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Leonel Reyes Fernández, Docente Universitario (*) No es de extrañar que en los últimos años escuchemos más de alguna vez –y cada vez más... Chile: el malestar de la violencia y corrupción heredadas

Leonel Reyes Fernández, Docente Universitario (*)

No es de extrañar que en los últimos años escuchemos más de alguna vez –y cada vez más recurrente- que Chile está siendo golpeado por la delincuencia, violencia y corrupción.

En relación a la delincuencia y la violencia, los gobiernos de turno se han empeñado en abordar el asunto con algunas políticas represivas y coercitivas dirigidas a distintos segmentos sociales considerados como organizaciones criminales. Algunos ejemplos, generadores de violencia, podemos enumerar los portonazos (principalmente en la metrópoli de Santiago, capital chilena), los casos de narcotráfico (principalmente en los puntos fronterizos del Norte de Chile, Arica, Iquique y Antofagasta, entre otras), los casos de violencia de fanáticos en los estadios deportivos (principalmente provocados por las grandes barras bravas, vinculadas a los clubes más populares del país). Y existen muchos casos más. Este tipo de violencia es la que tiene mayor cobertura en los personeros de Gobierno, élite política y medios de comunicación social de alcance local y nacional.

Pero la violencia no sólo es física, sino también aquella que se ejerce de una manera estructurada a través de pseudo políticas públicas que oprimen y maltratan sistemáticamente la dignidad de niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos mayores, entre otros sectores sociales, afectados por decisiones de la autoridad política. Este tipo de violencia la percibe sensiblemente la ciudadanía afectada y abordada por el análisis crítico que realizan los cientistas sociales.

Un caso emblemático es la situación del pueblo mapuche, de la Araucanía que reclama históricamente el derecho de recuperar sus territorios. Pero es respondido –por parte del Estado- con una indolencia, intolerancia y soberbia institucional, tratándose ante la opinión pública –nacional e internacional- como si este pueblo originario fuera un sinónimo de delincuencia irracional y violencia cultural. La respuesta de violencia reactiva del pueblo mapuche no se compara con la violencia proactiva institucionalizada del Estado chileno ejercida a través de toda su vida republicana.

En relación a la corrupción, en los últimos tiempos ya es casi habitual escuchar sucesos de personajes públicos (ejem. empresarios, políticos, abogados, jueces y otros) y autoridades de fuerzas armadas (ejem. Ejército, Carabineros y otros) involucrados en hechos delictivos relacionados a colusiones, fraudes, malversación  evasión de fondos públicos. He aquí la otra cara de la criminalidad organizada de grupos de civiles e uniformados que se aprovechan de los privilegios y beneficios que le ofrece el actual sistema de poder estatal. ¿Es moral y éticamente aceptable sancionar jurídicamente con clases de Ética Profesional (empresarial) para un par de empresarios chilenos, autores de delitos tributarios en el Caso Penta (primero empresa, luego holding)? ¿Es moral y ético que ciertos personeros del Senado chileno –el Secretario General y pro-Secretario de la Cámara Alta- perciban millonarios sueldos (sobresueldos) que sobrepasa el doble, al mismo Presidente de la República y superando 54 sueldos mínimos del resto de los chilenos?  Y podemos enumerar muchos casos más.

Surgen las preguntas de rigor, ¿es el síntoma de algo más profundo en el alma de nuestra sociedad? ¿Hemos heredado algún pasado violento y corrupto, plasmado como reproducción social o en alguna Carta Fundamental? ¿Dónde se hallan los verdaderos delincuentes que en forma encubierta y sofisticada planifican para poner en jaque al frágil sistema de vida democrático chileno? ¿Qué pasa en el sistema de vida en Chile, que en vez de reducir los índices de violencia (desde el Estado y desde la sociedad), éste aumenta cada vez más? ¿Es una crisis sistémica de violencia y corrupción transitoria o indefinida?

