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Cambio21.cl / Por Susana Frías K.-  Según los expertos en la materia, Latinoamérica es donde más se da este fenómeno, el cual comienza a... Clasismo en Chile. La gran diferencia entre ser «Pía González Soto» y «Pía Correa Gumucio».

Cambio21.cl / Por Susana Frías K.-  Según los expertos en la materia, Latinoamérica es donde más se da este fenómeno, el cual comienza a tomar fuerza a medida que exista mayor diferencia entre los ricos y pobres. Los ABC1, conforman el 5% de la población chilena y son el grupo más impenetrable. El reality de Canal 13, Mundos Opuestos, se transforma en la cara y sello de la realidad con sus participantes enfrentados desde el futuro y el pasado.

En Chile las clases sociales están claramente diferenciadas, las cuales son agrupadas dependiendo del nivel social y económico. Están los ABC1, un grupo muy reducido y que conforma sólo el 5% de la población chilena -según diversos estudios-, mientras que el resto lo conforman los C2, C3, D y E.

Si bien actualmente pueden compartir lugares, las diferencias siguen estando marcadas. Es así como resulta paradójico que mientras la primera autoridad del país viene de un mundo acomodado, con estudios en escuelas privadas y en el extranjero, específicamente en Harvard, además de ser un reconocido empresario, la segunda autoridad más importante, el presidente del Senado, Camilo Escalona, es hijo de un sindicalista panadero y de una dueña de casa, que cursó en un liceo municipal en San Miguel y miembro de las juventudes de la Unidad Popular.

La televisión tampoco queda atrás y se han encargado de hacer un festín con las diferencias sociales, transformándonos en un país clasista, que mientras los pobres son calificados de envidiosos al no asumir que hay otros que siempre van a tener más que ellos, los ricos se autodenominan como ingenuos al no saber que en Chile hay dos realidades muy distintas.

Programas como el de TVN, «Adopta un famoso», se encarga de enfrentar a los ricos con los pobres, y mostrar dos realidades muy distintas, pues mientras el rico ostenta de todo lo que tiene y de los lujos que se puede dar, el pobre sólo debe resignarse a seguir con su vida y a trabajar día a día para lograr poder aspirar a un poco más. El reality más exitoso de la TV chilena, tampoco se queda atrás, pues las burlas, los enfrentamientos y la lucha que se da día a día, es provocada por la diferencia de clases sociales.

Las redes sociales estallaban cada vez que el ex futbolista Francisco Huaiquipán inventaba sus propios términos, Fanny una de las participantes que en su vida cotidiana es vendedora ambulante, ha sido varias veces catalogada de ordinaria y flaite , sin embargo, sus compañeros de ojos claros, blanquitos y de estrato social más alto nunca han sido criticados y mucho menos cuestionados por su vocabulario o su manera de actuar.

Asimismo, la lucha interna que existe entre los del pasado y del futuro, refleja lo que día a día viven los chilenos. Pues mientras los «pobres» ven a través de un vidrio los lujos que tienen los «ricos» como bañarse con agua caliente, baños totalmente equipados, camas confortables y cómodas, ropa más bonita y una casa de material sólido, los que están del lado del futuro miran con malos ojos a los del pasado y luchan día a día por no llegar a ese mundo.

Es como se vive el día a día en la realidad, donde quienes pertenecen a estratos socioeconómicos más bajos deben levantarse temprano a diario, trabajar muy duro, endeudarse y esforzarse el doble, para conseguir un poco de aquellos más afortunados.

 El traspaso ABC1

Lo curioso es que quien pretenda lograr «movilidad social», entrar a algunos de los niveles superiores del segundo grupo clasificatorio es fácil. Mientras que para ingresar a los ABC1 los requisitos abundan. Y es que los denominados «momios», «pijes», «futres» «jaibones», «paltones», «pitucos», «pirulos» o los ya conocidos «cuicos», que lo conforman no les gusta mezclarse con aquellos que no cuenten con sus mismos intereses o poder adquisitivo o procedencia social.

