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Haroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación Dicho en términos simples, la Justicia es dar a cada uno lo que merece. Se administra a... El caso Larraín o crónica de una absolución anunciada

haroldo quinterosHaroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación

Dicho en términos simples, la Justicia es dar a cada uno lo que merece. Se administra a través de mandatos que el hombre se ha fijado, las Leyes. En su historia hacia su perfeccionamiento, el gran paso que dio la Humanidad fue la introducción del sistema democrático como marco político y de convivencia social. Si bien las leyes siempre fueron obligatorias, con la democracia ese carácter vendría a regir para todos por igual, de rey a page, sin excepción.  Vale decir, ante la Ley, somos todos iguales. Pero en Chile,  ¿lo somos realmente?

La reciente absolución de Martín Larraín, el joven miembro de una familia rica e influyente en el poder político del país, está demostrando lo contrario. La gravedad del hecho nos obliga a declarar con todas nuestras fuerzas que estamos ante una situación tan insólita como atrevida y cínica: los propios administradores de la Justicia nos notifican, una vez más, que  ella no es ecuánime.

Así como en los primeros años de la dictadura prestaron todo su apoyo al dictador y desoyeron las protestas -que, por cierto, eran universales-  sobre las horrendas violaciones a los Derechos Humanos que entonces se cometían, hoy vemos cómo el hijo del connotado millonario y político Carlos Larraín, es absuelto luego de haber dado muerte a un hombre mientras conducía ebrio. En tanto, un oscuro ladronzuelo de un par de zapatos, o una abuela pobre que vendía marihuana en una esquina, se secan en las cárceles. ¡Vaya igualdad ante la Ley! Martín Larraín está libre, tal como, de hecho, con el subterfugio de la “pena remitida,” lo está el cura O’Reilly,  malhechor absolutamente acreditado como pedófilo activo.

En el caso Larraín, se trocaron y manipularon evidencias.  Nadie ignora, por ejemplo, que por la apabullante cantidad de declaraciones de Carabineros, del propio inculpado y sus dos amigos que lo acompañaban en el coche la noche del cuasi-homicidio, que Larraín, además de conducir borracho no prestó socorro a la persona que atropelló, y se dio a la fuga. Luego, fugado y escondido, pidió a sus acompañantes que mintieran para favorecerlo, lo que éstos hicieron con plena conciencia.

En sus declaraciones a Carabineros, Larraín mintió  repetidas veces; su familia contrató testigos falsos; la autopsia del occiso fue escandalosamente falsificada, tanto así que al forense que la practicó se lo castigó con arraigo nacional;  los tribunales no acogieron la petición de la familia de querellarse en el caso; el tribunal no consideró las pruebas más importantes contra Larraín, etc., etc. La sentencia a Sofía Gaete y Sebastián Edwards, sus acompañantes  y encubridores en el caso, se dictará en seis días más.

Si pensamos que uno de ellos, el joven Edwards, pertenece a uno de los clanes más poderosos del país, mucho más fuerte que los Larraín, obviamente ya sabemos los que ocurrirá. Si siguen así las cosas, llegará la barbarie, el día en que los chilenos se tomarán la Justicia entre sus manos.

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