O planteo algo más general, ¿Qué tipo de paradigma sociocultural global está permitiendo que este estado de cosas –de nivel local, regional, nacional y mundial- permean la estructura social y se “naturalizan” culturalmente en el inconsciente colectivo?

Un breve recordatorio sobre la violencia y su relación con el hombre

El continente americano –Abya Yala para los pueblos originarios- sufrió a partir de 1492 una de las Conquistas más violentas de la historia humana. Esos sucesos marcaron el inicio de la Edad Moderna, pero también el sometimiento y domesticación desde y para la civilización occidental europea. Posteriormente, en el caso de Chile el proceso de emancipación también fue de guerras y guerrillas para la independencia criolla. En la actualidad son más de 200 años de vida republicana con sombras y luces; con democracias y dictaduras, con matanzas y masacres.

Si bien la violencia aparece en distintos momentos de la historia humana –desde las pequeñas luchas étnicas, de las pequeñas y grandes conquistas, de las grandes guerras mundiales- ésta permitió la configuraron y re-configuraron gran parte de la geografía mundial. Sin embargo, la evolución humana no se supedita a esta relación vinculante entre violencia y ser humano. La violencia y la corrupción no es parte esencial de la naturaleza humana. La violencia y la corrupción está en el ámbito del comportamiento humano, de las acciones humanas, por tanto, de su moralidad y ética.

No es raro, que pseudo-filosofías, ideologías y concepciones biológicas reduccionistas modernas hayan querido argumentar que la violencia es parte constitutiva y esencial de nuestra naturaleza. Quizás, en un determinado estadio de nuestra evolución homínida lo fue y constituyó un mecanismo instintivo natural.

Pero la violencia en nuestros tiempos solo se legitima cuando es en defensa propia o a ejercer el derecho a la resistencia. Lo lógico es que para nuestro tiempo deberían ser muy distintos a los inicios pre-históricos, ya que el proceso de humanización –generado a través de los siglos- nos debiera permitir evolucionar a otros estados de vida más inteligentes, trascendente y sabios. Pero la realidad es muy distinta. Pareciera que en vez de evolucionar, estamos en un proceso de involución humana y social cada vez más preocupante con rasgos de irracionalidad, libertinaje e irresponsabilidad.

¿Qué institución o estructura social es la encargada de facilitar y desarrollar el gran potencial de inteligencia y espiritualidad que poseemos todos los seres humanos? ¿Es el Estado o la Religión las llamadas a esta noble tarea de dignificar y desarrollar nuestra naturaleza humana? ¿Cuál es el rol de la familia y la sociedad en este proceso?

Hay quienes no les interesa que nuestra naturaleza humana alcance su nivel de dignificación y evolución cognitiva-emocional. Por ello, es urgente reflexionar y analizar con inteligencia y cordura los momentos históricos que nos corresponde vivir y actuar. De lo contrario, más tarde que nunca, tod@s seremos seriamente afectad@s. Peor aún, nuestra sociedad padece una inevitable y profunda corrupción social. Evitamos hablar de ello y nos auto-engañamos. Y por las evidencias contundentes de los hechos parece que el proceso en Chile ya se inició desde hace décadas y explosiona cada día que pasa.

El paradigma cultural occidental cristiano en decadencia.

El bienaventurado libre pensador y escritor italiano Giovanni Papini (1881-1956) había sentenciado el designio humano de la siguiente manera: “Quien tiene fuerzas, roba; quien tiene armas mata; quien está seguro de la impunidad, se hace ladrón y asesina. No hay otra moral que la de los lobos, otro código que el de los buitres”. Hoy, esta frase nos vuelve a cuestionar:

¿Qué es el hombre, qué hace y para dónde va?

¿Qué tipo de antropología y teología se ha inducido para que el hombre –y la sociedad en su conjunto- se comporte cada vez más individualista, egoísta, soberbio e indolente?