Frente a esto, nace el «clasismo», el cual pretende denostar a quien tenga en frente, siempre y cuando no pertenezca a su mismo círculo, con el fin de demostrar quién tiene el poder. Por ende, no basta con que una persona cumpla con las condiciones que las estadísticas fijan para ser ABC1 (situación económica, estudios, etc); hay un pre requisito que no figura, pero que se exige…ser socialmente aceptable, es decir estar vinculado al círculo de las mismas amistades, proceder de los mismos lugares, ser GCU (gente como uno).

 El origen de los «cuicos»

La palabra «cuico» fue la que designó al pije de antaño desde fines de los 80, cuando comenzó a surgir entre los jóvenes la expresión para aludir a otros jóvenes que vivían en condiciones «mejores». Aquellos que vivían en mejor barrio, iban a un mejor colegio y tenían mejores autos.

Es importante este acento en lo relativo del término: cuico surgió como una palabra juvenil que lentamente se fue avejentando. Cuico era un nuevo significado para una expresión antigua, ya que hasta la primera mitad del siglo XX era una manera despectiva de llamar a los ciudadanos bolivianos. La acepción actual sólo fue recogida por un diccionario de chilenismos en 2000, lo que reafirma la teoría del mercado y la prosperidad económica como catalizador evolutivo.

El cuico estaba en un escenario distinto al del pije. Mayor contacto con el mundo más allá de Mendoza, el consumo como señal de estatus, mayor poder de compra, ampliación de las posibilidades de ocio y retraso de la vida adulta. El cuico nace joven, nace libre y nace próspero. Tres condiciones que determinan uno de sus rasgos más curiosos: el cuico tiende a la felicidad o más bien al entusiasmo.

Según la RAE, «cuico» significa forastero, por lo que entendidos en la materia lo asocian a que las personas de este grupo tienden a ser de rasgos más extranjeros como el pelo rubio, los ojos claros y ser altos y delgados.

 Un mundo aparte

El que pensó que algún día los «cuicos» podrían compartir en sociedad con el resto… se equivocó. Con el correr de los años, ellos han creado su propio mundo en el sector donde viven, por lo que desde que nacen hasta que se mueren siempre se relacionan con los de su misma «especie» y todo lo que no les resulte familiar, como la pobreza, para ellos es simplemente folklórico. En definitiva perpetúan el statu quo.

Y es que al Cono de Altos Ingresos no entran otros, si es que no es para trabajar durante el día. La impermeabilidad de la segregación en Santiago es equiparable a los patrones de reproducción social chilenos, en los que la elite local es endogámica e impenetrable.

El fenómeno hoy apunta además hacia la privatización de los espacios de la élite, especialmente en sus tradicionales circuitos del sistema educativo, tanto en los colegios como en las universidades.

Por ejemplo, dentro de lo que puede definirse como una cierta elite económica conservadora, ya hay instituciones «de elite» que cubren perfiles como el ultra conservador en la U. de Los Andes – vinculada al Opus Dei -, más permeadas por el discurso neoliberal y en relación con la UDI como la U. del Desarrollo, o el imaginario liberal de la U. Adolfo Ibañez. Nuevas universidades de elite las que se ubican «sobre la cota mil», concepto manifestado por el sacerdote Felipe Berríos SJ, para indicar con esa altitud que eran del sector oriente de Santiago, donde habitan los sectores más pudientes.

Los colegios también forman parte de este círculo, y así conforman la lista: Verbo Divino, The Grange, Padres Franceses, Cumbres, Saint George, entre otros.

Para algunos especialistas, el ser clasista es algo que ha caracterizado a los chilenos «desde siempre, desde la Conquista», que se constituyó como «una sociedad de guerra permanente». Para otros, se ha acentuado durante el último tiempo frente a la globalización y al gran poder del consumismo.

Tipos de clasismo

El clasismo suele ser dividido por los sociólogos en dos tipos. Está el individual, que se caracteriza por ser un prejuicio particular, donde una persona es el objeto de la discriminación y otra es el sujeto de ésta. Dicho acto está basado en una serie de estereotipos y prejuicios presentes en la propia sociedad que el individuo adquiere como parte de su cosmovisión y sus creencias.

