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Anyelina Rojas Valdés/Periodista, Licenciada en Ciencias Políticas y Administrativas Una excelente puesta en escena tuvo la obra La Cantata de Tarapacá: La Batalla, con... A propósito de obra “La Cantata de Tarapacá”, hablemos de patriotismo

arv6Anyelina Rojas Valdés/Periodista, Licenciada en Ciencias Políticas y Administrativas

Una excelente puesta en escena tuvo la obra La Cantata de Tarapacá: La Batalla, con la magistral interpretación de la Orquesta de Tarapacá, la Orquesta de Cámara de Iquique y la brillante actuación del Ballet Kirqui Wayra, dirigido por Mario Cruz y Rochi Biagetti.  La presentación del proyecto se hizo mediante la Corporación del Patrimonio Histórico y Militar.

Escrita y compuesta por Omar Contreras, bajo la asesoría histórica de Mauricio Pelayo González, la obra musical, financiada con fondos regionales, se basa en la Batalla de Tarapacá, ocurrida durante la llamada Guerra del Pacífico, que en realidad fue la Guerra del Salitre; y, como todas las guerras, obedeció a intereses económicos.

Fue el Segundo de Línea el que enfrentó esta batalla, en la localidad de Huarasiña, entonces territorio peruano. Y los soldados, fueron masacrados. “Uno a uno iban cayendo”, decía el relato muy bien logrado, también.

No pude evitar hacer la relación con otra masacre, la de la Escuela Santa María, donde obreros, junto a mujeres y niños indefensos, “uno a uno fueron cayendo”. Cuesta entender cómo, ese Ejército masacrado por el “enemigo”, (enemigo que defendía su propio territorio), una treintena de años adelante, en 1907 exactamente, masacra no sólo a compatriotas civiles y desarmados, sino también a obreros peruanos y bolivianos tan explotados en los campamentos salitreros como los obreros chilenos.

Los soldados del 79, los sin rango, los de abajo, los de la primera línea… llegaron al teatro de batalla, algunos de ellos (pero basta con uno), obligados. Y sin duda que finalmente, asumieron la guerra con ese concepto de “patriotismo”, que se nos ha inculcado, vía educación.

En la obra, se exacerba el patriotismo; se llama a no olvidar a los veteranos del 79; a no olvidar la historia. Los veteranos, no han sido olvidados por el pueblo, por los de su misma clase; fueron olvidados por la institucionalidad del país, porque quedaron en el abandono.

El dramaturgo iquiqueño, Iván Vera Pinto, para quien estos soldados son los “héroes olvidados” escribió y puso en escena la obra “La última batalla”. En un artículo publicado en este medio, señala: “… vuelvo a enfrentar a los antiguos soldados bolivianos, chilenos y peruanos, ahora en un nuevo escenario, en una nueva guerra; en este caso la guerra para no morir de hambre. Una situación real y dramática que vivieron en su momento “en carne propia” estos soldados y que echa por tierra las manoseadas expresiones de patria y orgullo nacional.

Es necesario indagar sobre a qué apela el patriotismo. Dice Vera-Pinto:  “En esta nueva perspectiva histórica, la obra intenta romper con el supuesto conflicto vitalicio que las clases de poder han fomentando y que han marcado, directa e indirectamente, las actitudes y los comportamientos sociales de muchas generaciones de ciudadanos de estos tres países, cuyas agendas personales , muchas veces, están alejadas de aquellos ideales ultra nacionalistas que se contraponen con la idea de la construcción de un nuevo porvenir más solidario, justo e igualitario para las naciones latinoamericanas”.

Se dice que la historia la escriben los vencedores. Diría yo, que la historia se escribe desde las estructuras dominantes del poder, es decir, desde la elite. Allí no cabe el pensamiento crítico y se entiende que la historia, la historia que se enseña bajo modelos donde subyace la dominación, es la verdad absoluta.

Entonces, los chilenos somos los buenos. Los peruanos y bolivianos, son los malos. Pero ¡qué falacia! Chilenos, peruanos y bolivianos, somos hermanos; compartimos un pedazo del territorio de este planeta; compartimos la cultura, las tradiciones. E incluso, compartimos más directamente el intercambio comercial. ¿O no ha ido nunca a Tacna a comprar algo, a vacacionar o visitar amistades? Tacna está más cerca territorialmente que Santiago, la capital; pero también más cerca en aspectos inmateriales, como los enunciados.

Sin embargo, fuimos a una guerra, fratricida, como todas las guerras. Y ganamos Antofagasta y Tarapacá. ¿Qué le enseñan a nuestros niños hoy sobre esa historia? ¿Les cuentan del rol que cumplieron las chilenas ligas patrióticas cuando se anexó esta región al territorio nacional? ¿Le enseñan a nuestros niños, las atrocidades que el Ejército chileno cometió cuando llegó a Lima?

Dirán algunos “es que así son las guerras”. De eso estoy hablando. De no ufanarse de los trofeos de guerra, porque somos países hermanos. Que el alma no se llene con ese patriotismo mal entendido, aunque reconocemos el valor de los soldados del 79, para luchar y resistir las condiciones que debieron enfrentar, calor y frio; hambre y sed, cansancio; reconocemos su tesón para no decaer y enfrentar la adversidad. Y el coraje y dignidad para morir. Pero ese no es el patriotismo que quiero.

Ser patriota es no permitir la excesiva concentración de las riquezas del país. Ser patriota es luchar efectivamente contra la desigualdad y generar oportunidades. Ser patriota significa no entregar las riquezas de nuestro mar a la elite de la elite. Ser patriota significa no entregar las entrañas de nuestra tierra, a las transnacionales para que se lleven el cobre y luego nos lo venda de vuelta. Ser patriota significa que nuestra patria no sufra de los efectos de la contaminación. Ser patriota significa velar por los recursos naturales. Ser patriota significa tolerancia, integración, respeto a los derechos humanos.

Ser patriota no es el toque de trompeta ni portar un estandarte de guerra. Y menos morir abandonado en el desierto luchando por una causa justa; que no es “mi causa justa”. Pobres soldados del 79, héroes al fin, pero fueron víctimas en pro de estas construcciones dominantes. ¿Se habrán dado cuenta que luchaban por la Patria, peleando por una territorio que era ajeno?

¿Cuánto de lo ganado los benefició a ellos o sus familias? Estoy de acuerdo con Vera-Pinto, son héroes olvidados; mientras que a otros, otros pocos, les fue rentable la guerra.

Esto es sólo una reflexión en voz alta, a propósito de La Cantata de Tarapacá: La Batalla, que constituye un botón de muestra para este análisis, aunque son muchas las situaciones similares. Qué decir de los soldados masacrados en la batalla de La Concepción. Y digo soldados porque integraban el Ejército, pero eran casi niños o adolescentes.

En fin… Se reconoce el talento y la puesta en escena; pero aquello no inhibe lo otro.

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