¿Qué tipo de moralidad y ética se reproduce en el ámbito familiar, social y educativo?

¿Por qué tanta arrogancia de países -de creerse superpotencias- a la vez de imponer sus propias reglas de juego para un nuevo orden mundial? ¿O de robar con violencia los recursos naturales de países que viven en la periferia del poder? ¿O de atentar y violar sistemáticamente los derechos humanos básicos y fundamentales?

El escenario mundial actual señala que justamente estas potencias o países llamados desarrollados tienen una matriz de inspiración cristiana, a pesar que se dicen llamar laicas. O por lo menos, se profesan protestante o católicos.

Tampoco es de extrañar que ante una situación de crisis de guerra, sacerdotes, obispos, pastores religiosos cristianos bendigan el arsenal bélico en tiempo de paz, los mismos que se activarán con arrasadora furia en tiempos de guerra, dejando a su paso sólo muerte y destrucción masiva. Ayer la bomba atómica, hoy la de hidrógeno, mañana no sé qué. Si en el pasado reciente –de siglos anteriores- las luchas eran por razones territoriales y religiosas; hoy son ideológicas, con la complicidad de sus actores sociales y políticos formados en más de alguna Universidad de inspiración cristiana. La cultura occidental tiene impregnado el ADN del pensamiento cristiano y parece imposible abstraerse de ello por el momento.

Si el verdadero y auténtico cristianismo se practicara al modo de Jesús, el Nazareno ¿no crees que el mundo actual –y las sociedades que la conforman- actuarían de otro modo?.

 La paradoja del paradigma occidental cristiano.

Desde los griegos -fundadores de la filosofía occidental- y luego rebautizada por la tradición cristiana católica romana –los difusores principales de la teología occidental- han estructurado una sola forma de pensar, hacer y de actuar. Y quien se atreva lo contrario, es un traidor, es un a-sistémico, un contestatario, un insurgente, un revolucionario. No hay cabida para un pensamiento alternativo, no hay espacio para la disidencia.

Constatamos que somos parte de esta herencia cultural occidental cristiana greco-romana y hemos sido formados en este paradigma. Nuestras escuelas, nuestros liceos y academias, nuestras universidades aún dependen de esta matriz cultural, de esta arquitectura teórica de valores, conceptos, definiciones, normas, leyes y tratados. Por otra, la supremacía de la razón –como cual dictador omnipotente- aún es calculista, metódica, infalible y muchas veces artífice de fanatismos y fundamentalismos irracionales. Y lo lamentable y trágico es que se minimiza y bloquean las expresiones emocionales del propio Ser personal o de movimiento sociales que buscan alternativas de convivencia pacífica entre hombre y naturaleza; entre sociedades y culturas.

La filosofía y la teología son todavía el alma mater de todas las demás disciplinas científicas del mundo contemporáneo. No podemos desconocer sus significativos aportes -del pasado y presente- pero tampoco evadir sus maquinaciones y manipulaciones planificadas. Ni dioses, reyes, emperadores, káiseres, duces, führeres, dictadores, presidentes constitucionales y pontífices romanos han podido frenar el hambre y sed de conquista que nace en lo más profundo del hombre occidental cristiano.

La mayoría –en nombre de Dios- ha matado y aniquilado al propio hombre; últimamente, destruyendo el único hogar que nos alberga en el sistema solar: la Tierra. Ni las plantas ni los animales se comportan de forma tan caótica y tiránica como lo hace el hombre de hoy. Nos hemos convertido en el verdugo y asesino de nuestra propia especie humana y de la maltratada madre naturaleza. El hombre moderno, convertido en un agente patógeno que destruye poco a poco la vida natural, adquirida gratuitamente.

La crisis del principio de autoridad en la cultura occidental contemporánea.