Y por otro lado aparece el clasismo estructural o institucional. Es la forma en la que el Estado y otras instituciones tales como la escuela o la iglesia logran estratificar socialmente a los habitantes de un país. A diferencia del clasismo individual, la manera en la que se efectúa dicha segregación es «oculta» y ha sido estudiada por autores tales como Pierre Bourdieu quien definió el concepto de violencia simbólica.

¿Cómo identificar a un clasista?

En algún punto de nuestras vidas todos nos hemos encontrado con un clasista, aquel presumido que con un atuendo elegante (luciendo de manera evidente la etiqueta de marca), intentando demostrar un nivel cultural alto y hablando de los autos, casas y fortuna que tiene; pretende denostar a quien tiene por delante, siempre y cuando no pertenezca a su círculo social.

Pero ¿qué cosas son las que los identifica, cómo darnos cuenta de quienes son y lo que buscan? Existen ciertos tips que lograrán dejar en evidencia a un clasista.

Por ejemplo, quien pregunte el nombre con los apellidos y lugar de residencia. El que se preocupa por la marca de las cosas (vestuario, zapatos o vehículo). El que hable todo el tiempo de sus viajes y pregunta -sabiendo que la otra persona no lo ha hecho- si ha viajado. O bien el más clásico de todos: ¿Dónde estudiaste?

Forma de hablar, de vestir, color de pelo o de ojos son también un imán para el clasismo. Es que medir 1,60 ser moreno y de ojos café es impensado que pueda vivir en La Dehesa.

Políticos «con agregado»

Lo que más sorprende es que este fenómeno lo tenemos todos los días frente a nuestras narices y nadie hace nada para cambiar la situación. Un ejemplo -más que claro- es lo que ocurre con nuestros políticos, quienes en vista de que su primer nombre o apellido no representa lo que pretenden demostrar, agregan el segundo.

Encabezando la lista esta el ministro del Interior Edmundo Pérez (y el agregado) Yoma, después tenemos al ministro Secretario General de la Presidencia, Juan Viera-Gallo (más conocido como Juan Antonio).

Así la lista es larga y los José, Juan y María abundan y los parlamentarios se transformaron en unos expertos en «agregadores» para marcar diferencia. A continuación algunos ejemplos: José (Antonio) Kast; Juan (Antonio) Coloma; José (Antonio) Gómez; Juan (Carlos) Latorre; Manuel (José) Ossandón y María (Angélica) Cristi, entre otros.

Nombres suman y siguen, es así como encontramos al Cardenal Francisco (Javier) Errázuriz; el ex ministro de Aylwin, Enrique Silva (Cimma); el actual secretario de la OEA, José (Miguel) Inzulsa, el ex ministro de la dictadura Sergio (Onofre) Jarpa, el senador Víctor Pérez (Varela).

Actitudes que demuestran que aún nos queda mucho que trabajar como sociedad para poder cambiar un fenómeno que cada día se sigue apoderando de nosotros con mayor fuerza.

Sepa reconocer a un «cuico»

Para nadie es desconocido que estamos en medio de una sociedad dividida en dos, donde el clasismo se transforma en su principal motor. Pero ya que estamos insertados en ella y no queremos cambiar sepamos cómo identificar a un verdadero «cuico».

1.- El cuico siempre habla con la papa en la boca, costumbre que se aprende en la adolescencia y que tiene directa relación con el poder.

2.- Leen El Mercurio y revistas como el Architectural Digest, donde salen las casas y los departamentos bonitos de Nueva York.

3.- En un almuerzo de un día cualquiera comen un filete mignon, con una rica ensalada, un vino Cabernet y de postre un bavarois.

4.- No comen pan (ya sea marraqueta o hallulla) y mucho menos la miga. Sólo pan integral.

5.- Todo cuico es de derecha, políticamente correcto.

6.- Veranea en Las Rocas de Santo Domingo, Cachagua, Zapallar o la Península de Pucón (eso si lo hace en Chile).

7.- Y por último, un cuico nunca sabrá qué es el Transantiago ni habrá viajado en Metro en hora punta.

 

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