mormón y llegaría virgen al matrimonio. En otra entrevista, años más tarde, dijo que tal espera no existió.

-Toda la vida voy a ser mormón, porque no he sido bautizado por otra religión. Pero soy una mala publicidad para ellos. Ellos no fuman, yo sí; no toman alcohol, yo sí. No voy a la iglesia. Pero algunos principios los sigo manteniendo toda la vida, por ejemplo el respeto al prójimo.

-¿Y cómo se conocieron con Mariana? Antes no existían las botineras…

-No, no existían; qué desgracia. Nacimos antes de muchas cosas. Nos conocimos en el cumpleaños de un primo. Iban a hacer algo que yo nunca había comido, que era una vaca con cuero, una vaca entera. Y yo dije «esta huevada no me la puedo perder». Así que el estómago me hizo conocer a Mariana.

Se casaron y no hubo luna de miel. No había tiempo. Era la época de andar por Europa y cambiar de clubes. A poco del matrimonio nació Dominique, la única universitaria de su familia. Ya en Chile llegó Filipo, hoy en pleno secundario. Son una familia muy unida, y a Borghi le encanta decir que está feliz con la mujer que eligió. «Si ella se va con otro, yo me voy con ellos», es su frase-muletilla.

-La mujer de un jugador de fútbol es lo más importante que puede tener. Es de mierda esta vida. Yo rogaba que mi hijo no se dedicara al fútbol. No pertenecés a ningún lugar, te vas trasladando, dejás familia, amigos. No es fácil. Mucha gente dice «Qué vida linda». Y no es así.

Apariencias. Lo que la gente ve.

Pinto Durán es el predio de la selección chilena, donde el DT viene casi a diario. Borghi se hizo cargo de la selección chilena de fútbol hace un año y cuatro meses, cuando el puesto quedó vacante y ningún chileno quería creer en el alejamiento de Marcelo Bielsa, el que había logrado armar un equipo sensación. A poco de asumir, Borghi dijo que Bielsa había dejado más viudas que la Segunda Guerra Mundial.

-¿No te molesta que digan que sos la contracara de Bielsa?

-No, para nada. Hay cosas que te ponen muy contento. Hay cosas que no me gustaría que pensaran de mí. ¿Loco? A mí me gusta pertenecer a este mundo. No me quiero alejar por nada. No tengo ningún interés en encerrarme en mi casa a ver videos solamente.

-¿Y qué heredaste de Bielsa?

-Nada, absolutamente nada. Bielsa no dejó nada acá. El tiene sus méritos, sí; pero Bielsa es como una mina sentada: no es lo que realmente es. A mí una vez me dijeron: «No te enamores de una mina ni sentada ni acostada, porque todas se ven lindas». Todos hablan de su forma de trabajo, y ¿cómo era?; ¿quién lo vio trabajar, si acá no entraba nadie? ¿Y el estilo Bielsa? ¿Cuál es el estilo Bielsa? Tres en el fondo, dos carrileros… Eso ya lo hacía Bilardo en el 86. En el fútbol ya está todo inventado.

-¿Tu estilo es más informal?

-Sé que tengo mucha fama de informal. Quizá por mi forma, pero también veo la parte táctica, soy ordenado, planifico. Es como en el colegio: ves uno de anteojos, cara de boludo, y decís: «Es bueno para estudiar o es inteligente», y a lo mejor el más desordenado o desprolijo es el más inteligente.

-¿Cuál es el objetivo como DT de la selección?

-Hay distintos. La gente ve clasificarse o no. Yo veo muchos otros. Cómo lo hicimos, si lo hicimos bien, si lo merecimos, si mejoramos jugadores. Hay varios objetivos secundarios que los demás no ven.

En Chile le dicen El Guatón (panzón) Parrillero, pero en este lado de los Andes come más mariscos que asados y en su casa en la comuna de La Reina, la misma que compró hace 14 años, no hay ni siquiera parrilla.

Piensa que deberían llamarlo El Guatón Marisquero.

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Fumaba -mucho- cuando era jugador. Hoy fuma un cigarrillo tras otro y es capaz de tolerar que sus jugadores fumen. Dice que trabaja con personas y no con maquinitas, y que después de un partido de mucha tensión un cigarro puede ser un buen compañero. Tiene cierto cantito chileno al hablar y su habla está repleta de localismos. De la Argentina lo único que extraña es el bar.

-Yo soy un tipo de bar. En mi barrio está La Cortada, donde iba mi viejo, fui yo, va mi hijo. Ahí hay abogados, ingenieros, doctores, tipos sin laburo, que han estudiado, que no. Y nadie saca a relucir sus títulos. Extraño eso. A los amigos, más o menos; porque cada uno hizo su vida: se fueron o están presos. Yo tengo muchos amigos que están presos. Por eso cuando dicen que uno no se sacrificó digo pucha, no saben…

El fútbol no es la vida, pero sí al menos algunos orgasmos. Así piensa el hombre que un día se puso a hacer rabonas porque no sabía pegarle de zurda. «Un defecto que la gente transformó en una virtud.»