Lo probable, es que muchos piensan o discursean: todos los males actuales son a causa de la debilidad de la naturaleza humana o es la consecuencia del pecado original. Llegar a estas conclusiones –que se escuchan a menudo cuando ya no hay argumentos de peso- señala únicamente el chivo expiatorio para justificar atrocidades y delitos de lesa humanidad.

La cultura occidental cristiana ha sido cómplice de masacres y genocidios en las distintas etapas de la historia de la humanidad, sobre todo desde la Edad Media hasta el día de hoy. Qué decir de los asesinatos modernos -de forma activa- a través de guerras regionales y mundiales; terrorismos de Estados y otros.  O asesinatos de forma pasiva, tales como  hambrunas y enfermedades inducidas a miles y millones de seres humanos en distintas zonas del occidente cristiano, paradójicamente con gente pobre, campesinos, obreros, migrantes e indígenas.

Se omite un aspecto central y neurálgico. El problema está en el paradigma teórico en que hemos sido formados e indoctrinados: la debilidad de la naturaleza humana y origen del pecado original. Esta premisa tiene categoría casi de dogma social. Las palabras crean realidad y esta no es la excepción para la historia de la cultura de occidente.

¿Por qué el poder civil, militar y religioso se corrompe ante los atractivos y placeres de la vida contemporánea?…es por debilidad o por el pecado original?

¿Por qué ese afán morboso de invadir y someter a territorios de étnias, pueblos y países en desventaja económica y tecnológica?… es porque son débiles o porque son pecadores?

¿Por qué se estigmatiza a las mal llamadas minorías (sexuales, de género, étnicas y generacionales)?…son colectivos sociales débiles o pecadores potenciales para el sistema?

Los actuales abusos de poder, manipulación de conciencia y abusos sexuales de religiosos (o clérigos), bajo el amparo de complicidad y el encubrimiento (sea personal y corporativo) de altas autoridades del poder eclesiástico y civil señalan la decadencia moral y ética de este pseudo cristianismo. Aún se ejerce un vasallaje muy sutil ante el poder civil al puro estilo del medioevo.

La involución de la filosofía y el cristianismo occidental actual

La mayor tragedia de nuestro siglo es que la filosofía se halla encasillada en un academicismo esencialista, estático, metafísico y totalmente separado de la realidad humana, social, política y económica. Por otra, el mayor daño de la teología occidental es que adormeció y manipuló la conciencia del ser humano para adaptarlo a los sistemas políticos y económicos dominantes, hoy al actual sistema económico neoliberal anglosajón. Este sistema ideológico es absorbente y envolvente a tal punto que nos tiene en esta situación ambigua, desigual y de relatividad humana. En Chile este sistema opera en su vertiente más cruel e insensible, dando más valor al Tener que al Ser. En Chile es muy fácil generar recursos económicos omitiendo la moralidad y la ética profesional. Es fácil generar recursos económicos sin importar el daño ambiental y ecológico ocasionado a la naturaleza. Es fácil generar recursos económicos para los grandes clanes familiares y élite empresarial en desmedro de la población trabajadora. Es fácil generar recursos económicos con colusiones, fraudes, malversación y evasión de impuestos por parte de los más ricos y poderoso del país.

El resultado global de esta tergiversación ideológica es haber promovido una cultura del abuso de poder, que se transformó en violenta y corrupta.

Por ello, el eslogan actual de “libertad” occidental es una farsa, una gran mentira. El actual eslogan de “democracia” solo sirve como instrumento de dominación y control social para la mayoría ciudadana. Nos sometieron, nos someten y nos seguirán sometiendo por un largo tiempo, hasta que el imperio de la violencia y la corrupción institucionalizada caigan definitivamente.