-Yo nunca digo que el fútbol es mi vida. Si yo soy hijo de un técnico y escucho que él dice que el fútbol es su vida, yo me sentiría mal. Yo digo que el fútbol ha sido un medio demasiado importante, pero demasiado importante.

Cuando dice importante por segunda vez invita a ver un tatuaje que tiene en la pierna derecha, abajo, cerca del tobillo. La inscripción dice Gracias vieja. Entre gracias y vieja hay una pelota.

-Si no fuera por esa pelota yo tal vez estaría afuera esperando para robarte.

Pero hoy no está afuera, sino adentro, metido en el largo proceso de Eliminatorias para el próximo Mundial.

-Esto es lo más alto que podés llegar en lo deportivo. Ningún otro equipo te da las penas y las alegrías que te da estar en la selección nacional. Acá somos 15 millones y todos están metidos en ese momento en eso. Es una sensación extraordinaria. Yo lo puedo comparar con hasta cinco veces más placentero que un orgasmo.

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Dicen que cuando Ricardo Lavolpe fue DT de México hizo pedacitos su medalla de campeón mundial del 78 y que al clasificar para el Mundial 2006 le regaló un pedacito a cada uno de los jugadores. ¿Haría Borghi lo propio si Chile clasifica para el Mundial 2014?

-¿Eso hizo? No sabía. ¡Ta loco! ¡No! Además, la medalla es de mis hijos. Alguna vez pensé en traerla para mostrárselas a los jugadores, pero no sé si es bueno o malo… Yo me siento un privilegiado. Sólo 44 tipos la tienen en la historia del fútbol argentino. No, no. ¡No la cortaría ni cagando!

El Guatón Marisquero intenta saber todo de sus jugadores. Le gusta charlar con ellos y que le cuenten cosas. Dice que tiene que conocerlos tanto que al verlos debe ser capaz de darse cuenta si tienen un problema o no. Alguna vez le criticaron esta relación tan estrecha.

-Mucha gente está en contra de las relaciones humanas, donde yo supuestamente debería ponerte o sacarte por si jugás bien o si jugás mal, y yo me rehúso un poco a eso. Los pongo por cualidades, sí, pero si me jugás mal un partido no tengo que crucificarte. Acá hay libertades, pero no todo el mundo puede hacer lo que quiere. Ellos se quejaban de que con Bielsa tenían más tiempo libre que conmigo. ¿Ves? Esos son los grandes mitos, cualquiera diría que era al revés.

Apariencias. Lo que la gente ve.

Dice sobre los chilenos: «Este es un país donde ellos mismos no se quieren; encuentran que todo lo que viene de afuera es mejor. Uno dice: Che, ¡qué linda la Cordillera! y te responden : Mmm…, te cagás de frío, huevón. O dice: Qué rico el vino chileno y te responden: El francés es mucho mejor. Es como que no tienen nada bueno».

No le gustan las diferencias sociales de Chile y cree que un matrimonio como el suyo no sería posible en su país adoptivo y adoptante.

-Mi mujer viene de una condición social muy diferente de la mía. En la Argentina nos mezclamos, acá no pasa eso. El derecho a estudiar es caro y el derecho a la salud es caro. Son cosas muy injustas de acá que no me gustan.

Da la sensación de que Borghi puede charlar durante horas con quien sea. Cuenta anécdotas, pero también pregunta mucho. Mira a los ojos. Hace chistes y en el décimo cigarrillo es capaz de preguntar -por décima vez- si su humo molesta. Parece un buen tipo.

Apariencias. Lo que la gente ve.

El dice que muchas veces las apariencias engañan. Habrá que creerle.

MESSI

Si Messi ganó otra vez el Balón de Oro no fue precisamente por el máximo puntaje de Borghi. El prefirió a Iniesta.

«Yo he tenido la posibilidad de verlo jugar a Iniesta contra nosotros en Suiza, y es una obra de arte.

Voté por lo que vi. Es…, cómo decirte… Parece que no va a hacer nada y hace todo, parece que se la podés sacar y no podés, que le podés pegar una patada y no podés.

Messi es un jugador extraordinario. Pero hay que votar también otras cosas, ¿no?»

MARADONA

Borghi no cree que el mejor gol de Maradona en México haya sido el segundo que les anotó a los ingleses.

El mejor gol, asegura, se lo hizo a Bélgica. «Uno mide el gol por las dificultades.

El de Inglaterra lo divido en dos: de mitad de cancha al área, es una jugada normal; en el área es una jugada extraordinaria. Pero a Uruguay ese gol no se lo hace: le pegan una patada y lo bajan antes. Contra Bélgica hace dos goles donde los rivales están poniendo el pie y la pelota ya había pasado. Yo veo esa complejidad: tomar las decisiones más rápido y mejor. Yo lo veía jugar a Maradona y decía esto no es posible.»

 

 

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