Pero no todo está perdido. Los minúsculos esfuerzos –resilientes, tercos y perseverantes- que se hacen en América Latina –y en otros continentes de la periferia- es de rescatar, desarrollar y promover una filosofía y teología de la liberación desde la praxis cotidiana, desde la vida común y simple, desde los problemas y desafíos actuales. No desde el poder corrompido y violento, sino desde la periferia de los excluidos y conocedores de la vida: pobres, campesinos e indígenas; desde las culturas y étnias invisibilizadas; desde los movimientos conservacionistas, ambientales y ecológicos; desde la mujer y los movimientos de emancipación feministas; desde los movimientos LGBT+ y de toda su diversidad sexual; desde los sindicatos de trabajadores y trabajadoras de los distintos sectores y rubros; desde los movimientos estudiantiles y universitarios; desde las organizaciones populares de base; desde los movimientos sociales; desde las comunidades de fe y espiritualidad universal.

Sin embargo, los intentos por construir un nuevo paradigma son cuestionados y saboteados de antemano por los mismos colegas academicistas tanto de filosofía como de teología, o sea, por la hegemonía del poder civil y poder eclesial vigente.

Hacia la revolución del pensamiento filosófico y la religión occidental

Hay muchas formas de cambiar la situación. Muchas de ellas quedan en buenas intenciones y se concreta muy poco.  Sin embargo, hay dos que nos puede garantizar el cambio de paradigma: la primera, tu liberación mental de dioses externos y doctrinas tóxicas. Sé tú mismo. Cambia radicalmente de chips. Toma conciencia del poder que posees. Somos intimidad y apertura, por tanto, descubre tu interior –rompe las cárceles imaginarias inducidas por siglos- y ábrete a las infinitas posibilidades de ser tú mismo. Forma parte de comunidades y colectivos de personas humanas; construye sociedades libres, justas, fraternas y solidarias, llenas de amor y pasión. Sé el filósofo o teólogo que llevas dentro. La vida y los años te harán inteligente y sabio. No necesitas inicialmente una licenciatura o diplomado para serlo. Simplemente, sé lo que eres y haz lo que debes hacer. La curiosidad y las ganas de conocer e investigar vendrán por añadidura y te podrás licenciar o diplomar en cualquier disciplina humanista y científica que desees. Y sobre todo, retornar a las fuentes y orígenes de la sabiduría ancestral.

La segunda, hoy más que nunca la filosofía y la teología se deben liberar de dogmatismos teóricos y de pragmatismos superficiales. Es urgente y necesario realizar un nuevo replanteamiento paradigmático: reinterpretar todo desde una mirada cosmológica. Pero esta mirada no tiene que ver solo con la astronomía, sino también con el lugar que ocupamos en el cosmos y nuestra relación íntima y vinculante con la naturaleza. Recordemos que la data de la tierra-materia tiene unos 4.500 millones de años, y la vida-celular sobre la tierra se generó hace 3.500 millones atrás aprox. Somos los únicos seres vivos en este planeta capaces de aniquilar en segundos lo que ha costado millones de años en evolucionar.

Por tanto, no solo debemos fijar los pies sobre la tierra, sino también mirar al cielo estrellado del multiverso sideral y descubrir en él los grandes misterios aún por descubrir. Somos tierra, somos cosmos con una porción de sol en nuestro cerebro. Somos amantes y criadores de la vida. Pronto -muy pronto- la física cuántica desvelará los misterios y las leyes de esta energía invisible no explorada ni aprovechada aún en su 100%. Y cuando manipulemos esto, ya no necesitaremos intermediarios filosóficos ni teológicos para buscar la verdad, hacer el bien y ser felices.

Como decía Tomás de Aquino (1224-1274), luego de haber explorado la filosofía: “Todo lo que he escrito hasta ahora carece de valor para mí…”. Finalmente, lo importante y esencial no está en la filosofía ni en la teología: está en la Vida y en sus leyes del desarrollo natural.

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(*) Licenciado en Ciencias Religiosas y docente universitario en la ciudad de Iquique. Diplomado en Derechos del Niño y Políticas Públicas. Técnico en Prevención y Rehabilitación.

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